Nieve

Luz Arcelia Suárez Ramírez


Palabras clave: concierto, nieve, planeta, sinfonía, música

 

Nuestro planeta vivo presenta fenómenos sólo posibles en condiciones muy específicas de su atmósfera en un preciso y delicado equilibrio que nos permite la diversidad biológica que compartimos (… preciso y delicado… deberíamos pensar más en ello y prestarle más cuidado porque, aún con todas las advertencias, no nos percatamos del impacto que el rompimiento de este equilibrio nos está implicando). Su atmósfera experimenta cambios breves con consecuencias fantásticas, como el fenómeno en el que la arena de su desierto más grande viaja sobre un enorme océano y proporciona alimento a su mayor selva tropical; o ese otro en el que, maravillosa y habitualmente, se reúne lo necesario para arrojar agua desde nubes de vapor que flotan a su alrededor y, en casos más especiales, descienden suaves y ligeras plumas de cristales de agua congelada los cuales, al acumularse, pintan de blanco el escenario ante la indiferencia de quienes han olvidado cómo asombrarse. Debo reconocer que mi dibujo pierde su ensoñador encanto ante tremendas tormentas, granizos y vientos helados... claro, se trata sólo de otro tipo de poesía.

Que sea posible la nieve me parece increíblemente hermoso. No voy a platicarles cómo se origina porque es un asunto que ustedes ya conocen ampliamente, más que yo ¡seguro! Sin embargo, entre todas las funciones sociales de las que se encarga el arte, también se encuentra el chisme… perdón, la sensible divulgación de toda clase de eventos para movernos el alma, y el clima es tema recurrente. 

De esto sí puedo platicarles. La música ha dedicado enormes composiciones a la arena, al mar, al viento y, desde luego, a la nieve. 

He aquí, entonces, que a continuación les compartiré cinco versiones musicales sobre ambientes helados. Mi atención está en las distintas percepciones que tienen del invierno los autores que elegí y en cómo las transmiten. Me va a faltar papel, tiempo y conocimiento porque al respecto siempre habrá algo que compartir. 

Para ello, procedo a establecer mis parámetros. 

Antonio Vivaldi

En sus ‘Cuatro Estaciones’, Antonio Vivaldi definió mi paisaje nevado. En cada uno de los movimientos de sus cuatro conciertos para violín y orquesta de cuerdas, dejó un verso dedicado a las temporadas climáticas del año y su afecto; supongo que le servía para inspirar la interpretación, ya que era maestro en un orfanato y dirigía ahí una orquesta de estudiantes. Las palabras que corresponden a ‘El Invierno’ dicen así:

I · Allegro ·

Helado tiritar entre la nieve plateada

Al severo soplo del hórrido viento

Correr batiendo los pies en todo momento;

Y por el soberbio castañetear los dientes.

II · Largo ·

Estar junto al fuego,

Tranquilos y contentos,

Mientras afuera la lluvia moja a ciento.

III · Allegro ·

Caminar sobre el hielo y a paso lento, 

Por miedo a caer, avanzar con cuidado;

Ir firme, resbalar, caerse al suelo,

De nuevo ir sobre el hielo y correr rápido

Sin que el hielo se rompa y se desmenuce;

Sentir que sale de las puertas herradas 

Siroco, Bóreas y todos los vientos en guerra;

Esto es el invierno, pero tal, que alegría nos trae.

El primer movimiento es frío, hay nieve, viento y temblor del cuerpo. El segundo, más benévolo y tranquilo, trata una reunión cordial al calor de una fogata protegidos de la lluvia. El tercero nos advierte del peligro por las habituales caídas y porque los lagos congelados se resquebrajen justo bajo nuestros pies, finalmente, menciona la presencia de agitados vientos. A pesar de todo, al final, encuentra una conciliación pues también nos regala momentos alegres. 

Éste es el invierno que tengo en la cabeza ¿Cómo lo describiría yo? Diría que es cristalino, que hay vientos helados, vapor sublimado desprendiéndose del piso congelado como si fuera el mismísimo espíritu del hielo, incluso, tal como Vivaldi propone, me viene bien la idea de pasar el rato protegida con una bebida caliente y una cobija encima. Todo esto llega a mi inmediatamente al escuchar ‘El Invierno’ de Antonio Vivaldi.

