Editorial



 Damos la más cordial bienvenida a la generación 2023 de futuros médicos veterinarios.

Continuamos con contingencias, recomendando sean cuidadosos y como buenos científicos, investiguen, comparen, cuestionen y critiquen diferentes opiniones para que puedan actuar con responsabilidad de acuerdo al mejor criterio.

Afectuosamente,
Ana María Román de Carlos


Los Servicios Digitales de la UNAM

 Ana María Román Díaz
Saúl Acuña Paredes
Cristián López Montelongo
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria. Coyoacán. 04510. México, D.F.


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Johann Sebastian Bach (21 de marzo de 1685 –28 de julio de 1750)

Román D., AM
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
Universidad Nacional Autónoma de México
Circuito Exterior, Ciudad Universitaria, 04510
Ciudad de México

Fue el octavo hijo, probablemente su padre le enseñó a tocar el violín, su tío Johan christoph lo introdujo al órgano.

Su madre murió cuando Johan Sebastian tenía 9 años y su padre ocho meses después, entonces se fue a vivir con su hermano mayor, Johan Christoph, organista de una ciudad cercana.

El pequeño Johan copiaba, estudiaba e interpretaba música, a pesar de que estaba prohibido hacerlo.

En 1700, a sus catorce años, Johann Sebastian fue premiado, junto a su amigo del colegio Georg Erdmann, dos años mayor que él, con una matrícula para realizar estudios corales en la prestigiosa Escuela de San Miguel en Luneburgo.

En 1703 fue rechazado para el puesto de organista en Sangerhausen, pero logró un puesto de músico de la corte del duque Juan Ernesto III en Weimar. Ese mismo año obtiene el cargo de organista de la iglesia de San Bonifacio. En esa época compuso una serie de preludios e improvisatorios.
Incursionó en otros puestos y en 1707 se casó con María Bárbara Bach, prima segunda con quien tuvo siete hijos, entre ellos, Wilhelm Friedemann y Carl Philipp Emanuel llegaron a ser grandes compositores.

Vivió en Weimar de 1708 a 1717, gracias a una mejor oferta de trabajo como organista de la corte ducal del lugar.

En 1720 murió su esposa y en 1721 contrajo matrimonio con Anna Magdalena Wilcke, 16 años más joven. Tuvieron 13 hijos de los que solo 6 llegaron a la vida adulta, tres de ellos fueron músicos destacados.

En 1723 Bach es nombrado Thomaskantor y director musical de las principales iglesias de Leipzig, donde se quedó hasta su muerte.
Bach tuvo una salud a toda prueba hasta su etapa de madurez. Recientes estudios aseguran que padecía obesidad y una discreta parálisis facial, tal vez por un infarto cerebral.

Algunos oftalmólogos opinan que probablemente tuviera miopía.

La vista se le fue deteriorando considerablemente. Su familia tenía antecedentes de cataratas que tal vez se complicaron con glaucoma.
Fue quedándose ciego, por consejo de sus amigos consultó a un oculista inglés, John Taylor que había operado con cierto éxito a muchas personalidades europeas.

Taylor resultó un charlatán, gustaba de desaparecer rápidamente de las ciudades donde había realizado alguna operación. El tratamiento habitual de la época para las cataratas eran dietas esotéricas, sangrías y aplicación de sanguijuelas. El recurso quirúrgico era seguido de lavado de ojos con una mezcla de bálsamo del Perú y agua caliente. La cirugía inició colocando sobre los ojos manzanas calientes para ablandar la córnea; el paciente fue atado en una silla, sin anestesia ni ninguna medida higiénica. Posteriormente fue vendado con cintas negras sobre los ojos; ante el fracaso de la primera intervención, fue sometido a una segunda operación que produjo una severa infección del ojo.

Tres meses después de operado, Bach presentó parálisis cerebral y quedó inconsciente. Desarrolló fiebre, neumonía y el 28 de julio de 1750, falleció a la edad de 65 años. Un periódico de la época informó de que «las infelices consecuencias de su muy poco exitosa operación» fueron la causa de su muerte. Actualmente se cree que su ceguera fue originada por una diabetes sin tratar. Según ciertos médicos, padecía de blefaritis, enfermedad ocular visible en los retratos de sus últimos años. Fue sepultado tres días después sin que nadie pusiera ninguna señal, por ello, nadie recordó la localización de sus restos.
Compositor, organista, clavecinista, violinista, violista, director de orquesta, antor, director de coro, concertino, musicólogo, profesor de música, virtuoso, músico, profesor alemán del período barroco y maestro de capilla de la corte.

Tuvo una gran fama como organista y clavecinista en toda Europa por su gran técnica y capacidad de improvisar música al teclado. Además del órgano y del clavecín, tocaba el violín y la viola da gamba.

Su fecunda obra es considerada la cima de la música barroca; autor de más de mil obras, destaca en ella su profundidad intelectual, su perfección técnica y su belleza artística, además de la síntesis de los diversos estilos nacionales de su época y del pasado. Bach es considerado el último gran maestro del arte del contrapunto y fuente de inspiración e influencia para posteriores compositores y músicos, tales como Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Felix Mendelssohn, a quien se debe el redescubrimiento de las obras de Bach; Robert Schumann y Frédéric Chopin, entre muchos otros. Aunque los manuscritos de muchas de sus cantatas fueron vendidos como papel y como cobre viejo las planchas grabadas por su mano de El arte de la fuga.

Su viuda murió de hambre siete años después y la última de sus hijas tuvo que ser socorrida por la caridad pública para que no muriese por la misma causa.

Referencias:

Martínez P, A. 2015. Músicos y medicina: historias clínicas de grandes compositores. México: El Colegio de México

Salazar A. 1950. Introducción y notas, en Juan Sebastian Bach. México: Fondo de cultura económica

https://es.wikipedia.org/wiki/Johann_Sebastian_Bach 


Dr. Cadáver - Albert Karno

                          Felipe Román López


Palabras clave: Libros, Reseña

Albert Karno, médico de Francia, en 1894, quiere hacer autopsias de jovencitas que aparecen muertas en la calle, pero está prohibido. Investigando descubre un convento donde martirizan jovencitas con lobos. Es una secta homosexual.

Es un thriller fascinante escrito por Lene Kaaberbol.





El Maestro Ideal 2

Ana María Román Díaz
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria. Coyoacán. 04510. México, D.F.

Continuando la reflexión sobre cómo sería un maestro ideal, les comentaré, apreciados lectores, mi muy particular punto de vista.

En nuestra ya no tan corta experiencia, lo primero que yo aprecio de un buen maestro es que crea en sus alumnos, que espere algo bueno de ellos, que los anime a encontrar su propia creatividad, que se prepare intelectualmente a través de un aprendizaje extraordinario, vamos, que sepa de lo que está hablando y que se mantenga actualizado.

En algún lugar leí que el principio básico del profesor es “no hacer daño”, no amedrentar a los estudiantes, no imponer tareas excesivamente gravosas, que no traume a los estudiantes.

Según la RAE, enseñar es: instruir, doctrinar, amaestrar con reglas y preceptos. Viene del latín insignare, compuesto de in (en) y signare (señalar hacia), brindar una orientación sobre qué camino seguir

Aprender, dice la RAE es: adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia. De acuerdo con su raíz etimológica, viene del latín apprendhere, compuesto de ad (hacia), prae (antes) y el verbo hendere (atrapar, agarrar); imaginemos a un gato cuando persigue y atrapa a un ratón.

Una definición más, conocimiento es la facultad del ser humano para comprender por medio de la razón la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Por su etimología viene de conocer: con (todo, junto) y del verbo gnoscere (conocer). Se relaciona con el griego gnosis y miento que indica instrumento, medio o resultado.

El conocimiento no se recibe, se construye; se adquiere a través de la capacidad que tenemos de identificar, observar y analizar los hechos y la información que nos rodea. Comenzamos por utilizar nuestros sentidos para después conectar las sensaciones para construir patrones. Nos encanta establecer patrones, que posteriormente nos son de utilidad.

