Louis Pasteur, Su Obra

 Ana María Román Díaz
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria. Coyoacán. 04510. México, D. F.

Químico, Bacteriólogo francés, nació el 27 de diciembre de 1822, en Dôle, Jura, Francia; murió el 28 de septiembre de 1895, en Villenueve-l'Étang, cerca de Saint Cloud, France

Vivió durante una época llena de cambios, adelantos, guerras y planteamientos filosóficos y políticos que revolucionaron totalmente a la sociedad del siglo XIX.

A través de su trabajo pionero en cristalografía, Pasteur estableció la disciplina de la estereoquímica. Pasó la mayor parte de su carrera fundando la microbiología moderna y haciendo descubrimientos emocionantes en inmunología y bacteriología, un campo que prácticamente creó.

Su trabajo
Ya en 1848, Pasteur publicaba su trabajo sobre cristales, que había comenzado para su investigación doctoral. Trabajando con ácido tartárico, buscó la solución de por qué una forma del ácido giraba hacia la derecha los rayos de luz que lo atravesaban, mientras que otra forma (ácido paratartárico o racémico) no giraba el plano de los rayos de luz.

Las dos formas del ácido eran químicamente idénticas, pero Pasteur descubrió que el ácido racémico tenía cristales que eran zurdos o diestros, cada uno la imagen de espejo del otro. Usando pinzas, laboriosamente separó a mano los cristales secos en montones izquierdo y derecho. Luego disolvió cada pila y encontró para su satisfacción que la solución de cristal de la mano izquierda giraba los rayos de luz hacia la izquierda y la de la mano derecha hacia la derecha. Cuando las dos soluciones se mezclaron en cantidades iguales, no se produjo rotación: la mezcla era ópticamente inactiva. Este avance estableció la reputación de Pasteur como científico, porque abrió la puerta a la estereoquímica, una nueva forma de estudiar la composición molecular de las sustancias. Pasteur había comenzado a comprender la disimetría, que caracteriza no solo a las formas orgánicas sino también a la mayoría de las formas inorgánicas.

Sus principios de orden no sólo se encuentran en el método pasteuriano sino también en la naturaleza de sus trabajos. Estos aparentemente muy diferentes, siempre tuvieron origen en las posibles aplicaciones prácticas, en las asignaciones tanto industriales como de las áreas públicas. Su primer trabajo fue aquél de un químico puesto que centró su atención en la capacidad rotatoria de las soluciones de ácido tartárico sobre el plano de polarización de la luz. Estando aún muy lejos del concepto microbiológico, percibió que de los dos isómeros ópticos del ácido, uno sólo es producido por los seres vivos y que uno sólo (el mismo) es susceptible a la fermentación. La conclusión de Pasteur fue novedosa, en vez de ser una descomposición de la materia orgánica como lo pretendía Justus von Liebig (su adversario), está ligada a la vida y con mayor precisión a la acción de ciertos microorganismos.

Hacia 1850 las fermentaciones y putrefacciones eran cosideradas reacciones debidas a la presencia de los agentes químicos llamado fermentos, que en la fermentación alcohólica eran conocidos como la levadura de la cerveza. Se consideraba a la levadura como un material orgánico amorofo, precipitado de la cerveza con apariencia de vida vegetal simple, pero sin constituir vida.

Mientras continuaba su investigación sobre cristalografía, Pasteur se mudó a la Universidad de Lille, donde se desempeñó como decano y profesor de 1854 a 1857. Mientras estaba en Lille, Pasteur fue abordado por un hombre que buscaba ayuda experta para explicar por qué algunos de los sus cubas de jugo de remolacha azucarera, que estaba fermentando antes de destilar el alcohol del puré, se habían estropeado. Sus superiores habían instado a Pasteur a servir tanto a fines prácticos como a la ciencia pura y, como sucedió, la propia investigación de Pasteur sobre la composición de las moléculas orgánicas lo había llevado a querer saber cómo la fermentación modificaba esas moléculas. Pasteur estaba ansioso por utilizar la industria de la remolacha azucarera como laboratorio.

