Ana María Román Díaz
Víctor Fernando Carlos
Palabras clave: muerte, filosofía, religión, miedo, naturaleza
“Nada me retiene, cada minuto, Madre, estoy listo para dejar este sueño llamado vida o permanecer y hacer Tu voluntad”. Paramahansa Yogananda.
La muerte es un fenómeno irreversible que es la parte final de la vida, es un evento ineludible con el que termina el ciclo vital de todo ser viviente, su definición y sus límites no son precisos, solamente se puede asegurar sin lugar a duda que ha ocurrido por la presencia de desintegración y putrefacción, así el hablar de la muerte clínica, encefálica, celular, apoptosis o muerte programada, no es suficiente. La tanatología la aborda con una visión integral que también comprende los aspectos antropológico, psicológico, social, económico, religioso y moral, lo que está estrecha mente relacionado con la bioética, término introducido en 1970 por Van Ressencaer Potter, un oncólogo de la Universidad de Wisconsin para designar a una disciplina práctica para salvaguardar a los seres vivos incluyendo al hombre y al medio ambiente.
Las diversas ramas de la filosofía se han enfocado en las formas como el ser humano enfrenta las particulares condiciones de su existencia y les confiere significado. La muerte, elemento implícito en toda forma de vida, toma dimensiones completamente singulares en la existencia humana y como tal ha sido fuente de inspiración y temor a lo largo y ancho de la historia de la civilización. Según Elías (1989) hay cuatro modos principales con los cuales afrontamos nuestra finitud: afirmando una condición de existencia después de la vida, cohibiendo la idea de la muerte, considerando que les va a suceder a otros, pero no a uno mismo y, significándola como condición ineludible de la existencia.
Consideremos ahora el aspecto religioso:
Para el cristianismo, el sentido de la vida es alcanzar la vida eterna tras la muerte. El cristiano vive acorde a las enseñanzas de Jesús de Nazaret con el propósito de alcanzar la deseada vida eterna y bajo el lema de “ama a tu prójimo como Dios te ama a ti”. En el cristianismo la muerte es «el tránsito entre lo que es la vida temporal y la vida definitiva».
El judaísmo es la religión más antigua dentro del grupo abrahámico (judaísmo, cristianismo e islam) y habla del mundo venidero. En ese nuevo mundo vendría un mesías, a restablecer una vida sagrada. Tras la muerte, pueden darse tres posibilidades cuando el alma y el cuerpo se separan: el alma espera la aparición del Mesías y se supera el Juicio Final, se unifican los cuerpos con las almas; el alma puede quedarse en el cuerpo hasta su entierro, momento en el que se separa del cuerpo; el alma puede pudrirse con el cuerpo.
Para el islam, todos los individuos deben someterse a la voluntad de Alá, el único y verdadero dios existente. El espíritu del fallecido sale del cuerpo y se traslada hacia el último cielo, lugar donde permanece Alá. El destino es que Alá determine dónde debe ser dirigida cada persona.
El hinduismo persigue 4 metas para el ser humano basadas en: la alegría (la plenitud a través de los sentidos), las metas (obtención de bienes materiales, conquista de habilidades…); el deber moral (justicia interna y externa); y la liberación (liberarse de todo lo anterior, de los objetivos y deberes mundanos). A través de esta liberación, el hindú entra a la unidad con todo lo que está más allá de esta realidad. De esta manera, se libera de sus condicionamientos humanos y trasciende la muerte. El cuerpo se libera del karma y se determina las condiciones de la siguiente vida donde se producirá la reencarnación.
En el hinduismo se cree que la realidad sólo se puede ver a través de los ojos cerrados en meditación. Y que, una vez alcanzado el estado de realización podemos entender que esta vida es sólo un sueño del Infinito (Dios) .
El budismo cree en la reencarnación tras la muerte del cuerpo físico. La intención budista es llegar a conseguir la mejora constante a lo largo de estas vidas para poder alcanzar la iluminación.
En el budismo hay una práctica para entrenarse a morir todos los días, cada noche hacer un recuento de lo que hicimos y terminar aceptando que tal vez este es el último día y aceptarlo con alegría y sin apego, pues sabemos que algún día se hará realidad.
Y en la tradición mexica se habla de que la muerte es sólo el final del sueño.
En la sociedad actual, se vive en una sociedad volcada en alcanzar dos objetivos que parecen haberse convertido en vitales: la acumulación material y alargar la juventud. Ambas cuestiones inspiran cada cosa que hacemos y no resulta extraño que tratar y conversar sobre la muerte resulte incómodo. En una sociedad que ansía mantenerse eternamente joven, en la que envejecer se ha desvinculado del proceso natural y biológico del ser humano, tratando de frenar y de controlar algo que forma parte de la vida.
