Galileo.

 MVZ David Silva Olvera.

A Florecita Flor, por su bondad y nobleza de corazón, mi corazón.

"Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal;
porque si de luz carezco,
tengo vida celestial;
porque el amor de tal vida,
cuando mas ciego va siendo;
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo".
SAN JUAN DE LA CRUZ

Entre sombras
- Avancen, no se detengan..., avancen, no se queden parados. Cada quien ocupe su posición. Se escuchó la voz enérgica de un hombre uniformado a las tres horas de la madrugada.
- Recuerden las instrucciones señores: Capturar al sospechoso y a sus cómplices, no quiero fallas, el operativo depende de nosotros, ya lo hemos hecho antes,  esta es nuestra noche y nos vestiremos de héroes. Con firmeza el comandante hablaba con sus subordinados policías. 

Poco se distinguían los movimientos de los elementos policiacos que desplegó para ingresar a una unidad habitacional de la capital del país.

El objetivo era capturar a presuntos implicados en un robo con violencia, tráfico de influencias y contrabando de mercancías.

Era un jueves, todo había resultado como las autoridades lo tenían planeado, capturaron a cuatro sujetos, subiéndolos a las patrullas resguardados ante los suplicios y gritos de amigos y familiares. 

Al salir del lugar se dirigieron al centro de la ciudad para presentarlo a disposición de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México y rindieran su declaración.

Cuando realizaron las investigaciones, encontraron que un integrante de la banda delictiva pertenecía a la ahora extinta Policía Federal.

Pasaron semanas, después de esa noche de julio, el proceso fue largo hasta que les dictaron sentencia, doce años en prisión, doce largos años en el reclusorio oriente, sin derecho a fianza.

Aún recuerdo aquella noche observaba el bullicio, los gritos y presencia de vecinos que salieron de sus casas para saber que estaba sucediendo, luces prendidas, gente asomándose por la ventana. No entendía nada, sentí miedo.

Mientras, escondido entre sombras pensaba: "¿Qué será de mi?, ¿Quién me cuidará?, Mi amigo se fue. ¿Por qué se lo llevaron?"

Su mamá lloró y gritó, su padre trataba de explicarles a los policías, sin embargo los uniformados nunca lo escucharon y rápidamente lo apartaron de su camino.

"¿Qué pasa? Estoy asustado". Entre más preguntas me hacía, menos respuesta encontraba. Nadie me escuchaba, nadie me entendía. Corrí a la jardinera, sabía que ahí no me podían hacer daño, es más, no me ven, nunca lo hacen y nunca me verán.

Un día común.

Hace frío en la noche, me cubro debajo de las ruedas de un carro que conduce un vecino, hacía tiempo que no lo veía.

Días después supe que estaba enfermo, luego escuché al nuevo dueño del carro rojo, que la otra persona se había mudado a la casa de uno de sus hijos.

A veces veo algunas aves que bajan cuando va amaneciendo. Entrada la noche es todo lo contrario, observo en la esquina que salen ratas que trepan las ramas de un árbol, el cual no podan desde hace más de tres años, quisiera erradicarlas, desaparecerlas de la faz de la tierra, pero son demasiadas, estoy exhausto, no puedo solo.

Pierdo la batalla ante mi cansancio, es tiempo de irme a casa a dormir, no aguanto más, mis ojos se cierran.

En la tarde despierto, veo como poco a poco anochece, ya estando el cielo nocturno pasa de todo, carros con música a todo volumen, sirenas de patrullas, ambulancias, dos tipos han venido a observar los carros y casas de la colonia; a decir verdad, nunca los había visto. Hay jóvenes peleando, tomando alcohol, consumen drogas, detonan armas de fuego. Es muy desagradable, no quiero saber nada.

- Hey... ¿Por qué me despiertan? Hacen mucho ruido con su música y cantos, estaba cómodamente en mi colchón. 