El científico examinó las cubas y tomó muestras. Bajo su microscopio montado verticalmente, Pasteur detectó pequeños glóbulos redondos de levadura de las muestras "buenas", pero descubrió que las "malas" contenían microorganismos en forma de varilla, bacilos. Supuso que las levaduras, que observó multiplicarse por brotación, eran la causa de la fermentación del azúcar de remolacha en el alcohol deseado, pero las varillas eran un misterio.

Después de un esfuerzo considerable, logró formular una sopa en la que pudo cultivar los bacilos. Después de introducir solo unas pocas varillas en la solución estéril, las vio multiplicarse en millones de gérmenes vibrantes. Estaban vivos y fueron los que desplazaron la levadura y transformaron el azúcar en ácido láctico, el ácido de la leche agria. Pasteur escribió un artículo sobre su descubrimiento titulado “Mémoire sur la fermentation appellée lactique” (memoria sobre la fermentación llamada láctica), que fue publicado por la Academia de Ciencias de Francia en 1857. Este artículo fue aclamado como la prueba inicial de que los gérmenes causan la fermentación.

El artículo de Pasteur de 1857 fue el segundo gran paso de su carrera y, como resultado, fue llamado a París y nombrado director de estudios científicos en la École Normale Supérieure. Sin embargo, su puesto elevado no le proporcionó su propio laboratorio, por lo que creó uno para sí mismo en dos habitaciones en el ático. Allí procedió a demostrar la extrema complejidad de los procesos involucrados en la fermentación alcohólica.

Los químicos habían expresado previamente la conversión del azúcar en alcohol etílico y ácido carbónico por medio de una fórmula inorgánica simple, pero Pasteur detalló el complejo papel de la levadura de cerveza en la digestión del azúcar en varios compuestos, de los cuales el alcohol era solo el más importante. 

El establecimiento de la teoría microbiana contribuyó a que la humanidad realizara el tránsito de la alquimia, la quiromancia y la medicina especulativa medieval, a la auténtica medicina científica. Gran cantidad de los avances que hemos vivido en el último siglo y medio en materia de medicina preventiva, higiene, medicina social, salud pública, vacunación, atención al enfermo, son herencia directa de los descubrimientos y aportaciones de Pasteur

Continuando con su trabajo sobre los microbios, Pasteur descubrió que algunas bacterias requerían la ausencia de oxígeno para sobrevivir, mientras que otras necesitaban oxígeno para vivir. A la primera la denominó “anaeróbica”, y a la última la llamó “aeróbica”, nomenclatura utilizada por la ciencia hasta el día de hoy, ya que Pasteur fue el primero en traer a la atención científica y pública los dos tipos diferentes de bacterias. Antoni van Leeuwenhoek y Lazzaro Spallanzani habían observado anteriormente bacterias anaerobias, pero no lograron llamar mucho la atención sobre el descubrimiento.

Luego, Pasteur realizó un largo experimento sobre el enlatado de alimentos, un proceso descubierto por su compatriota François Appert en la época de Napoleón I. Pasteur demostró de manera concluyente que el calentamiento de recipientes sellados mataba los microbios que causaban la fermentación y la putrefacción. Ese era el secreto de la conservación de los alimentos. Explicó que los microbios son necesarios para la descomposición de la materia orgánica en sus componentes inorgánicos y que sin tales microbios todas las plantas y animales que alguna vez vivieron tendrían sus restos muertos asfixiando la superficie del planeta.

La concepción clásica de la abiogénesis (generación espontánea de la vida, término acuñado por el biólogo Thomas Huxley) sostenía que la vida se generaba por la descomposición de las sustancias orgánicas. Poner en cuestión la generación espontánea era poner en tela de juicio la razón, los sentidos y la experiencia.

