Profesor Veterinario José E. Mota

 Biol. Rodrigo Merino Barba

romerino@unam.mx

Palabras clave: Medicina veterinaria, Historia, Médicos veterinarios, biografía

Parte de este documento fue inspirado de un escrito del Dr. Manuel Ramírez Valenzuela, fechado el 17 agosto de 1978.

José María Epitacio Mota Castelán, nació en 7 de abril de 1843, en Cholula, Puebla, hijo de Antonio Mota y Francisca Castelán; a los 10 años, se trasladó a la ciudad de México, quedando bajo la tutela de su tío Joaquín Vidal; ingresó en 1857 a la recién inaugurada Escuela Industrial de Artes y Oficios, que en ese momento estaba en los terrenos de San Jacinto (imagen 1).

Imagen 1. Escuela Industrial de Artes y Oficios

El 9 de abril de 1858, inició su formación en la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria (ENAV), siendo uno de los integrantes de la primera generación de la carrera de veterinaria, compartío aula con: José de la Luz Gómez, Manuel Aragón, Mariano Aragón, José Lugo, Manuel Escobar y José Navarro, estudió el plan de estudios que fue aprobado por el presidente Ignacio Comonfort, el 31 de diciembre de 1856, conformado por las siguientes asignaturas:

Primer año

Lección diaria de química

Lecciones alternadas de zoología y dibujo anatómico

Lecciones diarias de inglés

Manipulaciones químicas

Ejercicio físico de equitación


Segundo año

Lección diaria de anatomía y de fisiología hipiátricas, y al fin del año un curso de higiene hipiátrica

Perfección del idioma inglés

Ejercicio físico de natación


Tercer año

Lección diaria de patología interna y externa hipiátrica

Lección diaria de clínica interna y externa hipiátrica

Prácticas anatómica y patológica hipiátrica

Lección diaria del idioma alemán


Cuarto año

Lecciones diarias de operaciones y de terapéutica

Lecciones alternas de los principios de economía rural y práctica de herrajes

Continuación al estudio de alemán


Quinto año

Dibujo natural y anatómico

Francés

Inglés

Alemán

Matemáticas

Física y química


De este plan de estudios se destaca que la única especie de estudio fueron los caballos, esto debido a su importancia en el transporte de personas y mercancías, además de su uso en el ejército, situación que venía ocurriendo desde el inicio de esta la veterinaria en Francia; por otra parte, la enseñanza de los idiomas se entiende a que los textos de estudio eran editados en estos idiomas, situación que al joven José E. Mota, lo favoreció en su estancia en Francia cuando estuvo exiliando.

Algunos de sus profesores fueron: Ignacio Bustillos, en Dibujo Natural y Anatómico; Ingles, José Gener; Alemán, Oloardo Hassey; Matemáticas, Joaquín Mier y Terán; Físicas, Joaquín Valera Salcedo; Química, Leopoldo Río de la Loza; Anatomía y Fisiología, Ignacio Alvarado; y las asignaturas relacionadas a la Medicina Veterinaria, Eugenio Bergeyre. De estos docentes tres muy notables fueron: Río de la Loza, científico pionero en la química de México y que estuvo a la par con sus correspondientes de Europa; Ignacio Alvarado, notable médico y docente que permitió colaborar a su estudiante Mota, fue médico de cabecera del presiente Juárez hasta el final de sus días, y el Veterinario Bergeyre, especialista en caballos de origen francés y primer docente con esta especialidad en la ENAV.

El Profesor Mota, menciona en su hoja de vida, que durante su vida escolar recibió diversos premios de aprovechamiento, en las clases de: botánica y zoología, accésit en gimnasia, además recibío mención honorifica en física, patología externa y cirugía veterinaria, patología interna, entre muchos otros. 

Debido a la Guerra de los Tres Años, y a consecuencia de las diversas convulsiones políticas, la escuela se vio forzada a trasladarse en diversas ocasiones a los Colegios de San Idelfonso y de San Juan de Letrán, narrando en sus memorias Leopoldo Río de la Loza, que dichos “acontecimientos tuvieron una grade y muy contraria influencia en los adelantos de la juventud, sin embargo, ni un solo año dejaron de verificarse los exámenes finales ni los premios consiguientes a ellos” (imagen 2).