Les cuento que las partituras de ‘Las Estaciones’ tienen un simpático detalle: a lo largo de su lectura, uno se va encontrando anotaciones que describen las escenas que hay que imaginar en tiempo real de la interpretación, así, es más fácil visualizarse como digo “protegidos con una bebida caliente y una cobija encima” … claro, descartando las dificultades instrumentales que la obra implica superar.   

De aquí parto. 

Hago notar que no puedo ser neutral. Vivo en un país que se ubica entre los 10º y 30º norte, cerca de la línea del ecuador, de ahí que mi filosofía es “estoy cómoda en el calor hasta 30º C y me pongo suéter abajo de 20º C”. 

En todo caso, comencemos:

PIOTR ILICH TCHAIKOVSKY

Mi primer referente comparativo es la sinfonía No. 1 de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), cuyo subtítulo es ‘Sueños de invierno’. Esta sinfonía recibe su nombre por sus dos primeros movimientos, el primero ‘Sueños de un viaje de invierno’ y, el segundo, ‘Tierra de desolación, tierra de neblina’. Los otros dos no tienen títulos, pero comparten el ambiente gélido. Data de 1866, de cuando su autor aceptó ser profesor en el Conservatorio Estatal de Moscú, una institución que lleva actualmente su nombre.  

Me parece de suma importancia porque en ella se aprecia el estilo que define sus creaciones más icónicas. Su contexto es que, después de graduarse y aceptar el puesto en el conservatorio las cosas no funcionaron tal y como él hubiera deseado en cuanto a la crítica y aceptación pública, así que decidió crear algo distinto, demandante y de gran formato, una sinfonía. Tan exigente fue el proceso creativo que le exprimió la cabeza… ¡Le sufrió! No podía dormir, no comía, se encerraba por largas temporadas. Tras completar el primer y segundo movimiento comenzó con las gestiones para estrenarla, pero se topó con pared porque no encontró el apoyo esperado. Finalmente, logró que Nikolai Rubinstein, hermano de su maestro Anton, le concediera dirigirla y presentarla. Aunque obtuvo el gusto de la audiencia y de la academia, pasarían unos quince años para que la volvieran a tocar, y es que les tomó tiempo asimilar una propuesta distinta a la que se enseñaba en clase.

Un rasgo característico presente en cualquiera de las producciones de Tchaikovsky es la variedad de recursos y mañas de los que se valía porque le costaba mucho cumplir los patrones germánicos preestablecidos sobre todo en la estructura. La mayoría de estos surgió precisamente al resolver ‘Sueños de invierno’. El proceso creativo rompió sus límites ideológicos y técnicos para ajustar y remodelar las estructuras tradicionales a lo que él podía y sabía hacer. Era natural que a los maestros no les gustara que trasgrediera las fórmulas a las que eran fieles devotos. Al final de este proceso, se dio cuenta de que, para él, estos desafíos serían recurrentes por lo que tendría que hacerse de todo tipo de provisiones que le ayudaran a plasmar sus ideas musicales.

Si bien es cierto que, comparada con Vivaldi, resulta no tan estrictamente hiemal, lo es tanto como pudiera ser para alguien que ubica su cotidianeidad en latitudes alrededor de los 55º N. Los vientos y los hielos, muy al norte y muy al sur del planeta, deben ser algo normal y cotidiano igual que el calor y la lluvia para quienes estamos cerca la línea del ecuador. Para nosotros los momentos de frío son eso, momentos; para un ruso, deben ser una cotidianeidad: casi seis meses tomando en cuenta que el final del otoño y el principio de la primavera son ya bastante bajos de temperatura. La vida, sin temor a equivocarme, corre en estos lugares tanto como corre en cualquier otro lado: asegurar techo, abrigo, alimento, lograr una forma de adquirir recursos; amor, odio, alegrías y tristezas, paz y disturbios; ir a trabajar, fiestas, ceremonias y un amplio etcétera a -20º C. En un buen estado de salud mental, uno busca ser positivo en el clima en el que le toca vivir.