Cuando enfrentamos algo nuevo, desconocido, intentamos relacionarlo con lo que conocemos, nuestros patrones. Recuerdo que cuando comencé a utilizar computadoras personales, algunas personas intentaban resolver todo mediante el uso de aquel Lotus, antecesor del actual Excel. Me resultaba cómico ver cómo hacían una tarea de escribir un texto en ese programa. Era lo que se conocía y se trataba de acomodar como fuera.

Pero fue necesario enfrentar el fallido intento, el desafío intelectual de comprobar que no todo se resuelve en Lotus, que había que buscar nuevas alternativas, nuevos paradigmas y así crecíamos en conocimiento.

¿Cómo estimular a los estudiantes para que logren construir sus propios nuevos modelos? Que no se limiten solo a memorizar para pasar exámenes. No soy pedagoga, solo puedo hablar desde mi humilde experiencia como profesora.

Permitirles que, a partir de un concepto ya conocido, interpreten, desbaraten y construyan su propio concepto, lo relacionen a lo que ellos conocen y que generen la suficiente curiosidad para incorporar nuevos conocimientos.

Se aprende mejor cuando enfrentamos una pregunta relevante, que despierte verdadero interés o que persiga un fin importante, que motive, que no desanime.

Cada uno de los conceptos mencionados anteriormente, dan para una larga disertación. Por ahora solo espero haber causado algún interés, aprobación o rebeldía y confío en que deseen compartir sus experiencias.

 

Reforestando

 Raúl Madrigal

El cambio climático ya no se puede detener, sólo podemos suavizar sus efectos.

Una forma de hacerlo es restaurar los bosques, por eso acudimos en días pasados a una zona boscosa de Huixquilucan, Estado de México, a un lugar protegido, donde los árboles tienen asegurado su aporte de agua.

Plantamos algunos árboles, especies nativas del lugar; ahora solo resta esperar que los pobladores los respeten y permitan su crecimiento.

Afortunadamente conocimos a algunos campesinos del lugar comprometidos con su entorno y dispuestos a luchar contra otros que han decidido vender sus tierras para que se construya un complejo “ecológico, de lujo”. Para que esto se logre, están planeando talar más de diez mil árboles, desviar los cauces de agua y desalojar a los pobladores.

Plantamos árboles, pero sembramos amistad, solidaridad, convivencia, compromiso. Una bonita experiencia.





















El Güero

 MVZ Agustín Guevara Romero

Nos reuníamos en los pasillos los cuates de la palomilla, ya habíamos jugado la cáscara, todos sudados y llenos de polvo, yo estaba recargado sobre la guarnición de varillas que rodean el prado, empecé a sentir en una de las manos la humedad tibia de su lengua, yo la quitaba y él insistía en seguir lamiendo mi mano.

- ¡Sáquese pinche perro! – Lo amenazaba con el puño de mi mano y me la limpiaba en el pantalón terroso - ¡Sáquese perro! - Le gritaba

Corría para el otro lado del jardín y regresaba a querer lamer mis manos, movía juguetón la cola y brincoteaba de un lado a otro. Yo pensaba entre mí, “pinche perro ¿qué le pasa?”.  Y yo seguía con mis amigos platicando y echando relajo entre nosotros, de nuevo ahí viene el pinche perro.

Tomé una piedra y se la arrojé para pegarle, pero tan ágil resultó que la piedra siguió su trayectoria con rumbo desconocido sin haber acertado en su cabeza.

- ¡Pinche perro, se movió y no le di! – exclamé a los cuates. Estos se carcajearon burlándose de mí por mi mala puntería, ellos eran Alejandro Morales, el Mejoral, Alfredo, el Peluco, Jorge, el Botas, y Víctor el Panzón su hermano.

- ¡Jajajajaja! Se rieron de mí por no atinar siquiera a las patas.

Un perro peludo, amarillo, caminaba renco, porque una de sus patas traseras estaba lastimada, - un golpe viejo- su mirada era amigable a pesar de ser corrido de todos lados, sus ojos color marrón brillaban con el sol parecían luces y sus orejas erguidas siempre moviéndose para todos lados percibiendo toda clase de sonidos, era pachón con mucho pelo que le crecía del cuello hacia la cabeza que le daba la apariencia de melena de león.

Un día de los días, hubo una fiesta en mi casa, no recuerdo de quién fue el cumpleaños, pero hicieron mole con pollo y un pastel de tres pisos hecho por mi mamá Conchita, con merengue de limón, sí, lo recuerdo muy bien, el sabor del pan de casa, mermelada de fresa y merengue de limón, toda una delicia, recuerdo que había invitados, yo digo que muchos, de momento no recuerdo quienes estaban, pero la fiesta estaba a todo dar. Recuerdo a mis primos de la Sánchez, mi tía Cira, mis padrinos Martha y Jesús, no sé quién más, pero sí hubo mucha familia.

Al otro día hubo mucha comida que sobró de la fiesta y esta sirvió de recalentado, y lo más sabroso el pastel que aún estaba ahí vivo, tenía aún un 30 por ciento de su existencia, así que debía tomar una rebanada, a ver si para la cena hay un pedacito para mí. Del mole solo quedaron los huesos del pollo y esos huesos los destiné para dárselos al pinche perro que ya para entonces tenía su nombre, El Güero.

- Mamá esos huesos se los voy a dar al Güero, no los vayas a tirar a la basura. 

- Le dije a mi mamá, al mismo tiempo que tomaba una bolsa de papel para meter ahí los huesos de pollo.

Bajé corriendo con la bolsa con huesos para buscar al Güero y dárselos. El perro me vio y muy contento movía su cola oliendo lo que yo traía entre manos, descubrió entonces un verdadero manjar, parecía que no había comido en meses, estaba hambriento, acabó con los huesos, que después me buscaba en las manos a ver si no traía un huesito más para darle. 

Bueno pues ese fue el motivo para que el pinche perro ya no me dejara, me adoptó o yo lo adopté, no sé, pero él se convirtió en mi perro, en mi guardián, él me seguía a todos lados, si iba a un mandado, me seguía muy contento, si iba a tirar la basura me acompañaba, si me mandaban a comprar el pan, iba conmigo siempre, inseparable, fiel, y yo siempre alegre con mi perro, aunque este perro se quedaba afuera de la casa, porque no me dieron permiso de tenerlo dentro, así que el Güero se queda en quicio de la puerta echado, y ahí se dormía.

Un día de los días, se oyeron que rascaban en la puerta, abrí y voy viendo al Güero con cara de mustio, moviendo la cola y a un lado de él había otro perro, ¡sí! otro perro, un perro color oscuro flaco, se le notaban las costillas por flaco, de cabeza aguzada, su talla era impresionante parecía un Dóberman corriente, su pelo entre dorado y café, y sus orejas gachas, era un perro noble humilde, lo contrario del Güero, movía la cola como si le diera vergüenza mostrarla.

- ¡Qué pinche Güero!, ¿y ahora? – con sorpresa le pregunté, como si deveras me fuera a responder.

- ¿Me traes a tu carnal? ¡No inventes! –exclamé.

En eso se acerca mi mamá Conchita, observando a semejantes invitados -¡ahora sí estamos lucidos! –Exclamó mi mamá.

- Ahora ya me vas a traer a tu familia y vas a querer más comida ¿verdad Güero?

Mi mamá Conchita siempre fue muy considerada con los animales, no importaba si fuera de raza o no, ella siempre ha sido muy considerada y amante de los animales.

Había un poco de comida que ya no se iba a utilizar y me la dio mi mamá. A ella siempre le han gustado los perros además de ser muy sentimental y humana; así que me dio comida para los dos, no era mucho así que la dividí en dos partes iguales.

- Ten Güero, come – le di su ración al Güero.

- Ten tú flaco o como te llames. – Le acerque la otra ración al perro flaco.

El Güero se tragó casi de un bocado su ración y ya quería quitarle al otro su parte, así que el perro flaco le cedió su ración al Güero y este para pronto que se atasca y casi no le dejó nada al flaco.

- ¡Con razón estás bien flaco, todo te lo quita este pinche perro abusivo!

- A ver, ten un poco de esto que queda y te lo comes porque no hay más. –le dije al flaco y quitando al Güero para que no le quitara su pequeña ración. Solo así pudo comer un poco de alimento ese día el perro flaco.