La sociedad moderna considera a la muerte como el enemigo a vencer, orienta incluso al estudio de la medicina, los médicos consideran un gran fracaso si alguien muere. Si dedicamos una vida entera a la acumulación de bienes, conocimientos, éxitos, prestigio… ¿dónde dejamos los aspectos morales, filosóficos, religiosos? ¿Qué trascendencia adquieren?
El sentido de la medicina debería ser visualizar el dolor como algo primordial que atender, la experiencia de la vida dolorosa y la dificultad de comprender el dolor de los otros. Este conflicto ético aparece en la conciencia del médico cuando éste asume el compromiso de ir más allá de la ayuda instrumental e intenta ver el sufrimiento del enfermo desde la realidad del otro como sí mismo. Evitar o minimizar el sufrimiento debería ser la meta de los involucrados en la salud de todo ser viviente. El sufrimiento, por otro lado, es una respuesta cognitiva y emocional a la sensación de dolor o a otras experiencias negativas. El sufrimiento implica un proceso de interpretación y adaptación emocional, psicológica y existencial que puede ir más allá de la mera sensación física.
Nuestro destino físico es la muerte y solo en vida podemos decidir qué significado queremos darles a nuestras experiencias, cómo queremos transitar los duelos, qué aprendizaje nos queremos llevar y qué vivencias deseamos acumular.
Al margen de las creencias religiosas, nos encontramos ante una decisión, que solo nos pertenece a nosotros: ¿lo vamos a hacer desde el miedo o desde la aceptación de que, al final, la muerte es la prolongación de la vida ya que, sin una, no existiría la otra? O vamos a culpar a otros.
En una sociedad enfocada a la ganancia, en gran medida, de corte material, y mantener una juventud más allá de la edad natural, no sorprende que la muerte sea un apartado incomodo de mirar. Es normal que observemos la muerte con cierto temor e incluso rechazo. Cuesta respetar e integrar en la vida los duelos internos y externos de las personas que han sufrido una pérdida. En una sociedad que quiere mantenerse eternamente joven, en la que preocupa envejecer, tanto a hombres como a mujeres, es fácil entender que la muerte sea un capítulo al que no se quiera dar mucho espacio, ni en observación ni en conversación ni en enfoque. Igual que resulta incómodo hablar o mantener el silencio, hablar de la muerte como parte de la vida es un tema de conversación que cuesta encarar.
la sociedad moderna está redefiniendo el término animal de compañía, los llama incluso perrhijos, gathijos y pretende darle atributos humanos. De la misma manera ve la muerte de ellos, más que como una pérdida, como un fracaso, aunque muchas veces no creen necesario proporcionarles los mismos cuidados y atenciones preventivas (revisión médica veterinaria, vacunas, desparasitaciones, nutrición adecuada, entre otros). Esto puede estar relacionado con el hecho de que la muerte arrasa con todo lo que se ha querido acumular durante el existir: poder, reputación, reconocimiento, dinero, estudios, elementos materiales e inmateriales. Entonces deciden culpar al médico veterinario y lo someten a toda clase de actos violentos (desprestigiarlo en las redes, amenazas para que les sea devuelto su dinero, vandalismo en sus consultorios, incluso golpes y asesinatos).
La muerte tira todo lo acumulado por la borda. Quien muere deja atrás toda su influencia, su posición social, sus pertenecías, sus conocimientos. Y no solo no se puede llevar nada de todo ello consigo, sino que incluso no puede controlar lo que suceda sus “bienes”.
Es por ello por lo que desde el culto de la sociedad moderna civilizada se intente mantener evitar la muerte mayor tiempo posible, tratando de frenar o incluso controlar el proceso de envejecimiento.
Revisemos ahora algunos fragmentos alusivos al dolor y la muerte de dos juramentos médicos:
“Consciente de la obligación que acepto como profesional, en este momento solemne, juro que emplearé mis conocimientos y habilidades en beneficio de la sociedad, a través de la protección y cuidado de la salud de los animales, procurando siempre su bienestar y salvaguardando la salud pública y la seguridad e inocuidad alimentarias (Juramento veterinario UNAM)”
“Trataré por cuantos medios científicos estén a mi alcance, de proteger la vida de los animales útiles al hombre, así como evitaré el sufrimiento innecesario de los mismos”.