El punto es que ‘Sueños de invierno’ es una sinfonía en la que podemos percibir mis requerimientos, un ambiente cristalino, con vientos helados, vapor sublimado y una taza de chocolate caliente en casa con una cobija encima, sin embargo, no como un momento excepcional, sino cotidiano. 

Si hay algo que agregaría es el tamaño de la sonoridad: los sentimientos son más grandes con una orquesta sinfónica y me parece lógico que Piotr Ilich Tchaikovsky conociera mayores dramas invernales que el veneciano Vivaldi.

Me causa curiosidad que, cuando coloqué en mi cabeza que hay personas cuyas vidas transcurren normalmente en bajas temperaturas durante largos periodos, entendí que el afecto general en toda la música de este autor ruso es propio de este clima. Siempre me parecieron helados el Lago de los Cisnes, el Cascanueces y los segundos movimientos del concierto para violín y del concierto de piano, hoy considero que todas sus composiciones, las alegres, las épicas, las luminosas y las oscuras, son así.

De aquí, comprender a Sibelius – siguiente en mi lista – fue como entrar a otra recámara de la misma casa, pues, aunque no existe una declaración explícita que señale que alguno de sus trabajos esté directamente relacionado con paisajes nevados, diría que todo en él tiene una conexión con estos, no obstante, expresado de otra forma pues cada uno plasma el paisaje desde su propio lenguaje.

JEAN SIBELIUS

Que la música de Jean Sibelius le lleve a uno a imaginarse bosques, lagos, archipiélagos, auroras boreales e inviernos extremos no es una casualidad, conscientemente buscaba él que así fuera. Por eso se le considera nacionalista… bueno, también por sus implicaciones políticas (nunca con armas, siempre por medio del arte). 

Los pongo al tanto. Fue un compositor finlandés que nació en 1865 en el Gran Ducado de Finlandia, que era parte de Rusia, y murió en 1957 en la República Parlamentaria de Finlandia, el país independiente que ahora son. Le tocó vivir todo el proceso de cambio político. En el momento en el que los rusos promulgaron leyes severas y censurantes, Sibelius participó en la resistencia con creaciones visiblemente finlandesas. Tenía especial preferencia por nutridas orquestas sinfónicas y los formatos grandes, por lo que no había manera de ignorarlo. Son conocidos el Concierto para violín, las segunda, quinta y séptima sinfonías, el poema sinfónico ‘Finlandia’, la ‘Suite Karelia’ y el ‘Vals Triste’.

Su repertorio siempre me ha parecido luminoso y fresco, aún la tristeza del ‘Vals Triste’ es nostalgia y no terrible desconsuelo; me es fácil encontrar bosques y gente del campo a través de sus notas y percibir un profundo amor a su país.  

 

De su producción musical, el inicio del concierto para violín me parece que se acerca más a mis condiciones invernales. Bella pieza. Les platico un poco las aventuras de este concierto. Resulta que la música fue entregada apenas antes de la fecha del estreno en 1903 dejando poco tiempo a su solista para estudiarlo y alcanzar buen nivel. Hay que mencionar que al violinista a quien se lo dedicó, Willy Burmester, no le quedaba el día del estreno en su agenda, así pues, la “première” estuvo a cargo de alguien más. Les fue mal. Entonces, muy molesto, Sibelius decidió hacer una revisión cabal de su concierto. Cortó grandes tramos porque, se dice, era casi imposible de tocar tal cantidad que había de pasajes virtuosos y eliminó otro tanto de temas que, según él, no hacían falta. En general trató de que mantuviera el carácter a pesar de los cambios. Después de esto, encontró la oportunidad de presentar esta nueva versión en Berlín con Richard Strauss dirigiendo y volvió a solicitar al maestro Burmester, pero tampoco le fue posible acudir siendo el concertino, Karel Halíř, quien lo interpretara en 1905. Willy Burmester se ofendió seriamente y juró jamás tocar la obra. En consecuencia, el concierto está dedicado a Ferenc Von Vecsey, un chico de unos 13 años que emprendió la hazaña de interpretarlo a esa temprana edad.

