Eduardo D. Infante Favila
La fractura de una olla fue la señal para el inicio de la revolución en la cocina, las ollas y las cazuelas del anaquel bajo se rebelaron contra las jarras del anaquel de arriba.
Los platos y cucharas aún no toman partido, las tazas han decidido apoyar a las de arriba, mientras sartenes y cucharas lucharán con los de abajo.
Cacerolas y cuchillos se dicen solidarios con los rotos y desportillados; pero los vasos, ¡ah, los vasos! decidieron no tomar partido y permanecer al margen de todo.
El resto de los artilugios de la cocina son observadores de aquel singular combate.
El choque de aquellos trastos gran revuelo producía, ya los cuchillos embisten, más los sartenes resisten y los platones proceden como guerreros expertos.
La jarra más elegante desde arriba dirigía los momentos del combate, los vasos de los domingos gritaban emocionados, aquel duelo entusiasmaba hasta a los circunspectos.
Suenan golpes y gritos, cucharas y cacerolas luchan en feroz combate, los sartenes ahora cargan y las cucharas embisten, las ollas van avanzando muy cerca del fregadero, los platos se posicionan más allá del lavadero.
Nadie pide paz ni tregua, la lucha aquí es sostenida, al final nada se gana. Todos regresan exhaustos a tomar sus posiciones, el desayuno se sirve temprano por la mañana.
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