Una Batalla Casi Perdida

Juan Manuel Cervantes Sánchez
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria. Coyoacán. 04510. México, D. F.

– Buenas tardes señores órganos, estamos convocados en este foro para discutir el estado de salud de nuestro asociado, el toro de súper registro R 15, exclama con una ronca voz el secretario del Organismo Control. 

– ¿Cuál es el orden del día, señor secretario? respondió el corazón, presidente en jefe de la reunión.

– Pues verá, dijo presurosamente el riñón izquierdo, aludido en esta cuestión –Primero es el pase de lista, y el segundo punto es asuntos generales. 

– Pa´ luego es tarde, secretario.  

– Para no meternos en honduras pasaremos lista de asistencia de acuerdo con los sentidos, sistemas, órganos, músculos y huesos; ¿me siguen? 

– De acuerdo, señor presidente. Tenemos 90 % del quórum. 

– Pues empecemos. Nuestro asociado se encuentra enfermo, comió algo que le cayó mal, los trabajadores del establo llamaron al veterinario, y no sabemos lo que vaya a pasar. Y entonces, así se quedaron discutiendo los gerentes del Organismo Control, dentro del cuerpo de un cebú.

Un rato más tarde se oye que tocan a la puerta:
– Hola, ¿es el Rancho de San Juan Tadeo? Vengo a ver a un animal enfermo. Era una linda joven. 

– Pero ¿cómo? Yo llamé a un veterinario, ¿usted que hace aquí? 

– Ah, pues soy la avanzada del Dr. Azoé, sólo vengo a tomar información y se la envío; él se encarga de interpretarla, ajusta su diagnóstico, resuelve y me da instrucciones. Por cierto, el paciente es un toro de alto registro, ¿cierto? Necesito la notificación de su seguro para seguir adelante. A lo que el dueño solo mueve los ojos en señal de duda.
 
– Lo siento, pero no tenemos ningún seguro. 

– Pues en este caso nos deslindamos, no podemos ayudarlos en estas condiciones. Si es un animal tan valioso, deben de tener un seguro que cubra cualquier contingencia. Cuando lo contraten nos avisan y los atendemos, hasta luego y buen día, dijo la joven mientras sube a su auto.

– ¡Ay! Estos humanos tienen muchas limitaciones sociales, en fin. Bueno, pero como nosotros que somos los órganos de este súper rumiante tenemos que hacer algo, no nos podemos quedar de patas cruzadas; para eso he convocado a esta junta, señores. Según los informes que me han enviado los riñones, me informan que el pH sanguíneo está bajando peligrosamente, ¿hay alguna propuesta para solucionar esto? Hubo un momento de silencio entre los demás integrantes; los pulmones, que eran unos gemelos muy simpáticos, levantaron la mano: 

– ¿Señor? Nosotros pensamos qué si provocamos una bradipnea, podremos aumentar los aportes de bicarbonato para amortiguar la acidez… 

– ¿Y luego enviamos a nuestro socio a la playa? Señores, necesitamos algo más rápido, esto no es un “espérame tantito”.

–Yo propongo lo siguiente… dijo el hígado: – sólo tenemos dos salidas posibles, una es acelerar la absorción de ácidos grasos volátiles aumentando el flujo de sangre hacia el rumen y que al mismo tiempo una parte del plasma sanguíneo diluya un poco el líquido ruminal. Otra opción es que el compañero cerebro estimule al sistema nervioso parasimpático para que también llegue un abundante flujo de sangre a las glándulas salivales y que se produzca una gran cantidad de saliva con bicarbonato y fosfatos para que amortigüe el pH antes de que comience a dañar al epitelio ruminal. ¿Qué les parece si votamos para elegir? 

– ¡Nones! Mientras nos ponemos de acuerdo, el animal ya está estirando la pata y nosotros nos vamos con él. Estas dos opciones me gustan y haremos las dos, ya se envió el informe a todos los trabajadores cerebrales. Si todo va bien en unas cinco horas estaremos del otro lado, pero les pido a todos los órganos que limiten sus requerimientos de minerales y mantengamos una austeridad metabólica temporal y que se envíen hacia el rumen y glándulas salivales dichos minerales.
 
Todos vuelven a sus posiciones de trabajo y comienzan con las órdenes que se les han dado; un par de horas después llega un aviso electrónico a todos, es del secretario del Control: “Compañeros, los felicito por su labor; el peligro ya pasó, el pH sanguíneo ya está casi neutro, ya no hay diarrea y el animal tiene hambre”. Todos los trabajadores ahora están tan felices que se ponen a celebrar.
 
Mientras, afuera…: 
– ¡Eusebio mira! El toro ya se puso de pie, hay que avisarle al patrón que ya se compuso, yo ya lo daba por muerto, pero no sé cómo aguantó. 

– Tú ya ni la amuelas, ¿cómo se te ocurre darle sorgo molido a un toro recién llegado del potrero? Espero que nos haya salido barato, ojalá no tenga efectos secundarios. 

– ¿A qué te refieres concretamente? 

– Ah, pues paraqueratosis ruminal, abcesos hepáticos, laminitis y embolias pulmonares. 

– ¡Achis!, ¿A poco todo esto causa la acidosis? ni que fuera para tanto. 

– Bueno; pues, esto queda entre nosotros, aquí no ha pasado nada, ¿eh…?     

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