“VELAR ante todo por la salud y el bienestar de mis pacientes; RESPETAR la autonomía y la dignidad de mis pacientes; VELAR con el máximo respeto por la vida humana; NO PERMITIR que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interpongan entre mis deberes y mis pacientes (Declaración de Ginebra)”
Entonces, por qué tanto miedo a la "muerte" ¿Por qué tanto misterio a algo que es lo más seguro en esta vida? ¿En qué momento nos hicieron creer que significa el final de algo, en vez de sólo un pasaje?
Imagina la vida como la escuela, estudias, aprendes, pasas un examen, y ¿qué sigue? Sigue avanzar, cambiar de salón, cambiar de grupo... ¿qué pasa si me aferro al mismo grupo, al mismo profesor? No avanzo. Y ¿por qué querríamos estancarnos?
Por otro lado, Steiner enseñaba a respetar el ritmo de aprendizaje en los niños, que va en armonía con el crecimiento físico y emocional, si forzamos una etapa en alguien que no está listo, crea desarmonía. Entonces podemos tener la seguridad y la tranquilidad de que en realidad no tenemos control, y al no poder controlar la muerte (o la vida), nos quita un gran peso de encima.
¿Qué pasaría si dejamos de preocuparnos por el futuro? ¿Qué pasaría si dejamos de aferrarnos al pasado? Ambos son ilusorios; sin importar la religión, la ciencia, la tecnología... la realidad más lógica es que sólo existe el tiempo que experimentamos ahora mismo; el presente, esto que estás leyendo ahora mismo es lo único que existe.
Y de ahí comienza el trabajo interno; ¿quién decide mis preocupaciones? Los miles de seguros que la sociedad nos vende "por si acaso" Los miles de créditos que los bancos nos ofrecen para pagar hasta ¿quién sabe cuándo? Los planes mensuales que generan ansiedad porque sabemos que en algún momento el precio aumentará.
Podemos reflexionar, ¿quién se beneficia del miedo a la muerte? ¿Quién se beneficia del miedo a la enfermedad? ¿Al deterioro? ¿A la decadencia? Y ¿por qué nos han inculcado esa batalla ilusoria para vencer a la muerte? La tan conocida batalla contra un virus, contra una bacteria (medicina moderna), y sería cuestión de sólo cambiar las palabras para cambiar de mentalidad... ¿batalla, guerra, competencia? Vivimos en armonía con la naturaleza, con la sociedad, con el gobierno, queramos o no, hay un equilibrio natural en las cosas. La batalla está dentro de nosotros.
Un monje budista explica: puedes aprender a ser doctor, puedes aprender a ser ingeniero, y no es seguro que llegues a ser doctor, o que llegues a ser ingeniero. Pero cuando aprendes a morir, ten por seguro que vas a utilizar ese grado.
Mucha teoría, muchas ideas nuevas o desconcertantes tal vez, pero si llegaste hasta esta parte del texto tal vez sea bueno ¡que comencemos la práctica! ¿Cómo aprender a morir?
Ram Dass enseñaba una técnica práctica y sencilla. Aprender a vivir aquí y ahora, porque en el presente no existe miedo, ansiedad, incertidumbre, en el presente sólo hay paz.
Inhala por la nariz y exhala por la boca, y en cada exhalación intenta que sea un poquito más larga que la inhalación (poquito, sin crear estrés) y en silencio, en tu cabeza pregunta:
¿En dónde estoy?
Y responde: aquí.
Y en silencio pregunta:
¿Qué hora es?
Y responde: ahora.
Varias veces:
¿Dónde estoy? Aquí.
¿Qué hora es? Ahora.
Hasta que se vuelva parte del pensamiento principal durante unos minutos y veas que ya no puedes escapar del tiempo presente, el único que existe, la única realidad es aquí y ahora.
Aquí y ahora.
Y poco a poco liberarnos del miedo a algo natural, al crecimiento. Aunque sepamos o no qué hay más allá, ¿en verdad importa ahora?
"No te preocupes, la muerte es absolutamente segura."
Referencias
Elías, N. 1989. La soledad de los moribundos. México: FCE
Gutiérrez-Samperio, C. 2001. La bioética ante la muerte. En: Gaceta Médica México Vol. 137 No. 3
Paramahansa Yogananda 1975. EL ROMANCE DIVINO. SRF
Ram Dass 1970. Aquí y ahora. Barcelona: Producciones Editoriales
https://ortegaserviciosfunerarios.es/muerte-religiones/
https://www.alfinaldelavida.org/la-muerte-en-diversas-tradiciones-religiosas/
https://wsava.org/wp-content/uploads/2020/01/Spanish_WSAVA-Global-Veterinary-Oath.pdf
http://www.scielo.org.co/pdf/ccso/v16n30/v16n30a19.pdf
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