   

Imagen 2. Colegios de San Idelfonso y de San Juan de Letrán

Por otra parte, Manuel Silíceo, hace referencia en sus memorias como Ministerio de Fomento, que, debido a las continuas amenazas de conflictos internos o intervenciones extranjeras, los mismos estudiantes de la ENAV solicitaron que la instrucción militar se implementara en la institución.

De los siete compañeros que iniciaron la carrera en 1962, solo cinco de ellos pudieron egresar pese a las muchas contrariedades que el país venía padeciendo. José E. Mota, realizó sus múltiples exámenes finales del 14 de mayo al 6 de junio de ese mismo año, obteniendo el título de Profesor Veterinario (PV).

El 16 de junio de 1862, ingresó al Colegio Militar que en ese momento estaba ubicado en Chapultepec, fue adscrito a la 1ra Compañía de Cadetes y el 7 de noviembre de ese año el presidente Juárez, le expidió el despacho de Subteniente, perteneciente a la Compañía de Zapadores y en el Batallón de Guardacostas de Tampico (imagen 3).

Imagen 3. Litografía de militares mexicanos que lucharon durante la intervención francesa

Después de la afamada batalla del 5 de mayo, en marzo de 1863, diez meses después, la ciudad de Puebla por segunda vez fue sitiada por el ejército del Emperador Napoleón III, bajo el mando del General Forey; el 8 de mayo el Subteniente Mota, cayo prisionero después de haber recibido cinco heridas; también fue capturado su amigo y profesor el Dr. Juan N. Navarro que había sido Director de la ENAV y que en dicha batalla participaba como comandante de la Ambulancia del Cuerpo del Ejército de Oriente.

En las crónicas de la época, se dice que la batalla fue despiadada y encarnizada, muchos de los edificios quedaron en ruinas por la gran cantidad de ojivas de cañón, los combates fueron cuerpo a cuerpo y casa por casas, el rendirse solo lo considerarían por la falta de alimentos; ya para los días 15 y 16 de mayo, la situación era insostenible, queriendo terminar el sitio de la ciudad de Puebla, los generales acordaron entrar en negociaciones siempre que fuera honrosa la salida, pero antes fueron inutilizados los fusiles, destruyeron los cañones y quemando los pocos cartuchos con los que contaban. El General Jesús González Ortega, al entregar la plaza dijo: “No puedo señor general [Forey] seguir defendiendo por más tiempo, si pudiera, no dude a vuestra excelencia, que lo haría” (Imagen 4 y 5).


Imagen 4. Vista del templo de San Agustín, en la Cd. de Puebla, después del sitio de 1862

La ciudad cayó definitivamente el 17 de mayo, se izaron las banderas de capitulación, el General Forey, reconoció la valentía de los soldados mexicanos y la férrea defensa de la plaza. 

Se capturaron aproximadamente 10,000 combatientes republicanos, más de la mitad se pasaron a las fuerzas imperiales, dos mil fueron designados para retirar los cuerpos, limpieza de escombros y a desmantelar las trincheras. A los pocos días de la ocupación de Puebla, a los oficiales se les presentaron las condiciones para que restituyeran la libertad, pero al no aceptarlas y manifestando que regresarían a las armas tan pronto como les fuera posible, se decidió que tanto generales, coroneles y oficiales, fueron exiliarlos a Francia.


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Imagen 5. General Jesús González Ortega, General Élie Frédéric Forey

Pocos días después, el 22 de mayo, 23 generales prisioneros salieron de la ciudad de Puebla escoltados, para su deportación con dirección al Puerto de Veracruz. En el diario personal del oficial republicano Francisco de Paso Troncoso, relata este hecho: “Salimos bastante temprano para la Cañada de Ixtapa. En el camino vimos el cadáver de un soldado mexicano, y se nos dijo que era de los prisioneros que iban delante de nosotros y a quien habían fusilado porque trato de escapase en la salida de la mañana, pasando sobre la guardia. Después encontramos unos 400 soldados nuestros de los prisioneros de Puebla, a los cuales, según supimos, se les llevaba a trabajar al ferrocarril hasta Paso de Macho o Soledad. Su vista nos afligió, pues iban flacos, macilentos y con el vestido hecho jirones; quisimos darles algún dinero para que comieran, pues nos dieron que solamente les habían repartido uno poco de maíz crudo en dos días; su escolta no nos dejó hacerlo y seguimos adelante. Como a la mitad del camino nos mandaron hacer alto, diciéndonos que unas guerrillas nuestras estaban a la vista con intenciones hostiles; que luego que escucháramos el primer tiro, echáramos pecho a tierra y que se le haría fuego al que no lo ejecutare así. Pasó más de media hora, no hubo nada y continuamos la marcha”. (L´lIustration: journal universal hebdomadaire, Vol. 41, No. 1,053, 02/05/1863)