Después de ese día los dos perros se convirtieron en mis guardianes, me cuidaban, me acompañaban a todos lados, en fin yo tuve que guardar un poco de comida para darles si no diario, si les daba cada tercer día y se ponían felices, más el Güero que era el más tragón ya que ese defecto fue su fatalidad, fue su trágico destino  que más adelante les contaré.

Estando con la palomilla después de haber jugado una cáscara, estaban los perros junto a nosotros y noté al perro flaco un defecto en su mirada, estaba bizco, tenía sus ojos orientados hacia el centro de su cara, se veían raros, así que le pusimos por nombre “Bizcochón”.

Desde el primer momento el Bizcochón aceptó su nombre porque de inmediato al nombrarlo éste volteaba o se dirigía con quien lo llamara por ese nombre tan insigne para este perro.

Un día de los días mi mamá me mandó a traer el pan, había que caminar una distancia de tiempo como de diez minutos hasta llegar a la panadería La León, me gustaba ir a esa panadería porque estaban ahí trabajando unas chicas muy lindas Rosita y Concha, con las que me atrevía a sonreír a mis quince años.

Esa tarde iba de camino a la panadería y en el trayecto me topo con unos fulanos que me querían quitar mi dinero.

- Chavo, ¿que traes? – me inquirió uno de ellos, más alto que yo y mugroso.

- Nada- les dije-¡¡ no traigo nada!!

- A ver ¡presta las bolsas! – en eso mis dos perros se aparecieron detrás del fulano ese y les ladraron, a lo que salieron corriendo y el Bizcochón fue el que los correteó.

Se regresó muy ufano y contento moviendo la cola en expresión de haber ganado la batalla.

Bueno pues fui a la panadería, los perros me esperaron afuera y me regresé muy seguro con mis perros, desde ese entonces aumenté las raciones a cada uno y más para el Bizcochón que fue el más aguerrido en mi defensa. Pues el Bizcochón después de unos días fue adquiriendo más fortaleza y se veía más robusto, en realidad parecía un perro de raza tipo dóberman.  Era de una fidelidad inquebrantable, por demás obediente, no necesitaba que se le enseñase las órdenes, ya era obediente porque así lo hizo Dios, y digo que así lo hizo Dios por su seguridad, dado que era muy reservado y cuidadoso al comer, eso le salvó la vida.

Así iban pasando los días de mi adolescencia, jugando con los cuates de la unidad 4, la U-4 así le llamábamos a los multifamiliares de la Jardín Balbuena. Había algo así como temporadas en los juegos y para recordar, a principio de cada año era jugar con los patines que traían los reyes magos y santa clos, a casi todos nos traían ese par de zapatos con ruedas de acero, los Remignton eran los buenos, otros chavos con su patín del diablo y a otros la bicicleta, todos estrenando juguetes, otra temporada más adelante en el tiempo era jugar canicas y rayuela, matatena, yo era muy vago para las canicas, tenía mi “tiro” todo cascado amarillo, era la canica favorita y con esa ganaba y ni como apostarla, valía un tesoro. Para otra temporada era lo más bonito, jugar en equipo al burro 16 y los encantados, nos olvidábamos de los patines y la bici; otro tiempo era de jugar cáscara o tochito; las niñas se enojaban porque nos reíamos de sus muñecas polvosas y nos insultaban a su modo. Paty Marín se enojaba tanto que nos decía - ¡Idiote! Porque por alguna razón quizá religiosa o tabú de orden prejuicioso educacional de su casa no decía idiota a los chavos (varones) jajajaja, me daba muchísima risa. Paty era amiga de mi hermana Mari y se juntaban con Araceli y la Maye si mal no recuerdo.

En el multifamiliar había grupos de chavos o palomillas comúnmente llamada pandillas en el edificio 1 estaban los Yucas, yo creo que, por feos y cabezones, en el edificio 2 estaban los del Mao, con ese cuate me di algunas veces de trompones en una de esas creo que fue la última le saqué el mole; en el edificio 4 nos juntábamos los Osos, y ¿quién creen que eran los Osos? Mi hermano y yo; en el edificio 6 estaban los Tatemones, eran unos hermanos con los que también nos peleábamos, pero también con ellos jugábamos la cáscara, había mucha rivalidad entre estas pandillas, no había que dejarse y mucho menos rajarse; cuando había pleito con los de la colonia de enfrente que era la Moctezuma, entonces sí todas las palomillas se juntaban en defensa de la unidad.

Pues debido a que adopté al Güero, este se hizo famoso entre tanta palomilla y era respetado junto con el Bizcochón y todos sabían que era mi perro.

- ¡Oso, Oso, mira al Güero anda dando lata! ¡ya llévatelo! –me gritaban para llevarlo a mi casa.

El Güero corría por aquí y por allá, era muy inquieto, y ya se había adueñado de la unidad, de modo que corría a perros intrusos y los correteaba, sin embargo, el Bizcochón se quedaba echado como real sultán con sus brazos cruzados saboreando el sol de mediodía. Ese Bizcochón era muy tranquilo, pero un día vino otro perro intruso y atacó al Güero. ¡No lo hubiera hecho! El Bizcochón se fue sobre ese perro y lo atacó y correteó hasta sacarlo de la unidad, era en verdad un excelente perro, nunca olvidaré su fidelidad a su amigo el Güero y más a los que le daban de comer.

Un día de los días, fuimos a visitar a mi abuelita Concha, que vivía en la colonia Gertrudis Sánchez, ahí vivían mis primos y mi tía Cira, una mujer alta, robusta de ojos claros y muy guapa, siempre con su sonrisa y me abrazaba con mucho cariño. Ella tenía una perrita pequeña, del tipo pequinés de pelo largo alaciada de color blanco con manchas cafés. A esa perrita le nacieron cachorritos muy bonitos, todos blancos con manchas cafés y mi tía Cira nos regaló una perrita muy bonita, ese día nos la entregó de un mes de edad.

Cuando regresamos a la casa, subimos hasta el tercer piso, donde vivíamos, nos iba siguiendo el Güero. Algo terrible pasó, un cambio repentino en el comportamiento del Güero; noté su aspecto desconfiado y sus movimientos eran rápidos denotando angustia y no sabía qué hacer, hasta que decidido, dio media vuelta y se bajó corriendo, desde ese momento él se olvidó de mí, no lo pude recuperar, el Güero se fue y ya nunca regresó por sus huesos ni siquiera a pararse a ver si yo iba al pan para que me acompañara, ya no regresó; sin embargo; el Güero persistió en vivir en la unidad junto con el Bizcochón. Yo lo veía y le llamaba por su nombre y no respondía a mi llamado, incluso le traía alimento y no lo quiso, me “mandó por un tubo”, olió la presencia de la intrusa, los celos lo cegaron, él sabía que era el único, mi silencio de ese momento lo alejó.

El Güero se volvió agresivo y les ladraba a casi todas las personas, creo que mordió a alguna de ellas, el Güero tenía mucho coraje, y aunque me miraba, a mí no me agredió nunca, solamente me ignoraba y su comportamiento seguía agresivo.

Un día de los días, había mucho revuelo entre los chavos de la unidad, se escuchaban muchas voces de niños y amigos.

- ¡Oso! -Me llamaban para que saliera a la ventana.

- ¿Qué pasó?- Les respondí

- ¡El Güero está muerto! –gritaban todos.

Pues que salgo corriendo a ver al Güero y recuerdo a mi mamá Conchita también detrás de mí.

Sí, efectivamente estaba muerto, su cuerpo estaba tirado en uno de los corredores de los edificios.



El Güero y el Bizcochón.
Las imágenes solo son parecidas a los ejemplares originales. No se cuenta con alguna imagen de ellos.

Quedé atónito, no supe que hacer, entre varios de los cuates lo llevaron a enterrar cerca de la unidad y pusieron una gran piedra sobre su tumba para que otros perros no escarbaran y se lo comieran.

Fue muy triste porque al Güero lo envenenaron debido a su agresividad, le dieron pollo con veneno, el cual no se comió todo, como tenía a su amigo el Bizcochón, le convidó un poquito, así que el Bizcochón también resultó intoxicado, aunque no murió, la prudencia de este perro le salvó la vida.