La primera pregunta que Pasteur debió resolver era si existían microorganismos en el aire que pudieran justificar el crecimiento en las infusiones que habían sido previamente sometidas al calor. Para ello, puso en marcha una serie de experimentos consistentes en filtrar el aire sobre un algodón soluble en alcohol y éter. Pasteur construyó un complicado aparato consistente en una máquina que aspiraba el aire, unida a tubos con algodón. Se aspiraba el aire a través del algodón y luego se intentaba ver los seres vivos retenidos en el algodón. Las partículas depositadas en el fondo podían ser observadas fácilmente al microscopio. Pasteur encontró que había bastoncillos (microorganismos), afirmando que “estas simples manipulaciones permiten reconocer que existe en el aire común un número variable de corpúsculos cuya forma y estructura indica que son organizados”. A continuación, Pasteur preparó infusiones de materia orgánica que colocaba en matraces de vidrio y las calentaba hasta la ebullición para librarlas de microorganismos. Si cerraba los cuellos de los matraces de vidrio a la llama, las infusiones permanecían translúcidas, sin que hubiera indicios de crecimiento de microorganismos. Si los rompía, se enturbiaban y observaba que contenían microbios. Al romper el cuello de los matraces y penetrar el aire, éste transportaba microorganismos capaces de crecer en las infusiones.

Pasteur preparó un recipiente con una infusión de agua y proteínas (albúmina) y conteniendo aire calcinado, observó que este recipiente cerrado permanecía con su contenido inalterado a pesar de probar con variaciones de lugar y de temperatura. Observó que si después de transcurridas unas semanas se introducía en su interior algodón cubierto de polvo obtenido por la filtración del aire, rápidamente se poblaba de microorganismos. Por tanto, la materia albuminoide resultaba ser el alimento y no la causa de los microorganismos. Estos microorganismos procedían del exterior y se encontraban diseminados en el aire de manera desigual.

Pasteur también demostró que los microbios procedían únicamente de otros microbios, que la vida procedía de la vida y que no había generación espontánea. Leeuwenhoek, doscientos años antes, había refutado la generación espontánea, pero pocos habían estado dispuestos a escuchar. Pasteur fue tan insistente que obligó a la gente a prestar atención. Para ilustrar que los microbios pueden transportarse por el aire, Pasteur y sus asistentes expusieron brevemente muchos cultivos estériles al aire de un sótano profundo en París, al aire de la superficie de París, al aire de un viñedo en una colina de las montañas Jura, y finalmente el aire en lo alto de las laderas del Mont Blanc.

A Pasteur se le ocurrió entonces estudiar el aire a varias alturas, realizando sus experimentos con matraces en diversas condiciones ambientales, descubrió que cuanto más alta y más rural era el área, menor era el porcentaje de cultivos contaminados. El único lugar bajo que tenía aire puro era el sótano profundo casi libre de corrientes de aire en París.
Luego, Pasteur y su asistente principal, Émile Duclaux, instalaron un laboratorio de campo improvisado en la ciudad natal de Pasteur, Arbois. Los productores de vino de la zona habían tenido dificultades, ya que su producción a veces era viscosa, ácida, aceitosa o amarga. Mirando a través de su microscopio, Pasteur sorprendió a los vinicultores al pronunciar correctamente lo que estaba mal en cada muestra sin probarla. Para evitar el deterioro, Pasteur recomendó un tratamiento que llegó a conocerse como "pasteurización": calentar el vino, una vez que se completó la fermentación, a una cierta temperatura por debajo del punto de ebullición y mantenerlo allí durante un período de tiempo específico. La temperatura podría ser menor si se alargara el tiempo y viceversa.

Cuando los granjeros se opusieron a cocinar su vino, Pasteur explicó que la acidez natural de su producto lo hacía menos hospitalario para los gérmenes y que la temperatura requerida era bastante baja. La leche, la cerveza, la sidra y otros líquidos podían conservarse de manera similar, y Pasteur diseñó equipos especiales para la pasteurización comercial.

Los principios que postuló:
1. El vino previamente calentado, no se altera nunca. La elevación de la temperatura destruye a Acetobacter aceti, tanto el que podía contener el vino como el que podía estar presente en el aire.

2. El vino calentado pero expuesto al aire, puede alterarse, ya que aunque se hayan matado los microorganismos de Acetobacter aceti del propio vino, no se impide a los que pueden estar en suspensión en el aire que caigan al vino y crezcan en él.

3. El agua alcoholizada pura no se acetifica nunca, aunque los microorganismos en suspensión puedan caer en ella o aunque el líquido pueda tomarlos del polvo de los vasos que ha tocado. Estos microorganismos son infecundos porque no tienen a su disposición nutrientes adecuados.