Hay que hacer notar, que algunos jefes entre ellos el General Porfirio Díaz, en el camino a Orizaba, pudieron burlar la vigilancia de sus guardianes y consiguieron escapar para continuar luchando contra el ejército francés.

De los 532 oficiales prisioneros que pudieron llegar al puerto de Veracruz, los generales y coroneles fueron embarcados en el vapor D´Arien y a los demás oficiales en el barco Céres, ambas embarcaciones tomaron ruta hacia Francia, hacia el puerto norteño de Brest (imagen 6).


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Imagen 6. Puerto de Brest, Francia

Se cuenta que, al empezar el abordaje, los oficiales mexicanos iniciaron a entonar la canción de “Las Golondrinas”, todo el pueblo reunido vieron como los heroicos soldados se despedían rumbo al destierro entre las estrofas del médico y compositor Narciso Serradell, que también estaba dentro de los militares exiliados, quedó enraizado en la tradición mexicana como una canción de nostalgia y despedida de un ser querido. En su última estrofa dice: “Ave querida, amada peregrina, Mi corazón al tuyo acercaré, Oiré tu canto, tierna golondrina, Recordaré mi patria y lloraré”.

Llegaron a su destino un 23 de junio de 1863, posteriormente todos los deportados fueron trasladados al puerto de Lorient, donde “bajo palabra” se les solicito permanecer en la ciudad que se les asignara, después de firmar el documento de “permanencia”, los oficiales fueron ubicados en cuatro ciudades, en el caso del Profesor Veterinario Mota, se le asignó a la localidad de Blois, donde tenía que firmar revista de presente en la comisaría, además se les prohibió el uso de su espada (imagen 7).

En su calidad de deportados, el gobierno francés les suministraba mensualmente 100 francos, el equivalente de 20 pesos mexicanos de su época, cantidad con la que solo podían atender el pago de alojamiento y alimentos, y debido a que a la mayoría les habían extraviado su equipaje, la vestimenta con la que contaban estaba prácticamente hecha girones. El PV Mota, para ayudarse en sus gastos y gracias a sus clases en diversos idiomas que había recibido en su formación de veterinario, pudo realizar actividades de intérprete y traductor.

Blois

Imagen 7. Ciudad de Blois, Francia

El 14 de abril de 1864, el gobierno francés les hizo a los militares mexicanos, un ofrecimiento para poder regresar, teniendo que firmar las condiciones que según se decía las había redactado el mismo Emperador Napoleón III y que se indica a continuación:

“Yo, el abajo firmante, antiguo oficial del ejército mexicano, internado bajo palabra de honor a [Blois] como prisionero de guerra: me comprometo sobre mi honor, en el caso en que obtuviera mi libertad por la gracia de S. M. el Emperador de Francia, a no combatir jamás, por ningún medio, cualquiera que sea, la intervención francesa en México, y a permanecer extraño a toda tentativa política opuesta al gobierno establecido en aquel país”

Lo que aceptaran, se les reconocería su grado militar y sueldo, a los que no accedieran dicho ofrecimiento serían expulsados del territorio francés, sin ningún tipo de recurso monetario, dejándolos a su suerte; algunos firmaron inmediatamente, otros pidieron algunos días para considerarlo. A los que habían firmado el armisticio, quedaron en libertad y fueron llevados en un vapor a un puerto mexicano por cuenta del gobierno francés; José E. Mota, llego a Veracruz en julio del mismo año, con un pasaporte expedido por la prefectura política del imperio, posteriormente se trasladó a Zacatecas y debido a su convicción liberal, durante el Imperio Mexicano, no trabajó ni aceptó ningún cargo político en este periodo.