Intento dormir un poco, pero es inútil, no concilio el sueño de nuevo, trato de buscar comida, a decir verdad me alimento de lo que puedo o lo que logro encontrar, les maúllo para que me sirvan, y tomo agua que tanto me hace falta.

Salgo a la calle, me asomo a ver qué pasa. No hay mucha diferencia del día anterior.

La vecina sale de prisa y regresa con tortillas envueltas en una servilleta; otra señora que vive en una casa amarilla, sale corriendo a recoger a sus hijos de la escuela.

Sigo caminando, me asomo en la ventana de otras casas, de repente oigo maullar a un gatito. Nunca lo había visto, en esa casa solo he visto que sacan a un perro negro a pasear, siempre anda contento y juega mucho.

No tengo paciencia pero ese gatito es muy amistoso, es gato de casa, se ve que nunca ha salido.

En la noche, dicen que todos los gatos son pardos, y así sucedió.

Una noche Galileo rondaba por una calle cerca de la casa del gatito que no había visto, pasaron algunos meses cuando ese gato salió de casa, con curiosidad y timidez platicó con Galileo, confundiéndolo con una hembra, hecho que hizo enojar al gato de tonalidad grisácea con blanco.

-No soy hembra niño, y no me molestes, estoy ocupado.

-¿Cómo te llamas? Le preguntaba el pequeño.
-No me sigas, ¿Qué quieres? Contestó indignado Galileo.
-¿Estás sola?

-¿Qué?¿Sola?¿Qué te pasa? Déjame en paz y es mejor que te hagas a un lado si no quieres que te lastime, muchacho. Maulló desafiante Galileo.

El gato más experimentado no tuvo tanta paciencia y lanzó un zarpazo con toda su fuerza, cuestión que al gato naranja tomó como juego al principio. No lo hubiera hecho. Durante el transcurso de la madrugada, el gato pequeño se encontraba perdido, a unas cuadras donde habitaba, solo y abandonado, hasta que pudo ubicarse y llegó a la puerta de su casa al amanecer, golpeado, claudicando y sediento; ya que esa noche había sido muy larga.

Lucha interna.

A veces me siento agobiado; amigo, pero entiendo que no podemos tenerlo todo.

La vida no es fácil, debes entenderlo, de alguna manera todos lo entendemos, de diferente forma, pero lo entenderemos tarde o temprano.

Imagina ¿Qué cosa fuera de  la vida, si no sintiéramos, si no encontramos sentido a la existencia misma?

Tenemos que ser congruentes con lo que pensamos, decimos y hacemos.

Para ser felices debemos vivir en armonía, estar en equilibro, ojalá todos vibráramos en la misma frecuencia. Vaya cosas de la vida amiguito. Como si todo fuera:

Un arrecife de la jungla del asfalto
La cañada del monte de los deseos
El carnaval de un colorido sepelio 
Felonía benévola del deseo
Servilismo mercantil incipiente
Diáfano engaño del inmaculado
Palabra estéril inmortal
Párvula mirada del oscurantismo
Hecatombe de la luz divina
Hipoacusia del cencerro resonante
Celda de una garganta muda.
Así de ilógica pareciera la vida...

- Mi única compañera, la soledad, que camina conmigo día y noche, siendo mi cómplice, la que no me deja ni en sueño, la única que me entiende, a la que le rindo cuentas; y tal vez por el resto de mi vida.

Todo tiene un por qué
Quiero que te dediques un momento 
A la lectura con bastante calma
Que leas las letanías del pensamiento 
Que están escritas con lágrimas de mi alma
Y que están escritas con lágrimas de mi alma

Quiero que te dediques un momento 
A la lectura con bastante calma
Que leas las letanías del pensamiento 
Que están escritas con lágrimas de mi alma
Y que están escritas con lágrimas de mi alma

Suave como el volar de una paloma 
Dulce como el trinar de un ruiseñor 
Puro como una gota del rocío 
Así es mi amor, así es mi amor.

