Eduardo Infante
Sentado frente a la ventana en su sillón favorito aquel famoso escritor pensó : “Al escribir una novela yo soy dios. Puedo dar vida y quitarla, por mi decisión los personajes que creo pueden ser felices o sufrir los más crueles tormentos en cuerpo y alma".
Disfrutando el poder que creía tener se dijo :
- Puedo crear lluvia o una tormenta, o el más hermoso día de verano con un solo toque de mis dedos. Yo y solo yo puedo crear mundos y destruirlos con solo desearlo. El amor lo puedo hacer amargo y sombrío, puedo si así lo quiero permitir que los villanos logren escapar de la justicia las veces que así lo determine. Nadie en el mundo posee un poder tan grande y todo lo debo a mi talento.
Levantándose se dirigió al otro lado del salón y con orgullo observó todos los premios literarios que ha ganado: desde el Nobel, hasta el Príncipe de Asturias.
Volteó al gran espejo y se imaginó coronado con el laurel que solo portan los dioses en el Olimpo.
Haciendo un movimiento con la mano se dijo :
- Eres el más grande, el más respetado, un genio, un mago, un dios. Con un grito estentóreo se dijo que siendo un dios debería ser adorado por el mundo entero.
Y mientras giraba y giraba, gritaba : "¡Si!, adorado como su dios".
Al día siguiente la noticia impactó al mundo:
“EL FAMOSO ESCRITOR SE SUICIDÓ ARROJANDOSE POR LA VENTANA DE SU LUJOSO DEPARTAMENTO EN EL PISO 45 DE LA TORRE OLIMPO”.
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