Algo que estimuló mi sensibilidad, fue el hecho que el Bizcochón estuvo echado muchos días sobre la tumba de su amigo el Güero, aullaba y lloraba de dolor por la ausencia de su amigo el Güero, estaba solo. Ese fue el motivo para que la tía del Neto, uno de mis amigos lo adoptara. La señora lo llevó al veterinario y fue muy bien atendido. Poco tiempo después, el Bizcochón iba a la puerta de mi casa y con sus patas rascaba y le abrimos la puerta, moviendo la cola nos saludaba y lo que quería era una caricia y no tanto por alimento, porque él ya lo tenía asegurado. Consideramos su comportamiento como gratitud, sólo iba por una caricia y se regresaba a su nueva casa; nunca voy a olvidar a estos perros. La nobleza y carácter de ambos perros y sobretodo la humildad y la prudencia del perro amigo del Güero.

El Reto

 Eduardo David Infante Favila

Después de jubilarse aquel hombre se dispone a enfrentar el reto que representa su nueva forma de vida, sin presiones (así lo imagina ), sin prisas, sin obligaciones; en una palabra él supone que vivirá casi en el paraíso.

El primer día de su nueva vida se levantó a las 7.30 a.m., aunque se despertó a las 5 a.m. ( como lo ha hecho los últimos 40 años ) y se dispone a programar sus actividades como lo ha acostumbrado toda su vida laboral.

LISTA DE ACTIVIDADES:

1.- Limpiar, organizar y pintar el garaje.

2.- Pulir y re-pintar la escalera de acceso a la planta alta.

3.- Cambiar la chapa de la puerta de la cocina.

4.- Cambiar las 4 llantas de la camioneta de su esposa.

5.- Revisar todo el equipo de pesca y poner en óptimo estado las cañas de pescar.
                   
Creo que para empezar es suficiente, se dijo a sí mismo y después de mirarse al espejo bajó al comedor satisfecho.
                   
Un poco antes de las 3 de la tarde su esposa lo llama a la cocina, al salir luce sorprendido y tal vez nervioso, camina lentamente hacia la puerta mientras se repite mentalmente : - Esto no puede ser tan difícil, miles de personas lo hacen a diario -.
                   
Cerca de la puerta de salida una voz que brota desde el fondo de su ser le pide que no lo haga, que él es un macho alfa, un líder, un proveedor como le decía su madre cuando era niño.
                   
Antes de salir se detiene y piensa, yo no puedo hacer esto, yo no debo hacer esto, los hombres como yo no estamos hechos para estos trabajos. Recuerda las palabras de sus padres: -Cuando te cases recuerda que el hombre tiene sus obligaciones y la mujer las suyas; si tú cumples con las tuyas, puedes pedir que ella cumpla con las suyas-.
                  
Se mira al espejo y dice : 
- Soy el macho alfa de ésta casa – y antes de terminar la frase, su mujer sale de la cocina y dice sonriendo : 
- No te tardes, cuando regreses con las tortillas comemos-. 
                  
El hombre sonríe y sale.  Mientras camina dice para sí :

- Esto será un buen reto para mí -.

Entre Realidad y Ficción

 MVZ Agustín Guevara Romero
Consultorio Veterinario Los Pastores

Hoy me trajeron al consultorio un perro mestizo de color gris con blanco, tal parece que es una cruza de raza poodle con schnauzer, como de tres años, su nombre FIFÍ, el perro venía al servicio de estética, había que rasurarlo a rape ya que su pelo estaba muy ensortijado, sucio y con innumerable cantidad de nudos difíciles de deshacer. 

Mientras iniciaba el ritual de la revisión de rutina, noté la tranquilidad y serenidad del perro, moviendo sus orejas de un lado a otro, tratando de percibir todo lo que le estaba haciendo, su nariz la movía también de allá para acá percibiendo diferentes olores, en fin, el perro estaba alerta, atento a un entorno desconocido para él. 

Empecé por cepillar sus orejas lanudas quitando el exceso de pelo del pabellón interno, limpiando y quitando costras de mugre de las comisuras de los ojos, donde se acumula la lagaña que se convierten en terrones de costras.

Yo notaba algo muy especial en el perro y era su mirada, él me miraba con sus ojos brillantes, me miraba hacia arriba y dirigía sus ojos a mi rostro, como tratando de comunicarse conmigo, moviendo su rabo lo que me hacía suponer que era amigable.

Lo tenía “colgado” es decir lo tenía sujeto del cuello mediante una cadenita al soporte de la mesa de estética para poder manipularlo. Cuando estoy solo o más bien acompañado de un perro en estética me da por “platicar” con él. Pero en el caso de Fifí, cuando empecé a “platicar” con él, sorprendentemente el perro me contestó a lo que le decía, quedé estupefacto, era increíble oír a un perro hablar.

- A ver Fifí quieto, que te voy a pelar. – le dije, acariciando su peluda y ensortijada cabeza.

- ¡No me llames Fifí! Mi nombre es otro, ¡Fifí qué nombre tan feo! ¡Grrrr!–dijo enojado ladrando y emitiendo fuertes gruñidos, mostrando los colmillos.

Me sobresalté ante semejante respuesta del perro, nunca había oído hablar a un perro, pensé que era obra del diablo.

- ¡Oye, pero es el nombre que me dio tu dueña! -Repuse exaltado y con cierto temor.

Se volteó y me dijo: 

- ¡Mira, esa señora no es mi dueña, no sé quién se cree ni que nada! ¡Me tiene secuestrado! Protestó muy molesto.

- ¿Cómo que te tiene secuestrado? tu dueña te quiere, se preocupa por ti y seguro que te da de comer muy bien, debes estar agradecido con ella. - le dije aún sobresaltado.

- ¡No, no!, - aulló desesperado- ella me tiene secuestrado, he perdido mi libertad, no sé por qué esta señora me llevó a su casa y ahí vivo sin poder jugar con mis amigos. – Dijo llorando a moco tendido. - ¡Aúúúú!

Mientras lo acomodaba para iniciar el corte de pelo le pedí que me platicara lo que le sucedía, y que me contara cómo fue que lo tenían secuestrado. 

- Bien perro, no te muevas que ya te voy a pelar, mientras tanto platícame cómo es que te secuestró esa señora. - Le dije al tiempo que le empezaba recortar el pelo a rape en el sentido de crecimiento del pelo, es decir cortando de adelante hacia atrás.

- Yo vivía cerca del canal que está por allá por el bordo ¿conoces? –Preguntó sacudiendo la cabeza, - vivía feliz con mi banda, muchos son perros y algunos otros son personas como tú creo que son niños. Mi casa es un tubo grande de concreto donde tenemos cobijas y algunos nidos hechos por nosotros para resguardarnos del frío y la lluvia. Ahí todos jugamos, comemos y somos felices, libres, luego van niños y juegan con nosotros, también algunas personas que recogen la basura del lugar nos dan de comer algunos huesos o sobrantes de su comida y nos convidan.

El perro continuó diciendo todas las peripecias por las que pasan él y su banda de compañeros perros en el barrio donde viven.

- Un día llegaron varias personas en camionetas lujosas y algunas con jaulas, nosotros felices por su llegada, les movíamos la cola de felicidad, ladrábamos mucho y fue entonces que una señora me colocó una soga al cuello y acariciándome me llevó al interior de su vehículo sin saber que iba a perder mi libertad. Esa señora me acariciaba, me decía –“qué lindo perrito me lo voy a quedar, lo rescataré y lo adoptaré”- así fue con otros perros, mis amigos, nos separaron y ahora no sé dónde se encuentran, perdí a mi pareja, una linda perrita y ahora sufro porque no sé donde está, la he buscado y no sé dónde la llevaron –comentó muy triste, se le salían las lágrimas al recordar a sus amigos y a su pareja.

Continué cortando el pelo, mientras le explicaba que estaría en buenas manos, que esas personas son protectores de perros abandonados en la calle y que no tienen un hogar donde vivir.

-Pero vas a estar bien, tendrás una casa donde vivir, alimento seguro, te llevarán con el veterinario para que te vacunen, te desparasiten y nunca te enfermes, te van a cuidar bien. - Repuse ante su angustia.