Suave como el volar de una paloma 
Dulce como el trinar de un ruiseñor 
Puro como una gota del rocío 
¡¡Así es mi amor, así es mi amooor!!

Sin hacer ruido un pequeño gato de pelo claro escuchó cantar a Galieo:

- ¿Qué cantas? Preguntó el pequeño.
- Las letras escritas con lágrimas del alma niño.

Perplejo el gato joven, le dijo: ¿Tú la escribiste?
- No, es una canción que cantaba el papá de un amigo, antes que la policía se lo llevara.
- Tiene letra conmovedora. Pensé la dedicabas a alguna novia o gatita del barrio.

- No precisamente amiguito, dicen que de las palabras que van al cielo, las que salen del corazón llegan más rápido.

- No había pensado eso, pero tienes razón. Contestó su joven amigo.

- Alguna vez yo me encontraba como San Sebastián, dijo Galileo.

- Quien es San Sebastián? 

- Un mártir y protector de la peste, deberíamos rezar por él, para que se apiade de nosotros con esta pandemia. Continuó narrando Galileo. ¿No has visto que mucha gente ha muerto?

El de pelaje claro abrió los ojos y solo movió la cabeza de un lado a otro sorprendido. 

- Ignorantes redomados, mil veces ignorantes, ahora se atreven a decir que nosotros transmitimos ese coronavirus, si supieran que nos afecta otro tipo de coronavirus, provocándonos Peritonitis Infecciosa Felina, y esa enfermedad puede ser multisistémica y fatal para nosotros, pero ¿qué podemos esperar? Gritó Galileo molesto. Luego sentenció: Además no somos culpables de su irresponsabilidad, no entienden, ni se atienden, cada día están peor y no saben lo que dicen.

- Alguna vez conocí a un gato atigrado que tuvo esa enfermedad. Explicó Galileo.- Sintió molestias un día y a las 5 semanas supe que había muerto. Sus dueños lo llevaron al veterinario pero era tarde, no pudieron hacer nada - . Luego cambió su semblante al ver la ternura en los ojos de su nuevo amigo, reflexionó y continuó diciendo:

- Sebastián fue, según la tradición, un santo oriundo de Narbona y criado en Milán que llegó a ser centurión del primer cuerpo de infantería de la antigua Roma en época del emperador Diocleciano -. Continuó narrando Galileo. -  Por animar a sus compañeros de armas a aferrarse a la fe cristiana fue condenado a morir atado a un árbol y asaeteado, aunque sobrevivió a este martirio.

Volteando a ver el cielo nublado continuó explicando a su joven amigo: - Tras recuperarse de sus heridas, asistido por una dama romana llamada Irene, viuda del mártir Cástulo, Sebastián volvió a interpelar al emperador, quien ordenó que fuera apaleado hasta morir. Su cuerpo fue arrojado a la Cloaca Máxima pero el propio santo se apareció a santa Lucina para pedirle que le diese una adecuada sepultura. Se dice que posiblemente fue martirizado entre los años 303 y 305, coincidiendo con una serie de edictos contra los cristianos. Ese santo está representado por una pintura y escultura, la cual fue la de su primer martirio, que muestra al santo atado a un poste o árbol y con el torso y las piernas atravesados por flechas, pues el emperador de aquel tiempo mandó que lo sacaran al campo, que lo ataran a un árbol y que un pelotón de soldados disparase sus arcos contra él y lo mataran a flechazos.