Creo que no puedo someterlo contundentemente a mi subjetivo “inviernómetro” aunque haya nacido en Hämeenlinna, que se ubica en la latitud 61º N, un poquito más al norte que Helsinki, 60º N: es difícil captar infortunio en quien es feliz en su país por muy frío que éste sea. Hay vientos helados, vapor sublimado, nieve, cristales de hielo… y música de gente que canta, baila y vive lo mejor que puede. Diré que cumple mis parámetros, pero desde la perspectiva “¡Qué bello! ¿No es verdad?”. En caso de que yo contrastara comentando “¡La helada se ha llevado lo que sembramos!”, él me dirá, “pues como a ustedes la sequía, el huracán o el temblor… pero sigue siendo bello ¿qué no?”. No deja de sorprenderme la luz especial que transmite.  

Hasta aquí pareciera que mi instrumento hiemal es el violín, ha sido concertante en mis tres primeras selecciones. Pero no. En el tercer referente comparativo de mi lista, la orquesta es protagonista de la trama sonora… mejor sería decir tragedia sonora. Nos transportamos a Inglaterra donde Vaughan Williams nos hablará de la Antártida y no precisamente acerca del hecho de que sus costas floridas son ahora mayores por el calentamiento global (que siempre ha tenido, pero ahora son mayores).

RALPH VAUGHAN WILLIAMS

Ralph Vaughan Williams (1872-1958) fue un autor inglés que hizo de su quehacer profesional el estudio, la recopilación y preservación de canciones antiguas y tradiciones musicales británicas, por supuesto, esto influenció completamente su estilo compositivo. 

Es interesante que tuviera tremendo hábito por componer aún desde antes de convertirse en profesional, a este periodo pertenece un voluminoso acervo que ya dejaba ver su potencial. Su lenguaje tenía la marca de las formas alemanas, fundamentales para la enseñanza en los conservatorios de ese tiempo, es decir, estructuras establecidas por Bach, Beethoven y Wagner básicamente. Encontró su propio lenguaje hasta después de los treinta años tras estudiar sólo unos meses con Maurice Ravel quien influenció radicalmente su estilo y fue hasta entonces que logró desarrollar y afianzar sus propias ideas.

Queda claro que fue prolífico, eso nadie podrá negarlo, se la pasó componiendo toda su vida ¡su última composición la terminó unos meses antes de morir! 

Tiene en su catálogo varias piezas con orquestaciones, contrapuntos y acompañamientos cordiales y entrañables como ‘Fantasia on Greensleeves’ (‘Fantasía sobre Greensleeves’) para orquesta de cuerdas, arpa y dos flautas opcionales, ‘Fantasia on a Theme by Thomas Tallis’ (‘Fantasía sobre un tema de Thomas Thallis’) para cuerdas y ‘The Lark Ascending’ (‘La alondra ascendiendo’), un poema para violín solista y orquesta.

Bien. Lo que trae a Ralph Vaughan Williams a mi conteo es su séptima sinfonía, conocida como ‘Antártica’. 

La historia es que, después de estrenar su sexta sinfonía alrededor de 1948, fue invitado a realizar la música de la película ‘Scott of the Antartic’, producida por Michael Balcon y dirigida por Charles Frend. La propuesta le fascinó conmovido por la trágica y desastrosa aventura de Robert Falcon Scott, inmediatamente se imaginó combinaciones instrumentales y recursos alusivos al hielo, viento, pingüinos y ballenas. Estaba tan emocionado que, antes de ver siquiera el libreto, él ya había escrito cerca de mil compases de los cuales sólo la mitad fue utilizada en el filme. Entonces pensó que sería excelente idea seleccionar cuidadosamente sus temas y convertirlos en un arreglo independiente. Dado el volumen del material, tardó varios años en organizar algo en concreto, ¡vaya! que hasta le dio tiempo para armar una ópera, ‘The Pilgrim’s Progress’ (‘El Viaje del Peregrino’). Terminó de escribir su Sinfonía Antártica en 1952 y fue estrenada en 1953.

Sus requerimientos son mayúsculos: una gran orquesta sinfónica, una máquina de viento, un órgano, una soprano y un coro de mujeres que no canta palabras, sino que vocaliza como si fueran un instrumento más, elemento aprendió de Maurice Ravel. Consta de cinco movimientos cada uno de los cuales inicia con un texto que más que explicativos, son evocativos. Tales citas no fueron específicamente para decirse en los conciertos, sin embargo, ya que la partitura no lo prohíbe, puede uno encontrarse presentaciones y grabaciones en las que se efectúan con mucho éxito. Incluso hay conciertos en los que se proyectan imágenes de la película. 