4. El vino, en una botella llena y acostada, no se acetifica nunca. El aire bien puede entrar por los poros del tapón, pero el vino, tinto o blanco, siempre contiene principios oxidables, materias colorantes, que se apoderan poco a poco del oxígeno, sin dejarlo a disposición del microorganismo Acetobacter aceti que el vino puede contener y que en efecto contiene con frecuencia. Cuando una botella está de pie, las condiciones de la oxidación son muy distintas: los microorganismos de la superficie están rodeados de aire.

Uno de los antiguos profesores de Pasteur, J. B. Dumas, le rogó que investigara una enfermedad de los gusanos de seda, la pebrina, una plaga que estaba devastando una importante industria en el centro sur de Francia. Lo hizo tras reconocer a su mentor que en la vida había visto un gusano de seda, lo que fue interpretado por éste, no sin razón, como una importante ventaja: “¡Mejor! Así no llevará usted ideas preconcebidas”. Entre 1865 y 1870, Pasteur pasó varios meses de cada año en y alrededor de Alais (actual Alès), el centro de la cultura de la seda de la nación. La confusión de Pasteur acerca de lo que aquejaba a los gusanos de seda se agravó, como finalmente descubrió, por el hecho de que los gusanos no padecían una sola enfermedad sino dos infecciones microbianas diferentes.

Dos eventos de su carrera parecen decisivos para responder a la pregunta de cómo se convirtió en un revolucionario de la medicina. El primero fue la epidemia de cólera en 1865. 

La enfermedad ocurría por brotes y sobre todo durante el tiempo frío y húmedo. Pasteur estudió esta enfermedad y tras varios intentos en diferentes tipos de caldos de cultivo, obtuvo el más apropiado, que no fue otro que el obtenido de carne de gallina. El líquido de cultivo más límpido se enturbiaba en pocas horas y se llenaba de incontables corpúsculos, extremadamente tenues y algo estrangulados en su parte media. Su reducidísimo tamaño se reducía aún más cuando se reproducen a los pocos días, dando numerosos corpúsculos de diámetro difícilmente medible, el líquido de cultivo se tornaba casi transparente y dejaba de ser turbio y lechoso como al principio. El problema no sólo pasaba por su ingestión, que provocaba una muerte muy rápida en los animales, sino por la contaminación proveniente del virus, que quedaba en los excrementos de las gallinas, mortal también para las demás aves de corral. Pasteur pensó en los trabajos de Jenner y reflexionó posteriormente que el virus se atenúa a medida que envejece. Comprobó que la virulencia del cultivo podría atenuarse pasando éste por una corriente de oxígeno de aire atmosférico, y además ésta podría ajustarse a voluntad.

Como miembro de una comisión científica consultora, Pasteur abandonó la atmósfera confinada de su laboratorio para descubrir con repugnancia el infierno cotidiano de las salas del hospital Lariboisiere donde se apretujaban los pacientes. Estaba persuadido de la existencia de un agente responsable de la enfermedad y ensaya encontrarlo en los conductos de la calefacción, o cerca de los lechos de los enfermos que fallecen de enteritis; sin llegar a descubrirlo como lo haría Kock en Egipto en 1883.

Antes de lograr un gran avance en las enfermedades del gusano de seda, Pasteur sufrió una hemorragia cerebral en octubre de 1868, a la edad de cuarenta y cinco años. Muchos pensaron que seguramente moriría; su lado izquierdo estaba completamente paralizado. Sin embargo, recuperó parcialmente el uso de su lado izquierdo y caminó, aunque con una severa cojera.

Dependía de sus asistentes para hacer gran parte de la manipulación requerida por sus experimentos, pero su mente se mantuvo aguda y nunca renunció al control de sus laboratorios. Había terminado el rescate de la industria de la seda en 1870.

