“Deontología veterinaria” “Nuestra razón de ser”


MVZ Celia Martínez Marroquín. De un texto escrito por:
MVZ René César Frappé Muciño
17 agosto 1961
Un hombre sólo es ético, cuando la vida como tal, sea sagrada para él, tanto de las plantas y animales como la de sus hermanos los hombres y cuando se esfuerce por ayudar a toda vida que lo necesite. Albert Schweitzer
René César Frappé Muciño (14 de agosto de 1932 - 12 de marzo de 2019).
Médico veterinario zootecnista. Profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, autor de varios libros sobre enfermedades infecciosas e historia de la medicina veterinaria.
Laboró en el departamento de patología, impartía las materias de anatomía y enfermedades infecciosas.
Después pasó al departamento de bacteriología y con los cambios de planes de estudio, impartía la materia de enfermedades bacterianas y micóticas y posteriormente la materia de higiene por lo que pasó al departamento de medicina preventiva. Fue becado a Estados Unidos a estudiar una maestría en patología.
Fue a Veracruz a la escuela hoy facultad de medicina veterinaria y zootecnia de Veracruz y también impartió ahí la materia de anatomía.
Posteriormente participó en la campaña contra la garrapata.
Acudía a la facultad a impartir varias materias según el plan de estudios de cada época.
Falleció a la edad de 86 años.
A continuación, transcribimos sus pensamientos sobre cuestiones éticas.
Evidentemente toda acción es la respuesta a un estímulo.
En nuestro caso, la vida diaria nos ha hecho sentir la necesidad de poner en juego algunas normas de la ética. Y todo esto ha sido suficiente para buscar un código moral o remanente de normas a las que se pueda recurrir no solo en los casos críticos sino en todos los problemas diarios de la profesión.
Los menudos detalles, aunados todos, muestran la línea de conducta característica de cada individuo y tiene puntos de contacto con los demás. El presente artículo, no es sino un esbozo o un preludio a posteriores meditaciones que nos pueden conducir a descubrir directamente la verdadera filosofía de nuestro trabajo y que siembre la inquietud a cada quien, para que con sus propios medios, trate de obtener respuestas o resultados más concluyentes.
La Deontología, es si la analizamos etimológicamente, estudio del deber.
Quien se inicia en el estudio de una cosa, presupone que existe o que debe existir o que debe de haber existido por lo tanto desde el principio, admitamos la existencia del deber o los deberes y que consecuentemente, existen sanciones y recompensas. En fin, el deber es algo que debemos conocer y que a pesar de que nadie nos lo pueda decir de inmediato, estamos en posibilidad de iniciar un estudio más o menos detallado, con la esperanza de descubrir cual es “NUESTRO DEBER”, o bien, cuál es nuestra posición en la sociedad y cuál debe ser nuestra actitud con los semejantes como con respecto a si mismos.
Aplicada a la profesión veterinaria, la deontología es la emisión, análisis y adopción de las normas que deben regir a todos los integrantes de ese grupo selecto de la sociedad, que por su calidad de profesionales, confrontan problemas y experiencias comunes, que deben ser analizados desde el punto de vista técnico y desde el punto de vista de su trascendencia ética y social. Problemas que deben ser resueltos en forma equitativa y justa, sin concesiones ni omisiones, aplicando en su sentido exacto la palabra JUSTICIA y que solo puede ser sustituida por la BONDAD.
El estudio y la aplicación de las normas morales ha sido una de las inquietudes más grandes del hombre desde que descubrió que tenía conciencia. Las normas éticas como es sabido, no se basan en la experiencia, ya que no son condicionadas por el medio ambiente ni por el tiempo, sino que son “a priori” y no “a posteriori” y aunque de momento parezcan imprácticas, después de una breve meditación, se descubrirá que son completamente aplicables, y eso sí, exigirán un esfuerzo especial para hacer o dejar de hacer determinados actos, actitud que incluso, puede llevarnos hasta el sacrificio de los propios intereses en beneficio de los intereses de la comunidad.
Aun cuando las palabras ETOS y MOR, bases etimológicas de la ética y de la moral, significan “la costumbre”, nuestro pensamiento no debe descansar en lo que se practica en los diversos sitios de la Tierra.
El “a priorismo” de la ética se basa en razonamientos sumamente elaborados y que han venido a resumir la forma de pensar de los Filósofos. Una de las principales síntesis del pensamiento ético es la frase de Kant que dice: “obra de tal manera que la máxima de tu conducta pueda transformarse en norma de universal observancia”.
Aquí se hace alarde de amplitud de criterio y de libertad, procurando que cada quien juzgue por sí mismo su conducta y dictamine si puede ser extendida a todo el mundo como ejemplo digno de imitación y norma general. Por lo tanto, se obliga a obrar con equidad esperando reciprocidad de todos los actos del hombre en las diversas circunstancias.
Si buscamos una ética “a posteriori”, no tardaremos mucho en descubrir que hemos reunido una buena colección de disculpas y justificaciones más o menos aceptables de los actos de un individuo o de una comunidad. Al fin y al cabo, los ideales son como las estrellas, que pueden guiarnos aun cuando no logremos llegar precisamente hasta ellas, o sea que las normas ideales “a priori” deben ser tomadas en cuenta para planear toda conducta práctica.
El mantener presente una idea, llega a transformase en una realidad casi insensiblemente, de acuerdo con aquello de que: “tal será el hombre cuales sean sus pensamientos”.
Pero más que restricciones, las normas morales deben considerarse como ampliaciones del campo de acción, ya que al conservar e incrementar los intereses comunes por medio de un código, se acrecienta el patrimonio moral de la sociedad.
Es frecuente que las normas éticas sean despreciadas antes de conocerlas. Este renunciamiento no es total, sino que aún dentro de la anarquía y del caos, son estos dos conceptos precisamente, la anarquía misma y el caos, los lazos fuertes que gobiernan a los individuos y los mantienen secretamente unidos.
Lo difícil en un principio es convencerse de la validez de tales normas, pero no hace falta sino vivir un poco, buscar unas cuantas experiencias para darse cuenta que es necesario someterse a determinados principios que, a la manera de hilos invisibles, coordinan nuestra acción con las actividades de nuestros congéneres, ya que si bien vivimos en un ambiente de libertad, también es cierto que no estamos solos, sino que existen compañeros que aunque no sepamos de su existencia, buscan los mismos fines y que han partido de principios semejantes a los nuestros. Justo es pedir una meditación conjunta de lo que nos interesa y en el caso dado, defender los patrimonios morales, ya que pertenecen exclusivamente a quien los desea, los busca y los haya.

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