I Prelude

To suffer woes which hope thinks infinite, 

To forgive wrongs darker than death or night, 

To defy power which seems omnipotent,

 ... 

Neither to change, nor falter, nor repent: 

This ... is to be 

Good, great and joyous, beautiful and free, 

This is alone Life, Joy, Empire and Victory. 

— quotation from Percy Bysshe Shelley, Prometheus Unbound

Sufrir penas que la esperanza considera infinitas,

Perdonar agravios más oscuros que la muerte o la noche,

Desafiar al poder que parece omnipotente,

...

Ni cambiar, ni vacilar, ni arrepentirse:

Esto... es ser

Bueno, grande y jubiloso, hermoso y libre,

Esto es únicamente Vida, Alegría, Imperio y Victoria.

— cita de Percy Bysshe Shelley, Prometeo liberado

II Scherzo

There go the ships, and there is that Leviathan whom thou hast made to take his pastime therein. — quotation from Psalm 104, Verse 26

Por allí van las naves, y allí está ese Leviatán que tú formaste para que jugase en él (en el mar). — cita del Salmo 104, Versículo 26

III Landscape

 Ye ice falls! Ye that from the mountain's brow

 Adown enormous ravines slope amain —

 Torrents, methinks, that heard a mighty voice,

 And stopped at once amid their maddest plunge!

 Motionless torrents! Silent cataracts!

 — quotation from Coleridge, Hymn before Sunrise, in the vale of Chamouni


¡Oh cascadas de hielo! Vosotras que desde la frente de la montaña

Por enormes barrancos os deslizáis con ímpetu —

Torrentes, me parece, que escucharon una voz poderosa,

¡Y se detuvieron de repente en medio de su más loca caída!

¡Torrentes inmóviles! ¡Cataratas silenciosas!

— cita de Coleridge, Himno antes del amanecer, en el valle de Chamouni

IV Intermezzo

Love, all alike, no season knows, nor clime,

 Nor hours, days, months, which are the rags of time.

 — quotation from Donne, The Sun Rising

El amor, todo igual, no conoce estación, ni clima,

Ni horas, días, meses, que son los harapos del tiempo.

— cita de Donne, El sol naciente

V Epilogue

I do not regret this journey; we took risks, we knew we took them, things have come out against us, therefore we have no cause for complaint. — quotation from Captain Scott's Last Journal

No me arrepiento de este viaje; asumimos riesgos, sabíamos que los asumíamos, las cosas han resultado en nuestra contra, por lo tanto, no tenemos motivo de queja. — cita del Último Diario del Capitán Scott

Vaughan Williams nos muestra el lado majestuoso, inmenso y terrible de las interminables nieves de la Antártida representando tormentas, avalanchas, vientos, largos momentos de silencios insufribles y, a la vez, el estruendoso rugir del clima en la soledad de la latitud sur más alejada en el planeta. Hasta ahora no había tocado el aspecto terrible en el tema de este artículo: hay muerte.

La partitura es monumental, no sólo en el tamaño y su orquestación, sino por el nivel de emociones que maneja. Por supuesto, cumple en demasía con mis requerimientos: un ambiente muy frío, muy cristalino, con intensos vientos helados y mucho vapor sublimado.

Cuando conocemos la historia que la inspira, disfrutamos dibujando en nuestra mente paisajes con icebergs y escenas de la aventura; cuando no, podemos disfrutar de un fuerte y sustancioso poema sinfónico. Que una composición derivada sea capaz de su independencia habla positivamente de su autor. 

Pienso dejar aquí al inglés Ralph Vaughan Williams y cambiar de carácter… No, no quiero causarles una ansiedad por el giro abrupto, nada más alejado, pero estamos listos para temas algo más tranquilos.

Takashi Yoshimatsu

No sé si sepan, seguro sí, Japón es un país en el que cae nieve seriamente, en invierno pueden alcanzar -17ºC en las zonas montañosas y en las costas. (En ciudades como Tokio, Kioto y Osaka no es tan intenso, tienen un mínimo de unos 2ºC).