Pasteur, cuyo nombre era una palabra familiar en Francia y que había ayudado en gran medida a las industrias francesas de la remolacha azucarera, el vino, el vinagre, la seda y la cerveza, pasó relativamente tarde en su carrera al campo de la inmunología. Confirmó el trabajo de Robert Koch en Alemania, quien había descubierto el ciclo de vida completo del bacilo del ántrax, la causa de la enfermedad del ántrax en los animales (ya veces en los humanos), pero deseaba mucho superar al alemán. Después de una considerable experimentación con animales, Pasteur anunció que había inventado una vacuna, compuesta de bacilos debilitados, que si se inyectaba en un animal conferiría inmunidad contra el ántrax. Era algo que Koch nunca había hecho. Veterinarios franceses escépticos en 1881 desafiaron a Pasteur a un dramático experimento público para probar la inmunización. Los asistentes de Pasteur advirtieron que no se aceptara, ya que la vacuna no se había probado en el campo y un fracaso público podría ser devastador. Sin embargo, Pasteur se mantuvo firme y tomaron el tren para Pouilly-le-Fort, un pueblo cerca de Melun, al sureste de París. Veinticuatro ovejas, una cabra y seis vacas fueron inmunizadas, se esperaba, por el ayudante de Pasteur, el médico Émile Roux, con dos inyecciones de suero con doce días de diferencia. Dos semanas más tarde, a esos animales y a un grupo de animales de control de igual tamaño se les inyectó un poderoso cultivo de bacilos de ántrax. Todos los animales inmunizados sobrevivieron; todos los demás murieron; Francia enloqueció con la noticia.

El programa de vacunación que redactó Pasteur lo llevó a cabo ayudado por los investigadores Chamberland y Roux. El plan consistiría en la inoculación de 3 dosis de vacuna separadas durante un intervalo de tiempo y la comprobación del estado de los animales al cabo de un mes tras la exposición al carbunco. El resultado fue satisfactorio, el éxito seguro. El Gobierno de la República concedió a Roux, Chamberland y Pasteur el gran cordón de la Legión de Honor en reconocimiento por la importancia del descubrimiento.

L. Pasteur, en trabajos acerca del carbunco independientes de los de R. Koch, apoyó las conclusiones de éste y aportó pruebas irrefutables de cómo las enfermedades contagiosas de los seres humanos y de los animales se deben a microorganismos vivos. Sus vacunas para el carbunco y el virus de la rabia serían la cima de sus convicciones científicas, asuntos que trataremos de manera más detallada en apartados posteriores.

La denominada “mentalidad etiopatológica”, tuvo sus más brillantes contribuciones en tres obras fundamentales:
La “Teoría de los gérmenes” de L. Pasteur, que estableció definitivamente el origen microbiano de la enfermedad infecciosa.
Los famosos “Postulados de Koch” para poder afirmar científicamente que un determinado microbio es el causante de una determinada enfermedad.
Los “Postulados de Klebs”, según los cuales la enfermedad es siempre infección, es decir, la expresión de un combate entre el organismo y el microorganismo infectante, por lo que el cuadro clínico depende de su peculiaridad biológica.

A continuación, Pasteur se dedicó a conquistar la rabia, probablemente motivado por los recuerdos de la infancia de un ataque a su ciudad por parte de un lobo rabioso.

A la rabia la llamaban la muerte horrible por su forma de manifestarse: convulsiones, hidrofobia, agresividad y finalmente asfixia. La transmitían animales enfurecidos, “envenenados” por un mal que podía pasar a los seres humanos y causar su muerte, era algo terrible

Gracias a uno de sus colaboradores, el doctor Roux, descubrió que la forma idónea de debilitar el microorganismo era la desecación de las médulas de animales infectados. Este sistema presentaba además una característica especialmente interesante para Pasteur, la reducción en la virulencia resultaba gradual y proporcional a los días de desecación. En el mes de marzo de 1885 Pasteur tenía lo que había buscado. Había conseguido una veintena de perros resistentes a la rabia mediante la inoculación subcutánea seriada de médulas secas. Las inyecciones se hacían diariamente, y cada día se inyectaba una médula con un período de desecación menor hasta llegar a las médulas supuestamente más virulentas, aquellas que habían permanecido en el frasco uno o dos días. De esa manera tan innovadora para la época, Pasteur hacía que los animales fueran después resistentes a la infección por el virus de la rabia.

