Samantha Cabañas Valencia
José Cabañas Camargo o como le decían “Pepe” o “Cabañas” fue un hombre lúcido, inteligente, un gran lector, deportista y determinante con sus decisiones: coincidía lo que decía con lo que hacía. Era esposo, padre de familia, hijo, abuelo y amigo que marcó la vida de muchas personas durante su existencia terrenal en este mundo.
La infancia de Pepe se vio marcada por la convivencia entre dos hermanas y por su madre, Victoria y su padre, José Pilar. Esta infancia la vivió con momentos de alegría entre los constantes juegos entre hermanos, vecinos y amigos de la colonia San Francisco de lo que hoy es la alcaldía La Magdalena Contreras. A muy temprana edad, esta infancia se vio envuelta por la pasión por la lectura que tiempo después se vería reflejada en su trabajo como bibliotecario en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es importante saber que su gusto por la lectura estuvo influenciado, en gran medida, por su padre quien también fue bibliotecario.
Pepe siempre se consideró introvertido, sin embargo, resaltó por buenas notas en la escuela. El gusto por la lectura creció más cuando ingresó al Colegio de Bachilleres “Plantel 5 “, lo que lo llevó a asistir a eventos que, previo a su fallecimiento acudió como lo es “La Feria Internacional del Libro”, donde conoció a muchos escritores, periodistas, caricaturistas que admiraba por su forma de pensar. Una de las materias que más disfrutaba Pepe era la historia, pues siempre recalcaba la importancia de ésta. Su adolescencia fue un cúmulo de buenas experiencias con amistades y primos con los que compartía las salidas al cine, el fútbol soccer y el gusto por intercambiar cómics. Cabe resaltar que una de las historietas favoritas de Pepe eran Archie y superhéroes.
El primer acercamiento que José tuvo con la UNAM fue como empacador en la Tienda UNAM, a la edad de 16 años, conocida como el supermercado de la misma institución. A esa corta edad, Pepe supo el significado de la disciplina, la responsabilidad, el compromiso de lo que conlleva trabajar y estudiar al mismo tiempo en un país donde muchos jóvenes viven la misma realidad.
Tiempo después ingresó a la UNAM como trabajador en la biblioteca de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia. Para Cabañas, su estancia en dicha facultad fue la mejor etapa de su vida. Definió completamente su existencia, ya que fue donde se desarrolló laboral y personalmente, como bibliotecario, padre de familia y amigo. Supo lo que quería para él. Este fue el lugar donde conoció a su esposa, Guillermina Valencia Palomec, con quien tuvo a su hija, Samantha Cabañas Valencia, asimismo, conoció a los que consideró a sus amigos de vida: Arturo, Francisco, Antonia, Teódulo, con quienes compartió infinidad de vivencias dentro y fuera de las instalaciones de la universidad. Tiempo después tuvo la satisfacción de ser abuelo de Camila Leyva.
Un recuerdo que Pepe siempre compartió fue la conexión que tenía con Arturo, pues sus hijas nacieron en el mismo mes y se llevan una diferencia de un día: Mariana (hija de Arturo) cumple años el 20 de septiembre y Samantha (hija de Pepe) cumple años el 21 de septiembre.
De acuerdo con las pláticas con Pepe, una persona que aportó mucho a su desarrollo profesional fue la Dra. Ana María Román, a quién le estuvo profundamente agradecido por todo el conocimiento que obtuvo de ella. Admiraba su gran profesionalismo en la investigación y el gran ser humano que es hasta el día de hoy. Los recuerdos que José tenía eran las conversaciones acerca de sus hijos, le llamaba la atención las profesiones que los jóvenes tenían, y, sobre todo el apoyo que como madre tenía hacia ellos.
La simpatía de Pepe y la disposición que tenía para su trabajo se vio en el reconocimiento que cada estudiante le hacía: desde un saludo con la mano, un hola o un simple gesto de amabilidad. Al igual que con sus compañeros que siempre recurrían a él, pues sabía cómo hacer las cosas y siempre respetó su trabajo, lo que le ganó credibilidad.
La gran sonrisa que caracterizaba a Pepe sobresalió en su paso por la UNAM. Uno de los momentos más felices para él fue cuando la universidad le reconoció su labor por su trabajo con una antigüedad de 25 años y cuando firmó su jubilación. Su sonrisa fue la más bella esos grandes días.
Esta sonrisa también se vio cuando hacía lo que le gustaba: correr. Era una de sus actividades favoritas. Pepe perteneció por más de 10 años al grupo de corredores de la UNAM conocido como “Felinos”. Ese grupo estaba conformado por jubilados y trabajadores de la misma universidad y fue el momento de mayor cercanía con su papá, quien estaba en el mismo grupo. Ser integrante de “Los Felinos” le valió maravillosas experiencias, entre ellas viajar, la mayoría de las veces, en la playa. Conoció varios estados del país y con ello mucha gente. Tanta era su pasión y su alegría por correr que, ¡Quién iba a pensar que su muerte sería en la playa y corriendo!
La vida de Pepe estuvo constituida por todas las grandes personas que formaron parte de ella hasta el último día de su vida. Bajo este panorama, Pepe, le agradeció a la UNAM todo lo aprendido y todo lo vivido. El último deseo en su vida fue jubilarse y lo logró. Estaba convencido y dispuesto a finalizar esa etapa con el mayor gusto. Se sentía más que satisfecho, ya que había dado todo de él. Nunca limitó su trabajo. De hecho, cuando terminó su etapa en la institución una de sus frases era “La UNAM me dio mucho a mí y yo le di mucho a UNAM. No tenemos deudas”. Más de 40 años avalan la historia de vida de Pepe en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el valor que tuvo en ella. Pepe es el claro ejemplo de que la conformación de una vida es por las historias de muchas. ¡De muchas historias, una!
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