A Rusia con Amor II

Luz Arcelia Suárez Ramírez

Flautista

Palabras clave: Música, músicos rusos, historia

(Recordarán que, en nuestra lectura anterior, dejamos a Glinka construyendo el nacionalismo rus. Continúo…)

Al poco tiempo, las reuniones entre artistas que defendían lo ruso ya estaban muy bien establecidas, el movimiento nacionalista marchaba a paso firme. Faltaba integrar a la música entre las altas, recordarán que la tenían como arte menor, una pequeñez que estaba por resolverse.


Una de las personas que asistieron a Una vida por el Zar fue Mili Balakirev (1837-1910), hombre de opiniones fuertes y voluntad inquebrantable. De niño, tuvo un maestro de piano que lo tomó por su cuenta para enseñarle música de forma muy libre. Comenzó a componer sin conocimiento teórico de armonía clásica o de estructuras musicales, sin embargo, desarrolló buen oído y un gusto más o menos educado. Cuando escuchó Una vida por el Zar se entusiasmó tanto que decidió dedicarse completamente a la música y comenzó a trabajar ya seriamente y a presentarse como pianista. Al morir Glinka, Balakirev sintió que tenía el deber de continuar el proyecto musical ruso.


Se hizo de un grupo de cuatro jóvenes músicos, diletantes autodidactas. Eran profesionales en otros campos, dos de ellos militares, por lo menos conocían y amaban las tradiciones de su país. La historia los recuerda como “Los Cinco Rusos”, “The Mighty Five” (¡Así los conocen en Estados Unidos! Suena como héroes de súper película taquillera), “El Grupo de los Cinco”, como humildemente me los presentaron a mí y es como los conocemos en México.

En orden de aparición:

  • César Cui (1835-1918), ingeniero militar y compositor. 
  • Modest Mussorgsky (1839 -1881), soldado. 
  • Nicolai Rimsky-Korsakov (1844-1908), oficial de la marina. 
  • Alexandr Borodin (1833-1887), médico y químico.
  • Mili Balakirev (1837-1910).


Duraron juntos, en actividad, unos diez años a partir de 1860. Balakirev hizo su sueño realidad, le gustaba dar órdenes y ahora tenía a quienes dárselas. Al principio parecía el ‘Club de fans de Mili Balakirev’ y éste se pavoneaba más inflado que un guajolote en víspera de Nochebuena.

Su método, acuérdense que eran aficionados, era confiar en la opinión y el conocimiento que compartían entre ellos. Se conseguían las partituras que podían, las tocaban y las analizaban según su propio criterio. Opinaban sobre sus obras y las corregían en grupo. Estaban sinceramente muy orgullosos de ellos mismos y les encantaba no tener compromisos con la música como profesión absoluta y teórica.

Al mismo tiempo, así como llegaron músicos rusos que habían estudiado en Europa y que se decidieron por lo ruso, bueno, llegaron también los que se decidieron por las formas clásicas. Anton Rubinstein (1829-1894), que estudió con mucho éxito piano y composición en Alemania y rivalizaba con Franz Lizst, defendió lo académico. Cuando regresó, vio casi lo mismo que Balakirev, pero Rubinstein pensó en la falta de educación musical seria y movió cielo, mar y tierra para crear el Conservatorio de San Petersburgo ¿Quién creen ustedes que aparece entre los alumnos de sus primeras generaciones? Nada más y nada menos que Piotr Ilitch Tchaikovsky.  


Como respuesta a la apertura del Conservatorio, Balakirev no tardó en abrir la Escuela Libre de Música. Su misión era la búsqueda de la verdad en la música, la libertad y la espontaneidad, defender el nacionalismo y, principalmente, oponerse al academicismo y a la tradición musical alemana… de hecho, en general, a todo aquello que viniera del Conservatorio.

Entonces se hicieron dos bandos muy fuertes, los nacionalistas y los clásicos. Desayunaban, comían y cenaban juntos; participaban y asistían a conciertos de uno y otro bando; no se perdían de vista, se mordían y no se soltaban, la crítica era severa y no se perdonaban. En fin, formaban una bonita familia.


(abril 21 de 2023)

Bibliografía: 

Schonberg, H. C. (1987). Los Grandes compositores. En H. C. Schonberg. Buenos Aires: Javier Vergara Editor.


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