Pasteur y sus hombres chupando espuma de la boca de perros rabiosos enjaulados nunca encontraron un microbio responsable, ya que la hidrofobia es causada por un virus, algo demasiado pequeño para ser visto con un microscopio óptico, pero los científicos crearon una vacuna y la usaron con éxito en animales. Luego, en julio de 1886, una madre trajo a su hijo, mordido por un perro rabioso y seguro de morir. Pasteur ordenó que vacunaran al niño, y el niño vivió. Pronto llegaron otros, incluso de la lejana Rusia y los Estados Unidos, y, excepto cuando había transcurrido demasiado tiempo, la cura fue eficaz.
Fue el clímax apropiado para una carrera brillante. En su septuagésimo cumpleaños, se llevó a cabo una gran celebración en honor a Pasteur. El hijo de Pasteur tuvo que pronunciar el discurso de su padre, en el que Pasteur dijo que le producía una inmensa felicidad “haber contribuido de alguna manera al progreso y al bien de la humanidad”.

Trascendencia
Louis Pasteur es mejor conocido por su trabajo en bacteriología, un campo que prácticamente fundó. Sus descubrimientos contribuyeron en gran medida al control y tratamiento del cólera, la difteria, el tétanos, la tuberculosis y otras enfermedades. Sus estudios sobre la transmisión de infecciones también contribuyeron al desarrollo de procedimientos antisépticos en cirugía. Su descubrimiento de vacunas para prevenir el ántrax y otras enfermedades de los animales tuvo un enorme impacto no solo en Francia sino también en todo el mundo. Aunque menos conocidas que sus contribuciones a la inmunología, las investigaciones pioneras de Pasteur en cristalografía fueron de fundamental importancia. Entre los muchos grandes científicos del siglo XIX, Pasteur ocupa el primer lugar.

Pasteur hizo del microbio su caballito de batalla y del microscopio su arma predilecta; junto con sus colaboradores Roux y Chamberland tomaron muestras de sangre de las mujeres infectadas, realizando los primeros cultivos bacterianos en caldos de gallina, hoy día denominados hemocultivos. La observación de estos cultivos al microscopio permitió un diagnóstico rápido y un pronóstico seguro. Basta imaginarse el asombro de los cirujanos que lo rodeaban cuando dibujaba en el tablero las cadenas de estreptococos causantes de las infecciones puerperales, no obstante que, después del siglo XVll cuando Leuwenhoeck describiera los "bichitos maravillosos" que observaba con el microscopio, éstos ya no eran una novedad. ¿Por qué entonces tanta reticencia de los médicos del siglo XIX? La aplicación estaba en la actitud de Pasteur que no se contentó con observar, sino que afirmó el papel deletéreo de estos seres y su poder patogénico lo que conmocionaba el saber médico al describir el mundo lleno de peligro y amenazado por enemigos invisibles. Exigió un replanteamiento de las relaciones entre medicina y ciencia, entre el mundo de la investigación y aquél de la asistencia.

Pasteur consiguió aislar uno de los microorganismos más frecuentes hoy en día, el estafilococo (Staphylococcus), y comprendió a su vez, que no todos los microorganismos crecen de igual manera en los mismos caldos de cultivo, sino que requieren unos nutrientes específicos para su crecimiento. Otra de las enfermedades que estudió Pasteur fue la osteomielitis, cuando fue requerida su presencia en el hospital de Trousseau. El cirujano Marie le pidió ayuda para conseguir identificar el agente causante de un tumor en la rodilla derecha de una niña de doce años. Pasteur consiguió identificar al patógeno, resultando ser exactamente idéntico a los observados en las muestras obtenidas de su ayudante Chamberland. Por consiguiente, llegó a la conclusión de que el estafilococo no sólo producía infecciones cutáneas como la furunculosis, sino que además producía afecciones óseas, por lo que llegó a la conclusión de que la osteomielitis era también una enfermedad estafilocócica.

Así fue como Pasteur, en 1879, prestó su atención sobre la epidemia que se extendía por Rusia, la peste bubónica. Esta enfermedad infectocontagiosa afectaba tanto a humanos como animales y se considera una de las zoonosis más agresivas y potencialmente letales de las enfermedades bacterianas (Gomez-Lus, 2004).