- Pero ¡si mi hogar está en el bordo! ¡ahí está mi casa y mis amigos!, - repuso angustiado.

- ¡Por favor ayúdame! ¡Déjame ir por favor, quiero ser libre! – gritó aullando.

- No, Fifí no, te tengo que entregar con tu dueña, ¡no puedo hacer eso!  – le dije, tratando de comprender su desesperación y angustia 

- ¡Que no me llames Fifí chingao! ¡Mi nombre es otro! – gruñó enojado.

- ¿Bueno y cómo te llamas? – le pregunté acariciando su pequeña cabeza a modo de tranquilizarlo.

- ¡Me llamo Goliath!, así me nombran mis amigos los niños con los que juego, ese sí que es un nombre de perro, – contestó muy ufano y orgulloso de su nombre.

- Está bien - le dije- pero tu dueña me dijo que te llamas Fifí, de modo que así te voy a llamar mientras tanto ¿eh?

- ¡Quiero ser libre, por favor ayúdame! No seas malito; déjame ir, ¿sí? Y cuidaré tu casa, seré tu perro fiel, pero quiero ser libre ¡anda! Ayúdame. – dijo implorando desesperado. 

Me suplicaba que lo soltara, que lo dejara libre, dejarlo escapar, pero no era posible, mientras me comentaba acerca del lugar donde lo tenían viviendo o “secuestrado” 

- ¿Sabes en donde vivo y con quién? – me preguntó.

- ¡Vivo en la casa de esa señora, en un pequeño espacio de unos cuantos metros, no se puede correr ni jugar, no hay niños que nos hagan correr y ahí hay muchos otros perros que como yo no sabemos por qué estamos ahí metidos, somos como cuarenta perros; hay perros muy feos que nos muerden y algunos hasta huelen muy mal y otros están enfermos, pero enfermos ¡desde que entraron ahí! Hay mucha suciedad, a veces nos falta el aire y dicen que nos van a adoptar, eso me da miedo, me aterra, porque no sé qué signifique. ¡¡Hay unas perras que ahí tuvieron a sus hijitos y se los quitaron que dizque para darlos en adopción y ellas ya no quieren comer por la tristeza que les embarga que les hayan quitado a sus hijos, es una injusticia!!! –replicó angustiado.

Luego de un rato me preguntó Fifí o Goliath: 

- Oye amigo, dime una cosa, ¿sabes qué es castración? – preguntó inquieto y tembloroso.

Lo miré de reojo, primero sonreí y luego de forma seria le dije:

- Sí, sí sé qué es castración. – le dije. 

- ¿Qué es? – volvió a preguntar inquieto.

- ¿Pero por qué quieres saber eso de la castración? – le pregunté.

- Es que he oído cosas feas sobre esa palabra, pero no sé qué signifique, algunos de mis amigos me han dicho que les hicieron castración, y no sé qué es eso.

- ¡Ay perro ignorante, te voy a decir! – le dije, poniéndolo de frente a mí, cara a cara.

- Castración significa que te van a quitar tus testículos, tus bolitas que traes entre las piernas, las quitan para que no tengas más hijitos o ya no te puedas aparear con tu novia. – Le expliqué.

- ¿Qué? ¿Mis qué? ¡Noooo! – ¡Aaa Úúúú! ¡nooo! Gritó desconsolado, cerrando las piernas con dolor. 

- ¡Por favor libérame! ¡No tienen derecho a hacerme eso, no! ¡Por favor, quiero ser libre!

Terminé de rasurarlo, lo bañé, lo arreglé de forma que quedara bonito, le apliqué talco antipulgas y perfume.

- ¡Oye, eso apesta, huele feo, fuchi! ¡Achú! – dijo quejándose.

En eso, llega la dueña de Fifí (Goliath):

- ¡Hola! - dijo la dueña muy sonriente 

- Vengo a recoger a mi Fifí, - que bonito, que rico huele mmmm, ven mi amor. -Dijo la señora cargándolo.

- Doctor, ¿Cuándo lo podemos castrar?, hay que esterilizarlo, ya ve cuantos perritos andan en la calle sin control y sin hogar. - dijo muy atenta y sonriente.

Miré a Goliath con la compasión de un padre, él estaba asustado, temblando, pero no de frío sino de miedo y pánico, sabiendo que lo iban a programar para castrarlo sin su consentimiento, mutilarlo sin que él sepa de qué se trata la esterilización, sintiéndose cosa en vez de un ser vivo con derecho a reproducirse como los humanos.

Esto es lo que hacen los “protectores” animalistas o rescatistas, con el afán de aliviar su espíritu y no sentirse culpables. Secuestran perros, les quitan su libertad, no los dejan luchar por su vida, los convierten en seres inservibles, dependientes del humano que se siente Dios al querer controlar la vida de estos amigos callejeros que saben vivir y sobrevivir ante las contingencias que da la vida. Perros, unos más fuertes y algunos otros, más débiles, así es la vida, sobreviven los más fuertes como la naturaleza manda.

Dejemos libres a los perros y gatos de la calle, no nos hacen nada, solo los débiles morirán. Además, ellos nos cuidan y nos ayudan a eliminar fauna nociva, dejémoslos libres.

No es un acto de irresponsabilidad, es sólo sentido común.

Descripción de un rastro de la Ciudad de México En 1880 y análisis del trabajo veterinario de la época

 Román D., AM
Velázquez C., BL;
Cervantes S., JM
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
Universidad Nacional Autónoma de México
berlucy13@yahoo.com, anacarlo@unam.mx, jmcs19@yahoo,com

Palabras clave: Historia de la medicina veterinaria, mataderos, Higiene de la carne, reglamentaciones

Keywords: Veterinary medicine history, abbatoirs, meat hygiene, regulations

Resumen:
El presente trabajo incluye la descripción de Rivera Cambas sobre un rastro de la Ciudad de México en 1880 y fueron revisados documentos de la época para analizar cómo se llevaba a cabo la inspección sanitaria de los productos de origen animal. Rivera Cambas describió él rastro de la Ciudad de México en 1880 que estaba ubicado en la plazuela de San Lucas, formado de sillares y mampostería; el pavimento del patio estaba cubierto con recintos y alrededor tenía vistosos pilares; los techos eran de gruesas vigas de cedro, las azoteas enladrilladas. Cada mes llegaban 5,440 bovinos y 8,780 ovinos; mismos que le redituaban considerables ganancias al municipio, ya que pagaban 20 centavos por bovino y 10 por ovino; la carne se vendía entre once y medio a trece reales la arroba. El ganado enfermo se separaba para evitar enfermedades. En 1881, José de la Luz Gómez publica en La Gaceta Médica de México órgano oficial de la Academia Nacional de Medicina un estudio titulado “Carnes de origen infecto-contagioso. Describió un grupo importante de enfermedades, llamadas zoonosis y cómo se desarrollaban. Propuso que la carne dañada debía ser canalizada hacia las industrias que podían utilizarla, pero no para el consumo humano, se recomendaba que por ningún motivo se debiera utilizar como fertilizante. En 1905 se emitió el Reglamento provisional de rastros de la Ciudad de México, lo que indicaba que el Consejo Superior de Salubridad era el que determinaba los estándares de operación.