Retomando el asunto inicial de los fenómenos fantásticos del planeta, resulta que los vientos fríos y secos de Siberia y China cruzan el Mar de Japón donde ganan humedad y algo de temperatura, al llegar a Japón son forzados a elevarse por las montañas enfriándolos de nuevo y dejándolos listos para nevar. Por cierto, que, en febrero de este 2025, acumularon hasta cuatro metros en Fukushima… que no está tan al norte, latitud 37º. Estos vientos son algo para prestar atención cuando afectan en tal forma el clima, se le conoce como efecto del mar.

Una cápsula informativa para situarlos en contexto. 

Quiero platicarles de una bella obra de cámara que se titula ‘White Landscapes’ (‘Paisajes Blancos’) del japonés Takashi Yoshimatsu. Se trata de una pieza para flauta, arpa, violonchelo y cuarteto de cuerdas, esto es que hay un grupo solista integrado por la flauta, el arpa y un violonchelo y tienen de acompañamiento no de piano u orquesta, sino un cuarteto de cuerdas (me causa curiosidad que requiera dos violonchelos y que, en el escenario no estarían juntos, quedaría uno con el grupo solista y el otro con el cuarteto). 

Yoshimatsu nació en Tokio en 1953. Comenzó tardíamente a interesarse por la música de concierto presentando su primera creación a los 27 años una partitura contemporánea para cuerdas y piano, ‘Threnody to Toky’ (“Lamento para Toky” – especie extinta de ibis japonés –), a diferencia de tantos otros genios que comienzan a escribir a muy temprana edad.

Me parece interesante que fuera fuerte seguidor del rock progresivo (Pink Floyd, Emerson Lake & Palmer, Yes) e incluso que tuviera un grupo con el que hacía “covers” y exploraba el estilo. Entre los dieciocho y veinte años, se enganchó con las partituras de las sinfonías de Beethoven, Tchaikovsky y Sibelius emprendiendo por su cuenta la tarea de analizar su instrumentación con mucho detalle. Sabía lo que hacía por los resultados que ha conseguido (sigue vivo). En ese momento fue cuando tomó la determinación de abandonar sus estudios de ingeniería y dedicarse a crear música sinfónica de forma autodidacta.

Es curioso que mientras los artistas de rock progresivo agregan elementos clásicos a sus composiciones, Yoshimatsu se deja influenciar por este género y logra una mezcla homogénea en el terreno de lo académico. 

En la más afortunada de las consecuencias por hacerse uno mismo de su propia educación y desarrollo, su estilo tiene influencias de modernismo, minimalismo, líneas tradicionales clásicas, rock progresivo, jazz y su propia raíz cultural.

A destacar que, dentro del grupo de compositores del siglo XX y XXI, su lenguaje va de la mano con lo afectivo, rasgo que lo coloca como neoclásico o neorromántico; en cualquier caso, a él no le hace gracia que se le clasifique con los vanguardistas que mantienen la disonancia como un credo y no como un recurso. 

“White Landscapes” es precisamente lo que indica su título, paisajes blancos. Evoca la tranquilidad y la quietud de un paisaje cubierto de nieve utilizando sonoridades delicadas y contemplativas, muestra un impresionismo con giros melódicos orientales. 

Tiene tres movimientos: 

I Divination of Snow (‘Adivinación o presagio en la nieve’)

II Stillness in Snow (‘Quietud en la nieve’)

III Disappearance of Snow (‘Desaparición de la nieve’)

Un aspecto que me cautiva es el manejo del tiempo musical, parece suspendido. Gestiona el silencio como un elemento estructural y expresivo, no como ausencia o inactividad. Las notas sostenidas y los cambios graduales de ‘White Landscapes’ se desvanecen lentamente dejando un umbral entre ellas: los silencios obligan amablemente a la meditación, son momentos de respiración que dan significado espiritual al dibujo sonoro. 

Se trata de un pensamiento muy japonés, el Ma (間). Representa el espacio entre objetos físicos, pero no como simples silencios o interrupciones, sino como breves intervalos llenos de potencial. El Ma abarca todo lo que ocurre espiritual y afectivamente activando el pensamiento introspectivo antes y después de la acción. Es este espacio intermedio el que permite, pacíficamente, la entrada a lo que viene.