Un breve fragmento de las propias palabras de Pasteur son las siguientes: “Si yo tuviera que estudiar la peste en el lugar en que se está dando, supondría, de entrada, porque al principio de toda investigación hay que partir de una idea preconcebida que nos guíe, que la peste se debe a la presencia, o al desarrollo en el hombre, de un micrófito o de un microzoario. Basándome en esto, me centraría en cultivos de la sangre y de los diferentes humores del cuerpo, sangre y humores tomados del moribundo o del que acaba de fallecer, con el objetivo y la esperanza de aislar y purificar el organismo infeccioso”

Pasteur no creó solamente la biología médica, sino que introdujo un nuevo control y consecuentemente un nuevo poder: ninguna práctica médica se debía resistir a una experimentación rigurosa; el médico no debía perder de vista que su acción se continúa en el mesón del laboratorio. Allí es donde se declaró la guerra contra el microbio que se domesticó con ayuda de los caldos de cultivo. La revolución pasteuriana asoció internamente la teoría con la práctica.

Pasteur creó las bases de la inmunología al demostrar que un virus puede mutar atenuándose para convertirse en vacuna y que de este virus-vacuna proviene la enfermedad al alterar el medio propicio a la virulencia gracias al estímulo del sistema inmunitario. Hoy, el virus del SlDA nos enfrenta con un proceso inverso: estamos ante un virus que muta para ganar en virulencia y que ataca directamente el sistema inmunológico poniéndose al abrigo de los anticuerpos neutralizantes.

El 12 de enero de 1886, Pasteur escribió una carta dirigida al conde de Laubespi diciendo: “Tengo intención de fundar en Paris un centro modelo sin recurrir al Estado, mediante ayudas y suscripciones internacionales. Confío en que un único centro en París podrá bastar no sólo para toda Francia, sino también para Europa, Rusia, e incluso América del Norte”.

En marzo de 1887, por 430.000 francos, se compraron los terrenos en la calle Dutot, en la llanura de Grenelle. Pasteur mismo iba a visitar a quienes creía que le podían ayudar. Una tarde se presentó en casa de la viuda Boucicaut, propietaria de los grandes almacenes Bon Marché. La criada que le abrió la puerta le comunicó que la señora no recibía a nadie. Pasteur insistió tanto, que la criada fue a avisar a la señora y Pasteur le explicó con entusiasmo su proyecto, un instituto en el que sabios de diversos países investigarían los secretos de la vida y la manera de combatir las enfermedades. "Ya sé que parece una utopía, pero es necesario para la humanidad y eso, señora, requiere dinero. Cualquier suma con la que usted pueda contribuir será bien recibida por pequeña que sea". La señora Boucicaut sonrió, se dirigió a una cómoda y de uno de sus cajones extrajo un libro de cheques. Firmó uno y lo entregó a Pasteur. Éste lo miró, se echó a llorar y abrazó a la señora Boucicaut, que también lloró emocionada. El cheque, de un millón de francos, fue el inicio del Instituto Pasteur, que se inauguró en 1888. Se había creado una fundación sin precedentes en esa época, un centro científico autónomo, con personal civil, y con una triple misión, es un dispensario para tratar la rabia, un centro de investigación de enfermedades infecciosas y un centro docente superior.

Una vez creado, Pasteur acudía al Instituto y le agradaba estar al corriente de las diferentes investigaciones y pasear por los diversos laboratorios. En una de estas ocasiones, bajaba lentamente por la escalera y se cruzó con un joven investigador que subía precipitadamente, y al verle paró repentinamente y le dejó pasar, mirándole Pasteur fijamente, le preguntó: “¿Estudia usted mucho?” y se iría comentando en voz baja “hay que estudiar mucho”, ese joven investigador (Charles Nicolle) conseguiría el Premio Nobel en 1928. En estos últimos años fueron numerosísimos los reconocimientos que recibió Pasteur, por parte de diferentes naciones, instituciones y colegas de profesión.