Introducción
Situación nacional: En la segunda mitad del siglo XIX, México tenía una población de 12 millones y para 1900 aumento a 14 millones (1), con una esperanza de vida de 36 años. En la Ciudad de México vivían un poco más de 500,000 habitantes, quienes anualmente requerían para su subsistencia 65 mil reses, 105 mil carneros, 120 mil cerdos, 400 mil gallinas, 328 mil cargas de maíz de 3 fanegas (2), 900 mil cargas de harina y 13 mil arrobas de aceite comestible. (3, 4, 5)

Tras la lucha por la independencia, México se encontraba en un caos económico y social; esto ocasionó estancamiento económico, inestabilidad política, falta de construcción de vías de comunicación e incapacidad de industrialización. (6)

La agricultura sufrió no sólo la desaparición de brazos durante la independencia, sino también la fundición de aperos de labranza para fabricar armas. A diez años de la consumación de la independencia, los campos de México aún tenían un aspecto desolado, pues el temor a la leva y a la inseguridad dejaron muchos pueblos casi abandonados. En este período el personaje clave en la transportación de personas y mercancías era el arriero, que “son una casta de hombres pacientes y robustos, sobrios, cuidadosos de sus animales, y de los efectos que les confían. Son notablemente honrados, y siempre están de buen humor y prestos a servir a su patrón”. (7)

En 1875, Porfirio Díaz asume la presidencia de una república debilitada por más de 50 años de luchas, con pequeños lapsos de paz. El presidente Díaz pacificó gran parte del país logrando un ambiente temporal de estabilidad, reflejándose en una cierta prosperidad nacional en todos los ámbitos. En los planes básicos de Díaz estaba insertar a México en el mercado mundial, pero había problemas severos al interior del país. “Entre los problemas principales están; una cultura agrícola tradicional y de subsistencia, la falta de capital, la existencia de una infraestructura muy incipiente, la carencia de especies animales y vegetales mejoradas”. (8)




A partir de 1887 se importaron plantas y animales, acarreando un gran número de enfermedades y plagas (erisipela, cólera, tuberculosis, fiebre carbonosa, entre otras). (9)

Se importaron bovinos de razas mejoradas, quesos y mantequilla, cerdos raza Duroc y ovinos. Para poder regular estas acciones, el gobierno porfirista en 1887, a través del Consejo Superior de Salubridad, dictó las normas de regulación para rastros, establos y carnicerías. En 1891 se estableció el examen microscópico de la carne. (10)

La necesidad de alimentar a la población mexicana crea a su vez, otras necesidades, entre ellas la inspección de los productos alimenticios. (11)

Material y Método
Se revisó el material documental citado en la bibliografía, existente en la Biblioteca de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De acuerdo con la metodología de historia social de la ciencia (12), para posteriormente localizar su origen, personajes, políticas, comunidades y su influencia

Desarrollo
Análisis de los documentos: En 1881, José de la Luz Gómez (13), médico veterinario mexicano muy destacado, publica en La Gaceta Médica de México “Carnes de origen infecto-contagioso. Prohibición severa en su venta”. El autor menciona que “La carne tiene hoy la preeminencia entre los demás alimentos, pero la carne sana y convenientemente administrada. Su bondad y conveniencia absoluta o la pretendida inmunidad que algún entusiasta opositor ha querido concederle en todas circunstancias, sin otro fundamento que el resultado de limitadas y peligrosas experiencias no es de admitirse”. El médico Gómez menciona que es contraproducente consumir carne alterada y “si la imprevisión, si la ignorancia en las precauciones que exige de parte de los consumidores es causa de estos efectos, deber nuestro es aclarar el peligro para prevenirlo en seguida por los medios que la ciencia pone a nuestro alcance”. Describe un grupo importante de enfermedades, llamadas zoonosis y cómo se desarrollan. Comenta también que en el Rastro de la Ciudad existe una Comisión sanitaria que inspecciona las carnes, garantizando así a la población y a los consumidores, de sufrir un accidente por alimentos en mal estado.

José de la Luz invita a tener cuidado de consumir carne proveniente de las matanzas clandestinas, en las que no hay ninguna inspección, convirtiéndose en verdaderos atentados contra la vida del hombre. José de la Luz Gómez refiere las observaciones de Renault respecto a que la ingestión directa de carnes virulentas podía hacerse sin peligro, siempre y cuando sean sometidas a un perfecto cocimiento. 

El MV Gómez publica en la Gaceta Médica, en abril de 1888 (14), “Un alimento en tela de juicio que puede ser peligroso”; se refiere a la costumbre de la población de los alrededores del rastro: “Diariamente se ven concurrir a la casa matadero de esta ciudad, a las horas en que se hace la matanza de carneros a un número variable de personas de ambos sexos con el objeto de tomar sangre cruda en calidad, según se me ha dicho, de eficaz reconstituyente de sus debilitados organismos. La sangre que toman es una mezcla de la venosa y arterial, tal cual sale después de la sección casi simultánea de las yugulares y carótidas, resultado del procedimiento de matanza empleado”. El autor sugiere un estudio para dilucidar los inconvenientes de realizar esta práctica ya que existe el riesgo inminente de sufrir parasitosis, tales como Coenuro, Equinococcus, cisticerco, distomatosis, entre otras. Gómez publicó en 1889 en la Gaceta Médica un trabajo sobre la situación de la cisticercosis porcina en la Ciudad de México, en el que da a conocer un estudio en tocinerías y encontró una frecuencia de 2.4 a 2.9%, durante los años de 1887 y 1888 (15).

Rómulo Escobosa publica en 1896: (16) “La veterinaria en la inspección de carnes”. El autor menciona la importancia que tiene la inspección de los alimentos de origen animal, considerando la similitud que hay entre los animales superiores y el hombre, supone que los animales pueden transmitir enfermedades. Menciona que en esa época ya se había comprobado experimentalmente la transmisión de las afecciones carbonosas. Resalta Escobosa la importancia que los médicos veterinarios tienen al prestar sus servicios a la sociedad, proporcionando peritos en inspección de carnes y que prohíban e consumo de los productos de animales que hayan padecido alguna enfermedad. Concluye Escobosa que la higiene pública no es una institución de lujo, sino de servicio, ya que las autoridades tienen la obligación de implementarla y apoyarla para contar con “… un personal bastante ilustrado y de intachable honradez” para garantizar a la sociedad el cuidado de la más valioso: la salud y la vida misma).

Don Porfirio inaugura el Nuevo Rastro de la Ciudad de México el 25 de febrero de 1905. Este se encontraba entre las Avenidas de Inguarán e Ing. Eduardo Molina, ésta última conocida antes de entubarse, como Canal de Sta. Coleta y estuvo allí hasta que Ernesto P. Uruchurtu construyó uno nuevo en Ferrería (17).

En febrero de 1905 se publica el Reglamento provisional para el rastro de la Ciudad de México (18), en el que se define el funcionamiento del nuevo rastro. En el Título VI, se describe detalladamente la inspección sanitaria y cómo se destruirán los cadáveres de los animales con enfermedades contagiosas y qué destino tendrían, así como las pieles. 

Descripción de los rastros: Ahora, se explorará la narración de Manuel Rivera Cambas (19) sobre el rastro de la Ciudad de México en 1880. El autor menciona que: “Está ubicado en la plazuela de San Lucas [actualmente San Antonio Abad], tiene de fondo poco menos de sesenta varas y casi igual frente, está formado de sillares y mampostería; el pavimento del patio está cubierto con recintos y alrededor tiene vistosos pilares; los techos son de gruesas vigas de cedro, las azoteas están enladrilladas y todo indica que hay esmero; a veces ha estado arrendado por remate celebrado en almoneda pública; pero hoy administra ese establecimiento el Ayuntamiento. El primer rastro de la capital estuvo en la plaza de armas.

Cada mes, menciona Rivera, llegaban 5,440 bovinos y 8,780 ovinos; mismos que le redituaban considerables ganancias al municipio, ya que pagaban 20 centavos por bovino y 10 por ovino; la carne se vende entre once y medio a trece reales la arroba. Se separa al ganado enfermo.

Continúa Rivera: Son tres los ramos principales que constituyen el de carnes y dos los accesorios: ganado vacuno, de cerda y de lana, y los derechos de puerta y el impuesto al ganado cabrío. Antes había casas con patente para la matanza de carneros y ahora hay un rastro para estos; antiguamente mataban en muchas casas particulares y en los conventos, libres de derechos municipales. Hasta el año de 1850 venían numerosos rebaños desde Nuevo México y con ellos se enriquecía ese giro, que mucho bajó desde que aquella rica carne ha faltado, cambiándose el gusto de los vecinos en favor de la carne de ternera. En las tocinerías matan más de cien mil cerdos anualmente y aunque está prohibido tener zahúrdas en el centro de la ciudad, todavía hay mucho que corregir en este asunto. La matanza de ovejas y ganado cabrío solamente es permitida para formar el chito; el consumo de este efecto se verifica en los meses de Noviembre y Diciembre, particularmente en las fiestas de la Villa de Guadalupe (20).