La complejidad del Ma envuelve la profundidad dentro de la relación entre el sonido y las pausas desde la perspectiva de las pausas, no desde el sonido. Según esta tradición, los sonidos existen para enmarcar el Ma, y no al revés. 

He aquí que el arte japonés incluye deliberadamente momentos de quietud para sentir durante su ejecución. Esta filosofía resulta sumamente importante para entender su expresión y su capacidad de adaptarse perfectamente a lenguajes modernos y vanguardistas. 

Si nos diéramos tiempo para meditar a profundidad sobre los significados de lo que fue, es y será, cambiaría absolutamente nuestro enfoque al abordar el arte y su esencial impacto en el pensamiento. 

‘White Landscapes’ no supera mi “inviernómetro”, lo enriquece, pues no sólo encuentro que sea cristalino, que haya vientos helados, vapor sublimado desprendiéndose del hielo como si fuera el mismísimo espíritu del clima, tampoco la bebida caliente y una cobija encima, sino que he descubierto que la nieve misma tiene cualidades que se relacionan con el Ma por su poder de transformar el paisaje creando espacios de silencio visual y acústico.

Hasta aquí por hoy.

Es verdaderamente extenso el material con el tema de la nieve, estas sólo fueron cinco obras que yo escucho con gran placer. Faltó hablar de Schubert y su trágico ciclo de canciones ‘Winterreise’ y otros lieder que dedicó al invierno; sobre la ‘Sinfonía Alpina’ de Richard Strauss; de Toru Takemitsu, que tiene una bella canción, ‘La neige’ (La nieve), inspirada en un poema de Paul Verlaine ‘Dans l’interminable …’; e iniciar algún comentario sobre Karen Tanaka y su ‘Frozen Horizon’… y tantas más… Sin embargo, me da gusto porque son ideas para abordar posteriormente y tener buena excusa para escribirles.

La advertencia queda. Somos la única especie que posee la capacidad de conocer su propio impacto en el planeta, somos los únicos que sabemos que podríamos hacer algo para mejorar las condiciones de los ecosistemas que compartimos con todos los seres… pero preferimos ignorar. No hace falta, pero lo diré: estamos mal y hay que corregir, empezar en nuestra propia casa es buen inicio.

Muchas gracias por su atención.

REFERENCIAS PARA ESTE ARTÍCULO:

- Auad, J., & JuliaIcon, M. (2023, agosto). In praise of pause: Ma and Japanese haiku. Lingüística y literatura, Universidad de Antioquia. e-ISSN: 2422-3174. https://doi.org/10.17533/udea.lyl.n84a13

- Suárez Ramírez, L. A. (2024). Moscas, perros, pájaros y ballenas. Expresiones Veterinarias, 24(2), 17-22. https://www.expresionesveterinarias.com/2024/04/moscas-perros-pajaros-y-ballenas.html

- Suárez Ramírez, L. A. (2024, agosto). Moscas, perros, pájaros y ballenas musicales II: Takashi Yoshimatsu - El japonés de las aves. Expresiones Veterinarias, 24(3), 21-27. https://www.expresionesveterinarias.com/2024/08/moscas-perros-pajaros-y-ballenas.html

- Szaro, M. (2025, junio 2). Why is there so much snow in Japan? TO THE MOUNTAINS BLOG by SKI.COM. Recuperado el 28 de marzo de 2025, de https://www.ski.com/blog/why-is-there-so-much-snow-in-japan

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- Yoshimatsu, T. (1991). White landscapes: For flute, cello (bassoon), harp (and string quartet/ensemble), op. 47. Japan Arts Corporation.

IMÁGENES:

- Imágenes obtenidas de Google Imágenes: img 1, img 12 (imágenes del Planeta Tierra).  

- Imagen creada por la autora: img 3 (Ilustración de Luz Arcelia Suárez Ramírez).  

- Imágenes tomadas de Wikipedia, The Free Encyclopedia: img 2, img 4, img 5, img 7, img 10.  

- Imágenes generadas con IA en Microsoft Designer AI (2025, marzo 29): img 6, img 8, img 9, img 11


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