Contribucionies de Louis Pasteur.
1848–1858: Estudios sobre cristalografía de ácido tartárico y paratartárico
1857–1879: Estudios sobre on fermentación; Primera patente sobre fermentación alcohólica (1857)
1861: Descubrimiento de bacterias anaerobias
1861–1879: Refutación de la teoría de la generación espontánea, descubrimiento de los gérmenes
1863–1873: Estudios sobre las enfermedades del vino, del cerdo, el vinagre y la cerveza
1865: Pasteurización del vino; Patente de conservación del vino
1865–1870: Estudio de las enfermedades del gusano de seda
1871: Patente de la preparación de la cerveza y su preservación
1877: Primera observación de antibiosis
1877–1881: Estudio de efermedades infecciosas: anthrax, fiebre puerperal
1878: Demostración en un viñedo de que el aislamiento de las uvas del aire ambiental evita la fermentación en el proceso posterior de elaboración del vino
1880: Descubrimiento junto con Alexander Ogston (UK) del Staphylococcus aureus
1881: Descubrimiento junto con George M. Sternberg (USA) del Streptococcus pneumoniae
1880–1885: Preparación de vacunas (cólera aviar, anthrax, erysipela, rabia)
1887: Primera guerra bacteriológica: eliminación de Pasteurella multocida en conejos sobre la bodega de champán de la señora Pommery (Reims)
 
Referencias:
Cavaillon, JM Louis Pasteur: Between myth and reality. Biomolecules 2022, 12, 596

Cavaillon, JM. Duclaux, Chamberland, Roux, Grancher, and Metchnikoff: the musketters of Louis Pasteur. Microbes and infection 21 2019, 192-201

Compton, Piers. The Genius of Louis Pasteur. New York: Macmillan, 1932. A readable and thorough account of Pasteur’s life and contributions, this book has several interesting photographs of people, places, and events in his life.

Cuny, Hilaire. Louis Pasteur: The Man and His Theories. Translated by Patrick Evans. London: Souvenir Press, 1965. This book provides detail without being overwhelming. Cuny’s explanations of the technical aspects of Pasteur’s work are readily comprehensible to the layperson.

Debré, Patrice. Louis Pasteur. Translated by Elborg Forster. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1998. Comprehensive study of Pasteur’s life and work written by a French immunologist who describes his subject as “a living symbol, embodying both science and France.” Debrée describes the scientific details of Pasteur’s experiments in simple, understandable language.

De Kruif, Paul. Microbe Hunters. New York: Pocket Books, 1950. Although more superficial than the full-length biographies, this book has two exquisitely entertaining chapters on Pasteur that convey the excitement inherent in making scientific breakthroughs that result in saving lives and industries.

Dubos, René. Louis Pasteur: Free Lance of Science. Translated by Elizabeth Dussauze. New York: Charles Scribner’s Sons, 1976. This book is thorough and gives a good perspective on Pasteur. Includes a large photographic section.
Duclaux, Émile. Pasteur: The History of a Mind. Translated by Erwin Smith and Florence Hedges. Philadelphia: W. B. Saunders, 1920. Reprint. Metuchen, N.J.: Scarecrow Press, 1973. Written by a man who studied and worked under Pasteur, this book provides many insights into Pasteur’s thinking. Duclaux deals exclusively with Pasteur’s professional life and not with his personal life, and gives a balanced treatment with proper credit to Pasteur’s rival researchers.

Geison, Gerald L. The Private Science of Louis Pasteur. Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1995. Revisionist and controversial biography based upon Geison’s extensive study of Pasteur’s unpublished correspondence, lecture notes, and workbooks, Geison found significant differences between Pasteur’s public positions and private records, concluding that some of Pasteur’s experiments were tainted by lies and scientific, if not moral, misconduct.

Salem Press Biographical Encyclopedia, 2020, 4p. Item: 88807297

Sánchez, C. Louis Pasteur: una vida, una ciencia, un siglo. Memoranda. Biomédica 1995; 15, 155-162

Vallery-Radot, René. The Life of Pasteur. Translated by R. L. Devonshire. Mineola, N.Y.: Dover, 1960. This is the standard biography of Pasteur and was written by Pasteur’s son-in-law. The book provides many quotations from documentary sources and gives an inside look at Pasteur, his life and his work.

Waller, J. Einstein’s luck. 2002. The truth behind some of the greatest scientific discoveries. New York: Oxford

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