La carne era transportada en carros de mulas para ser repartida a los expendios, algunos transportaban a lomo de mula, sosteniendo la carne con ganchos de fierro.

Para finalizar el texto, Rivera Cambas comenta que “Hay un comercio especial de los menudos de reses y carneros y de la carne que de ellos se extrae, asándolos en hornillos a propósito, con cuerno, huesos y aún quemando zapatos viejos, y ese alimento, muy usado entre la gente pobre, se conoce con el nombre de nenepile, comercio que es muy extenso aquí donde abundan los pobres: cométense en ese ramo grandes abusos, pues muchas veces están los efectos en malas condiciones, con pésimo olor y sabor”. (21)

Discusión 
Se revisaron más de 20 publicaciones de la época para analizar los trabajos de los médicos veterinarios en materia de inspección de productos de origen animal. El espacio destinado para los trabajos aquí resulta insuficiente para señalar todos los puntos relevantes de su quehacer.

Referencias:

(1) Mier y T. M. “El gran cambio demográfico”. En: Dinámica de la población en México: 1895-1990. (s. a.), (s. p). http://www.ejournal.unam.mx/dms/no04/DMS00402.pdf

(2) aproximadamente 55 y medio litros cada una

(3)  Arróniz, M. “Manual del viajero en México”. Boletín del Archivo General Agrario [1858], México, Instituto Mora, 1991 y Boletín del Archivo General Agrario, México, ciesas-ran, núm. 11 (septiembre-noviembre), 2000, pp. 38-39.

(4)  Román de C., A. M. y Cervantes S., J. M. “El Ministerio de Fomento”. En: Román de C., A. M. (ed.) La medicina veterinaria mexicana (1853-1985) Vista desde sus instituciones. México: FMVZ, 2009, p. 15.

(5)  Una arroba equivale a 11.506 kilogramos

(6) Cárdenas Sánchez, E. Cuando se originó el atraso económico de México. La economía mexicana en el largo siglo XIX, 1780-1920, Madrid, Biblioteca Nueva-Fundación Ortega y Gasset, 2003, p. 4

(7) Winders, B. La guerra entre EEUU y México (1846-1848). Texas A & M University Press., 1997, pp. 44-45

(8) Anónimo. “La producción agrícola nacional”. Boletín de la Sociedad Agrícola Mexicana. Tomo XXV, 1902, pp. 269-270.

(9) Cervantes S., J. M. Índice del Boletín de la Sociedad Agrícola Mexicana (BSAM) (1878-1914), Biblioteca de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM. México, 1998, s. p. 

(10) Cervantes, S. J. M. Índice del BSAM op cit., 1998, s. p.

(11) Escobosa, R. “La veterinaria en la inspección de carnes”. En: La Ilustración Veterinaria. Marzo 15 de marzo, 1896, pág. 97.

(12) Saldaña, G. J. J. Introducción a la historia de las ciencias. UNAM, 1988 y Taton, R. Historia general de las ciencias. Destino, 1971

(13) Gómez, José de la Luz. “Carnes de origen infecto contagioso. Prohibición severa en su venta. Destino que debe dársele”. Gaceta Médica de México 16, 1881, pp. 15-19

(14) Gómez, José de la Luz. “Un alimento en tela de juicio que puede ser peligroso”. Gaceta Médica de México 23, 1888, pp. 138-140

(15) Gómez, José de la Luz. “Enfermedad de la cicticercosis en el puerco”. Gaceta Médica de México 24, 1889, pág. 4

(16) Escobosa, R. La veterinaria en la inspección op cit., 1896,  pp. 97-102

(17) Galán P., H. Los tranvías en la Ciudad de México. En http://www.mexicomaxico.org/Tranvias/TRANVIAS.htm febrero de 2000

(18) México. Leyes, decretos, etc. Reglamento provisional para el rastro de la Ciudad de México. Secretaría de Gobernación. Imprenta del Gobierno Federal, 1905. 20 p. Clasificación: Folleto No.4373

(19) Rivera Cambas, M. México pintoresco, artístico y monumental. México: del Valle de México. T. II, 1880, pp. 190-191. EL RASTRO.

(20) Rivera Cambas, M. México pintoresco op cit. T. II, 1880, p. 191.

(21) Rivera Cambas, M. México pintoresco op cit. T. II, 1880, p. 191. 

¿Es necesario incluir el diagnóstico etológico en pacientes con epilepsia idiopática canina? Una revisión de literatura.

 Lluvia Espinoza MVZ, EMCV (EC) Propedéutico (1); 
María Daniela Hernández MVZ EMCV (EC), Clínico (1); 
Yunnuén Estefanía Barrera Roens MVZ EMCV (EC), Clínico (1); 
Gabriela J Constantino Corzo MVZ EMCV (EC), Clínico (1).

(1) Hospital Veterinario de Especialidades en Fauna Silvestre y Etología Clínica (HVE-FSEC) de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM.

Antecedentes
Lennox y Markham (1953) publicaron un artículo titulado “The sociopsychological treatment of epilepsy”, en el cual mencionaron la posible comorbilidad de patologías psiquiátricas y epilepsia idiopática en pacientes humanos; además, estableciendo un precedente sobre el impacto de los factores psicológicos que afectan a las personas con trastornos convulsivos.

Se ha identificado que un 25-50% de los pacientes con epilepsia presentan depresión, ansiedad, psicosis, cambios cognitivos y de personalidad en los diferentes estados de una convulsión (Jackson et al., 2005; LaFrance et al., 2008). 

En infantes epilépticos la medición de trastornos de la conducta y los diagnósticos psiquiátricos se suelen basar en estudios con diferentes objetivos. En términos generales, se suelen emplear entrevistas y/o cuestionarios dirigidos hacia padres, tutores y a los mismos niños. En estos cuestionarios, como los de autoinforme basados en síntomas, la evaluación puede verse sesgada tanto por la persona que responde y el método empleado (Austin y Caplan, 2007). 

Dentro de la neurología veterinaria, la epilepsia idiopática es una enfermedad que afecta al 0.6 – 0.75% de los perros a nivel mundial (Kearsley-fleet, 2013), siendo la afección neurológica más frecuente en la práctica diaria (Bhatti et al., 2015); sin embargo, aun habiendo evidencia de que también padecen de alteraciones conductuales como lo demostraron Shihab et al., 2011, a percepción de las autoras, es poco común que estos pacientes sean remitidos al área de etología clínica para darles una atención integral por ambas ramas médicas. 

Tal como en pediatría, los médicos veterinarios también nos apoyamos de la observación y de la información proporcionada por los tutores de los animales; pero, estos últimos, suelen hacer interpretaciones de los signos y conductas, pudiendo ser subjetivas.

Dado que los perros naturalmente pueden padecer de epilepsia, se consideran un modelo biológico y semiológico ideal para el estudio del desarrollo de la enfermedad en humanos, aunado a que comparten el ambiente en el que se desenvuelven, pero sin las implicaciones y consecuencias sociales que afectan a las personas, mismas que confundirían si estos factores son los que provocan los cambios neuroconductuales o el padecer la enfermedad (Shihab et al., 2011). Estos autores obtuvieron información de los tutores de 80 caninos con diagnóstico de epilepsia, a través de un cuestionario modificado (Hsu y Serpell, 2003) que identificara, si bajo ciertos estímulos y situaciones como: la presencia de personas desconocidas, ser manipulados, movimientos y sonidos repentinos o fuertes, la aproximación de otros perros, dejarlos solos, comida, ser corregidos, entre otros, sus perros mostraban que estuvieran ansiosos, temerosos, agresivos, ladrando sin ninguna motivo aparente, persiguiendo puntos de luz o sombras, caminando sin rumbo, apáticos, agitados si se le interrumpía el sueño, disminución de su interés en actividades que solía hacer, etc., para luego correlacionarlos con algunas de las 10 siguientes categorías conductuales tituladas como: Miedo/Ansiedad, Agresión Defensiva, Agresión Controladora, Percepción Anormal, Comportamiento Territorial, Comportamiento Demandante, Reactividad Anormal, Trastorno de Apego, Comportamiento Apático y Comportamiento Demente. Los resultados arrojaron que el 71% de los perros mostraron al menos un cambio conductual con el desarrollo de la epilepsia, hayan tenido un tratamiento farmacológico o no.