- Extraordinaria historia, ¿Dónde la aprendiste? Preguntó el gatito. 
- Un hombre mayor de nombre José algún tiempo me permitió dormir en su departamento, tenía libros de Historia, Geografía, Economía, Política y otras áreas me contaba y leía. Galileo continuó: - Vivía solo, aislado de la gente, casi no tenía amigos, sus vecinos lo saludaban pero el casi no interactuaba con ellos, algunas veces llegaba en la noche alcoholizado, hablando solo, tenía un dolor muy profundo en el corazón que le perpetraba el alma, pobre hombre, solo Dios y él sabían su pena. En una ocasión escuché que tenía una hija, la cual no veía hacía tiempo, la nombraba mucho, decía que era su adoración y lo único que tenía en su vida. A menudo la recordaba de pequeña por inquieta, jugaba, cantaba, bailaba, corría, le gustaba andar en bicicleta y sobre todo por su sonrisa. Cuando regresaba de trabajar, tan solo con verla le devolvía las ilusiones y la voluntad de seguir adelante, ella era su verdadera inspiración y razón de existir. Luego, entrada la noche, entre lágrimas y  sollozos decía: Ana Laura, Ana Laura, Ana Laura, mi vida... hasta quedar totalmente dormido. Incluso decía que somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos y que con nuestros pensamientos construimos el mundo. 

- Era un hombre sabio, te enseñó mucho. ¿Qué fue de él? Preguntó el gatito.

- Gran parte de lo que conozco se lo debo a él. Desafortunadamente falleció ese buen hombre. Respondió Galileo cerrando los ojos e inclinando la cabeza.

- Tuviste la bendición de conocer a un gran hombre, ojalá todos aprendiéramos como tú, y así tengamos algo que contar a los demás. 

- Todos tenemos una historia amigo, justo ahora te estoy narrando parte de ella, a ti te tocará escribir tu propia historia, como a todos.

Ascensión

Pasaron varios meses, después que Galileo fue severo con aquel pequeño gato que se había salido de su casa a interactuar con otros gatos.

Posteriormente observó que aquel gatito jugaba con una gatita del barrio, misma que rondaba las calles.

Aunque era amable con las personas, aquella gatita era de pocos amigos, de hecho, si un gato deseaba cortejarla, salía corriendo porque se llevaba fuertes arañazos y mordidas.

Una noche Nala, Perseo y Galileo tuvieron que pelear y corretear a un gato bravucón que no era de esos rumbos, la batalla no fue sencilla, aquel gato era fuerte y más corpulento que los tres.  Varios le temían porque era muy territorialista; y a todo gato que encontraba lo agredía para mostrar su fortaleza y valentía.

Cada día la relación fue más estrecha entre los tres y otro gato blanco, que poco salía, pero lo seguía mucho Galileo. Sin embargo, éste recibió una triste noticia: Nala había sido atropellada. 

- A veces es preciso perecer para valorar lo buena que es la vida amigo. Caminando sin detenerse dijo Galileo.

- Es verdad, no lo había pensado amigo. Maulló Perseo siguiendo su marcha.

- Aún te faltan cosas que aprender amigo, pero la vida misma te dará lecciones, cometerás errores y de ellos también aprenderás.

- Como anhelo algún día saber tantas cosas como tú.

- Tienes todo para hacerlo jovencito, y puedes hacer muchas cosas, solo que tu miedo no te lo permite. Ese miedo es tu peor enemigo y es el que no te deja avanzar.

- Por qué lo dices?

- Porque  lo veo en tus ojos hijo, cuando sales, escuchas algún ruido extraño se  dilatan tus pupilas y te escondes.

- Bueno... Titubeó Perseo. Es que no conozco a toda la gente y no sé si me van a hacer daño o algún perro me quiera lastimar. De hecho, después de conocerte me acerqué a un gato grande negro, quise jugar, la sorpresa que me llevé fueron mordidas y rasguños, recuerdo que mis dueñas me llevaron al veterinario al siguiente día; me hicieron curaciones y pusieron una cosa en mi cabeza que no me dejaba ver, al principio  golpeaba la pared, la puerta, sillas, sillones, bueno con todo. Casi no comía, sentía desesperación y miedo.

- Veterinario... una vez me llevaron con uno, sentí que me inyectaron, perdí el equilibrio, y no supe que pasó, cuando abrí los ojos, recuerdo que estaba en una jaula, luego desperté en casa del hombre que me cuidaba, pero eso no está en discusión. Continuó Galileo. Todos tenemos miedo, el que diga que nunca ha tenido miedo, miente. No toda la gente es mala, aunque la humanidad no del todo ha evolucionado, a veces la veo más deshumanizada.

