El Maestro Ideal 2

Ana María Román Díaz
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria. Coyoacán. 04510. México, D.F.

Continuando la reflexión sobre cómo sería un maestro ideal, les comentaré, apreciados lectores, mi muy particular punto de vista.

En nuestra ya no tan corta experiencia, lo primero que yo aprecio de un buen maestro es que crea en sus alumnos, que espere algo bueno de ellos, que los anime a encontrar su propia creatividad, que se prepare intelectualmente a través de un aprendizaje extraordinario, vamos, que sepa de lo que está hablando y que se mantenga actualizado.

En algún lugar leí que el principio básico del profesor es “no hacer daño”, no amedrentar a los estudiantes, no imponer tareas excesivamente gravosas, que no traume a los estudiantes.

Según la RAE, enseñar es: instruir, doctrinar, amaestrar con reglas y preceptos. Viene del latín insignare, compuesto de in (en) y signare (señalar hacia), brindar una orientación sobre qué camino seguir

Aprender, dice la RAE es: adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia. De acuerdo con su raíz etimológica, viene del latín apprendhere, compuesto de ad (hacia), prae (antes) y el verbo hendere (atrapar, agarrar); imaginemos a un gato cuando persigue y atrapa a un ratón.

Una definición más, conocimiento es la facultad del ser humano para comprender por medio de la razón la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Por su etimología viene de conocer: con (todo, junto) y del verbo gnoscere (conocer). Se relaciona con el griego gnosis y miento que indica instrumento, medio o resultado.

El conocimiento no se recibe, se construye; se adquiere a través de la capacidad que tenemos de identificar, observar y analizar los hechos y la información que nos rodea. Comenzamos por utilizar nuestros sentidos para después conectar las sensaciones para construir patrones. Nos encanta establecer patrones, que posteriormente nos son de utilidad.

Cuando enfrentamos algo nuevo, desconocido, intentamos relacionarlo con lo que conocemos, nuestros patrones. Recuerdo que cuando comencé a utilizar computadoras personales, algunas personas intentaban resolver todo mediante el uso de aquel Lotus, antecesor del actual Excel. Me resultaba cómico ver cómo hacían una tarea de escribir un texto en ese programa. Era lo que se conocía y se trataba de acomodar como fuera.

Pero fue necesario enfrentar el fallido intento, el desafío intelectual de comprobar que no todo se resuelve en Lotus, que había que buscar nuevas alternativas, nuevos paradigmas y así crecíamos en conocimiento.

¿Cómo estimular a los estudiantes para que logren construir sus propios nuevos modelos? Que no se limiten solo a memorizar para pasar exámenes. No soy pedagoga, solo puedo hablar desde mi humilde experiencia como profesora.

Permitirles que, a partir de un concepto ya conocido, interpreten, desbaraten y construyan su propio concepto, lo relacionen a lo que ellos conocen y que generen la suficiente curiosidad para incorporar nuevos conocimientos.

Se aprende mejor cuando enfrentamos una pregunta relevante, que despierte verdadero interés o que persiga un fin importante, que motive, que no desanime.

Cada uno de los conceptos mencionados anteriormente, dan para una larga disertación. Por ahora solo espero haber causado algún interés, aprobación o rebeldía y confío en que deseen compartir sus experiencias.

 

No hay comentarios:

Los más leídos