Basándose en las conclusiones del artículo anteriormente descrito, Levitin et al., 2019, realizaron un estudio transversal retrospectivo en el cual pretendían determinar la presencia y la gravedad de posibles conductas ansiosas en perros con epilepsia idiopática en comparación con perros con otras condiciones médicas. Dicha investigación hizo referencia al artículo de Shihab et al., 2011 y utilizó un proceso similar para la caracterización de las patologías conductuales. Para ello se encuestó a los tutores de 38 perros diagnosticados con epilepsia y, con base al Cuestionario de Evaluación e Investigación del Comportamiento Canino acortado (mini-CBARQ), se dividió el comportamiento en siete secciones: "excitabilidad", "agresión", "miedo y ansiedad", "comportamientos relacionados con la separación", "búsqueda de apego y atención", "obediencia y entrenamiento" y "misceláneo". El cuestionario tomó en cuenta signos conductuales como: temblores, salivación, inquietud, vocalización, masticación, rascado, gruñido, ladrido, enseñar los dientes, mordida, pérdida del apetito, etc. Al final, los autores concluyeron que algunas de estas conductas sí podrían relacionadas con ansiedad. 

La IVETF (International Veterinary Epilepsy Task Force) analizó los diferentes resultados de las intervenciones terapéuticas en la epilepsia. Dicha propuesta subrayó la necesidad de desarrollar sistemas de puntuación conductual validados para la evaluación de los cambios en el comportamiento de pacientes con epilepsia idiopática (Potschka et al., 2015).

Objetivo
Realizar una revisión sistemática de artículos publicados en los últimos 10 años cuyo tema principal sea la mención de los cambios conductuales en pacientes con epilepsia idiopática canina y así justificar la necesidad de incluir el diagnóstico etológico para estos pacientes.

Metodología
Para la ejecución de la presente revisión se plantearon 4 etapas:

La realización de un listado de las bases de datos electrónicas consultadas.

Búsqueda de artículos originales y artículos de revisión en las bases de datos desde agosto del 2021 a febrero del 2022.

Compilación y selección de la información.

Los criterios de selección fueron los siguientes: 

 La búsqueda bibliográfica fue limitada a los idiomas inglés y español.
 Se utilizaron combinaciones de palabras clave, las cuales se definieron según lo estipulado en el objetivo, como: (1) “epilepsia idiopática”, “idiopatic epilepsy” OR “convulsiones”, “seizures”, (2) “canina”, “canine” OR “perro”, “dog” (3) “etología”, “ethology” OR “comportamiento”, “behavior”.

3.3 Una vez concluida la búsqueda, se aplicaron los siguientes criterios de inclusión para la información obtenida:

Que el artículo en cuestión mencionara signos conductuales en los pacientes con epilepsia idiopática canina. 

Si se realizó algún tipo de protocolo para la identificación y clasificación de los signos conductuales.

Si se mencionó la presencia de patologías de comportamiento y como se llevó a cabo el proceso diagnóstico. 

Análisis de la información

Resultados 
En la tabla 1 se muestran las bases de datos electrónicas consultadas, el número total de publicaciones obtenidas en cada una y las publicaciones recabadas en base a la combinación de palabras elegidas relacionadas al tema.

TABLA 1 | Resultados de la búsqueda de información.

La combinación de palabras con el mayor número de resultados fue “seizures” AND “dog” con 18,000 artículos obtenidos en Google Scholar®, 4,867 en Biblioteca Digital UNAM, 3,723 en Science Direct® y 457 en Pubmed®; los resultados incluían artículos sobre convulsiones en pacientes caninos y, en menor medida, sobre el uso de perros como alerta médica para humanos convulsivos. 

La segunda búsqueda que arrojó la mayor cantidad de trabajos publicados fue “seizures” AND “dog” AND “behavior” con 15,900 resultados en (Google Scholar®), en los que mencionaban cambios en el comportamiento de los pacientes caninos que presentan episodios convulsivos. Al incluir la palabra “ethology”, dichos resultados se redujeron a 360 trabajos encontrados en Google Scholar®; esto nos lleva a pensar que la integración del área conductual en la atención de los pacientes se presenta con menor frecuencia.

Los resultados de la búsqueda en español fueron considerablemente menores a la búsqueda en inglés; la combinación de palabras con mayor éxito fue “convulsiones” AND “perro” con 4,850 resultados y la segunda mayor fue “convulsiones” AND “perro” AND “comportamiento” obteniendo 2,780 resultados. Ambas búsquedas fueron realizadas en Google Scholar®, mientras que la mayoría de los otros buscadores utilizados no arrojaron resultados. 

Discusión
De los resultados obtenidos, se consideró que 6 artículos fueron de mayor relevancia para al objetivo de esta revisión, los cuales se discutirán a continuación. 
Entre los resultados obtenidos durante la búsqueda, el de Shihab et al., 2011 publicado por el Journal of Epilepsy and Behavior, fue el documento referenciado con mayor frecuencia, 92 veces hasta la fecha (acorde a Google Scholar®). En dicho artículo, implementaron un cuestionario modificado del propuesto por Hsu y Serpell, en el 2003. Hsu y Serpell sugirieron que hacer mediciones en base a puntuaciones de diferentes signos presentados derivados del proceso convulsivo y clasificarlos en las categorías propuestas por ellos parecían ser efectivo; a pesar de eso, el proceso de validación dependía de las fuentes de información conductual, las cuales fueron los tutores de los perros. Hsu y Serpell defienden que la mayoría de los profesionales observan el comportamiento de sus pacientes y caracterizan las conductas para formular un diagnóstico, por lo que es probable que los cuestionarios proporcionen un estándar razonable para la validación de diagnóstico.

En opinión de las autoras, parte esencial en el proceso diagnóstico es la experiencia profesional del evaluador, la cual es vital para la caracterización y contextualización de los comportamientos observados. Esta falta de construcción profesional podría llevar al tutor del paciente a mal interpretar los comportamientos típicos de la especie con alteraciones.

En el 2013, Overall publicó un manual de medicina clínica conductual para perros y gatos, en el cual explicó que es necesario interpretar los resultados del Cuestionario de Evaluación e Investigación del Comportamiento Canino (CBARQ®) en conjunto con la observación del paciente; así se pueden diferenciar las respuestas conductuales normales de las verdaderas patologías. En este manual también se puntualiza que los cuestionarios publicados por profesionales del comportamiento no están destinados a su uso sin observación directa del paciente por los mismos profesionales, y que tales observaciones son siempre superiores a los cuestionarios solos. 

Entre los artículos que implementan el uso de cuestionarios para analizar los cambios en el comportamiento de los caninos con epilepsia idiopática, se encuentra el de Packer, et al.; este texto del 2019 fue el único obtenido durante la búsqueda que propone el uso de técnicas establecidas de medicina conductual para reducir el estrés y mejorar la salud mental de estos pacientes. En el mismo documento ya se puntualizaba la necesidad de ensayos multicéntricos, doble ciego y controlados para confirmar los efectos de las intervenciones conductuales sobre la frecuencia de las convulsiones en la medicina veterinaria y se alentaba a una mayor participación por parte de los profesionales del comportamiento animal en el manejo de pacientes con epilepsia.

La literatura pone en evidencia que hace falta de la intervención etológica para hacer la diferenciación y realizar un manejo integral del paciente. Estos cambios conductuales pueden estar asociados a patologías del comportamiento como la ansiedad, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el deterioro cognitivo, entre otros y es en esta asociación donde se identifica una deficiencia el proceso de diagnóstico etológico (Shihab et al., 2011; Packer y Volk, 2015).

Conclusión 
La epilepsia idiopática canina y alteraciones conductuales pueden tener morbilidad asociada. Los pacientes presentan signos conductuales como temblores, salivación, inquietud, vocalización, excitabilidad, etc., reportados por los tutores durante alguna etapa de la convulsión, pudiendo ser parte de la misma enfermedad, pero también de una patología del comportamiento.
 
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