- Sí, no todos son malos, mis dueñas me cuidaban y eran buenas. Dijo Perseo.

- Es correcto, pero ahora ellas no están, y tú tendrás que enfrentarte a todas las adversidades si es que quieres vivir.

Perseo se quedó pensando, ahora el estaba solo, sin compañeros, ni amigos, sin Nala...

- Solo recuerda: Debes actuar en conjunto, piensa antes de tomar una decisión, honra tus palabras y dignifica tu ser, nunca pierdas tu esencia, cautiva con el corazón, y se impecable en la ejecución de tus acciones. Guturalizó profundamente Galileo. Y posteriormente dijo:
 
- Ahora me tengo que ir.

- Está bien. ¿Cuándo te veo? Preguntó Perseo.

- No sé, búscame la otra semana, en el atardecer, antes de que oscurezca.

- ¿Dime en dónde? Insistió el gatito de las siete vidas y dos de ellas perdidas.

- La vida nos puso a ti y a mí en este camino, no hay casualidades, desde que te ví, supe que eras un gatito especial, aprendes rápido. Disfruta de la lluvia, a pesar de eso es buen clima.
- Bueno, te busco...

- Búscame en el único bosque que hay, entre los árboles, entre las hojas, entre las flores, entre la gente, ahí me encontrarás.

- Pero... dijo el gato naranja. No obstante, antes que haya terminado la frase que iba a decir, Galileo se marchó, dejándolo solo.

Ahora la tarea de Perseo era al fin descubrirse así mismo.

11 comentarios:

Unknown dijo...

El autor de éste escrito es el MVZ David Silva Olvera.

Unknown dijo...

Disculpe las molestias pero quien es eduardo infante, yo no lo conozco lo que se es que el que escribio esto fue el maestro David Silva y lo digo por que vi sus inicios escribiendo esto y creame que no es tan facil escribir algo así y ni tan sencillo, como se podría corregir y quitar ese nombre de eduardo infante no se quien sea esa persona, por que no dice en ningún párrafo que lo escribio el maestro David Silva.
Saludos
Gracias
Esperemos que si hagan caso de este error que se profujo
Att. Ana Escobar

Unknown dijo...

Este excelente escrito fue escrito por mi gran amigo David Silva. Quien merece un reconocido reconocimiento. Saludos

Unknown dijo...

Creo que la persona que merece todo el reconocimiento de estos párrafos es el médico en veterinaria David Silva, un gran amigo y colega.

Anónimo dijo...

Buena tarde mi amigo David Silva me invitó a leer su artículo y me encontré que no aparece su nombre, ojalá se pueda corregir ese gran error. Saludos

Anónimo dijo...

Todos los escritos del Mvz David Silva Olvera llevan un contenido maravilloso y este no es la excepción, espero que se respete su autoría y se trate de un error el que no se encuentre su nombre.

Unknown dijo...

Me encantó tu relato Dr David Silva. Y a corregir el artículo con el verdadero autor.

Unknown dijo...

Buenas tardes... Creo no están dando el crédito correspondiente al MVZ David Silva Olvera, ojalá que corrijan esta falla, para que se les pueda seguir considerando cómo una revista honesta. Saludos
M en C Reyna Calva

Unknown dijo...

Felicidades médico!esta genial tu obra, espero corrijan y te den los créditos como autor que eres!

Unknown dijo...

Un gusto leer su obra de "Galileo" M.V.Z. David Silva Olvera.
Esperemos la corrección, que vos es el autor.

Charo.

Caedanto dijo...

Estimados lectores:

Lamentamos la confusión, por un error publicamos otro nombre en este articulo, el autor es el M.V.Z. David Silva Olvera.

Ya hemos corregido el nombre.

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