El Caballero, La Dama y el Intruso

               Eduardo D. Infante Favila
    
    El caballero abrió la puerta, encendió la luz y permitió entrar a la dama a su departamento, ella dio unos pasos adentro, se detuvo y observó con una mirada analítica, mirada de mujer. Él, con suavidad, retiró el abrigo de los hombros de ella y lo colocó en el perchero. Después la invitó a sentarse en la elegante sala de piel blanca.
Ella se instalo en el sillón individual, acomodó el negro cabello, cruzó la pierna y suavemente hizo un comentario: - ¡Que bonito y ordenado esta tu departamento!, no parece el hogar de un hombre soltero.
- Gracias –, respondió él mientras destapaba una botella de vino blanco alemán. -Me gusta el orden y una señora viene tres veces por semana a mantenerlo limpio.
Con dos copas de vino en la mano se acercó a la mujer y ofreciéndole una, preguntó:
- ¿Por qué brindamos?- Por la vida –. Sin pensar, respondió ella. Al chocar las copas empezó a escucharse música brasileña de los 70 's en la voz de Ellis Regina.
- Esa canción me encanta -  dijo ella, levantó la copa y acabó el contenido de un trago.
Hablaron de cosas intrascendentes en un principio, después de dos copas de vino la conversación giró a temas más personales.
- ¿Sabes... – dijo ella - ...que en el medio me llaman la dama de hielo?
- Si, algo he escuchado -, respondió apurando de un trago el contenido de su copa – pero no sé por qué.
- Porque jamás sonrío y soy inmune al atractivo masculino.
Ella sintió el deseo de abrir su alma y compartir lo que la ha llevado a esa frialdad.
- No sé si sepas – dijo con seriedad – que tengo una hija de siete años.
- No lo sabía.
- Si, me divorcié hace cinco años y desde entonces me propuse no volver a relacionarme con ningún hombre.
- Pero estás aquí.
- Si –. Después vino un silencio pesado.
- Por cierto, – dijo ella tratando de romper el silencio -, ¿sabes cómo te llaman a ti la mayoría de las mujeres del medio?        Ambos son propietarios de agencias de publicidad y aunque son rivales, simpatizaron desde que se conocieron seis meses atrás en una convención y esta noche por primera vez ella accedió a salir a cenar con él.
- No me gustan los restaurantes – le dijo cuando aceptó la invitación.
- No te preocupes – respondió él sonriendo, – yo prepararé la cena, pues tengo como hobby el cocinar, de modo que estaremos en mi casa.
- Así que también tengo un sobre nombre, ¿Cuál es?
- Prefiero no decirlo.
- ¿ Tan feo es?
- No...
Ella sonrió y guardó un enigmático silencio. - Entonces, dímelo.
- No...
- Por favor.
- Está bien.– Tomando su celular buscó algo en él y al localizarlo dijo apenada: – Te dicen bombón de chocolate.
- Él sonrió sorprendido.
- ¿ Pero por qué?
Ella le mostró una foto en el cel, donde él aparece saliendo del mar en la costa azul  con una  francesa y lucía un cuerpo perfectamente trabajado.
–  Eres un bombón y lo de chocolate, es por el color de tu piel.
- ¿ Quién tomó la foto?
- Nadie lo sabe, pero se ha enviado a todas las mujeres en el medio de la publicidad, por cierto cuando supones que te la tomaron.
- Debió ser hace tres meses cuando estuve de vacaciones con mis papás y mis hermanos en Francia.
- ¿ Aún sales con tu familia?
- Si, para nosotros lo más importante es la unidad familiar, por eso nos reunimos de tres a cuatro veces al año.
Ella sintió que la conversación tomaba una dirección a la que no quería dirigirse e intentó cortarla.
-  ¿ Puedo pasar a tu baño?
- Claro, es la segunda puerta a la izquierda.
Una rápida mirada, con mirada de mujer, le permitió confirmar que este caballero es un hombre ordenado.
La cena fue deliciosa, acompañada con excelente vino y aderezada con una plática ligera pero inteligente. En algún momento él acortó al mínimo la distancia con ella, sus manos y sus rodillas se tocaron suavemente, sus miradas se fundieron en una sola, y  sus bocas se acercaron lentamente y con timidez. Cuando estaban a punto de unirse, fuertes golpes en la puerta los obligaron a cortar este mágico momento.
Él se levantó maldiciendo al extraño en su interior, los golpes en la puerta son cada vez más insistentes. Abrió la puerta dispuesto a correr a golpes si fuese necesario a aquel intruso.
En la puerta encontró a un viejo y querido amigo quien, sin mediar palabra, entró tambaleante, se detuvo, miró a la hermosa mujer quien lo veía sorprendida y acercándose al caballero dijo en voz baja:
- ¿Interrumpo algo?
- Si – gruñó.
- Pues lo siento – dijo arrastrando las palabras. – Tú me dijiste que podía venir cuando te necesitara y aquí estoy.
- Si, pero este no es el mejor momento.
- Está bien – dijo ella levantándose. – Creo que será mejor que me vaya.
- ¡No! – Casi gritó el caballero.
- Si - Respondió el intruso.
- Mejor me voy.  
Tomó su abrigo, besó con ternura en la boca al caballero, con un beso que decía mañana seguimos en donde nos quedamos. Al llegar a la puerta se despidió de mano del intruso. Éste es un hombre extremadamente delgado y bastante alto, el cabello, sin estar muy largo, se ve que tiene varios días sin ser tocado por un peine, y el abrigo que usa muestra que sus mejores tiempos pasaron hace muchos, muchos años. El intruso se dirigió a ella y preguntó:
– ¿Me das un aventón? No sé dónde dejé mi coche.
El caballero intervino:
– Para venir aquí no usas coche
Con amabilidad ella repuso – Si, te llevo, ¿dónde vives?
El intruso miró al caballero pidiendo que respondiera.
- Vive a tres cuadras más arriba, es la casa más grande y lujosa de toda la colonia.
- Ella miró con sorpresa al intruso y preguntó: - ¿Nos vamos?.
El intruso miró al caballero y tomándolo por los hombros dijo en voz baja: 
- ¿Te digo por qué ando así?
- No me interesa.
- Terminé con Margot.
- ¿Quién es Margot? - preguntó ella.
- La mujer de mi vida.
- Es la quinta de este año y eso que apenas estamos en julio, ya váyanse – con furia dijo el caballero.
Los acompañó hasta el auto y al despedirse le dijo a ella: – Mañana te llamo.
A la mañana siguiente después de concluir su rutina de ejercicio, el caballero salió caminando para hacer la compra de la semana.
Al pasar frente a la casa de su amigo vio el auto de ella estacionado y sorprendido se  detuvo. A través de los opacos vidrios de la puerta, vio acercarse dos cuerpos y se ocultó tras un árbol.
Ella salió y al despedirse dio un apasionado beso al hombre que la acompaña, bajó sonriendo los escalones y antes de dar el último paso se detuvo, giró y volvió a subir. El hombre esperaba en la puerta; entregó algo a la dama y dio media vuelta. Por el hueco de la puerta pudo ver su desnudo y pequeño trasero alejarse. Ella volvió rápidamente a su coche, acomodó algunas cosas y se alejó escuchando a todo volumen la canción "El Rey”:
“ Yo sé bien que estoy afuera..."
FIN

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