Ya restaurada la República, el presidente Benito Juárez, designo a su médico de cabecera al Dr. Ignacio Alvarado, (imagen 8). como Director de la ENAV, ya que había sido profesor de Anatomía y Fisiología de la misma, el Profesor Mota fungió como preparador para estas cátedras, se realizaron las primeras demostraciones prácticas de Fisiología Comparada sobre la acción del “curare” en el organismo animal, introduciendo la medicina experimental de reconocido Claudio Bernard; el Dr. Izquierdo mencionó: “debe de haberlo hecho con lucidez, puesto que uno de los alumnos más asiduos que tuvo en ella, fue nada menos que Don Gabino Barrera” que a los pocos años fundó en 1868, la Escuela Nacional Preparatoria.

Imagen 8. Dr. Ignacio Alvarado

Pasado el tiempo, el profesor Mota, se hizo cargo principalmente de las cátedras de Anatomía y de Fisiología, además de Histología, Primero de Veterinaria; desde 1877 hasta 1903, además se le designó como prefecto de estudios; contribuyo en que a la escuela se le dotara de un anfiteatro de anatomía, y para 1888 fue profesor de francés en el Colegio Militar (imagen 9).

Imagen 9. El Prefecto José E. Mota (primera persona sentada de izquierda a derecha) y alumnos de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria

Los primeros veterinarios, se enfrentaron a la falta de reconocimiento gremial entre la sociedad y los productores de ganado, ya que se continuaban solicitando los servicios de los albéitares para atender a los animales domésticos; el PV Mota,  acertadamente fundó una clínica veterinaria, dejando de manifiesto de este modo que la salud animal dependía de los veterinarios, quienes podían evitar las epizootias, repercutiendo directamente en la salud humana y de este modo posicionado a la escuela ante los ataques de sus detractores y consolidando el aspecto científico de la veterinaria. 

Unos de sus discípulos, el Veterinario Juan Gómez Piña, se expresó de esta manera de su querido profesor: “de su domicilio en un modesto departamento situado en el primer piso de la calle de San Idelfonso donde vivía con sus hijas [se trasladaba] al zócalo donde abordaba el tranvía de Tacuba o el de Azcapotzalco, que lo conducía a al Escuela de San Jacinto; siempre llegada puntualmente a sus cátedras, faltaba en raras ocasiones, impecablemente vestido, bombín negro, camisa con cuello blanco de picos abiertos siempre con corbata blanca, era de complexión regular, de estatura media, el rostro de piel blanca, mostraba bondad y energía, la frente amplia, ojos garzos, el pelo y el bigote canos, tomaba las clases de Anatomía según el antiguo texto de Anatomía Comparada de los Animales Domésticos, de Auguste Chauveau, y las de Fisiología siguiendo el [libro de] Laulnie, era severo en la cátedra, alumno que no estudiaba le ponía cero, los aspectos de la clase que requerían de explicación los exponía con voz fuerte, clara y varonil, y con claros esquemas en el pizarrón” (imagen 10).


 

Imagen 10. Porta y un grabado del libro de Anatomía Comparada, de A. Chauveau

El PV Mota, fue un fecundo y versátil escritor, publicó más de 15 artículos la mayoría en revistas científicas, orador elocuente y sensitivo, enérgico y respetuoso en la polémica, cuando se le demostraba con argumentos que estaba equivocado aceptaba sin discusión el nuevo punto de vista, en 1877 fue miembro fundador de la Sociedad Agrícolo Veterinario “Ignacio Alvarado” ocupando el cargo de secretario y editor de la revista de dicha agrupación, que fue publicada de 1880 a 1882.

Se preocupó por difundir los conocimientos de la Medicina Veterinaria entre los agricultores y ganaderos siendo por lo tanto uno de los pioneros la extensión agropecuaria y para tal propósito fundo con su colega el veterinario Miguel García la publicación ilustrada quincenal “El Veterinario y el Agricultor Practico” que fue editada en dos tomos entre los años de 1881 a 1884 (imagen 11).

  

Imagen 11. Portada de la publicación, El Veterinario y El Agricultor Práctico

En 1895, fue comisionado a un viaje de estudio al estado de Chiapas, para estudiar y combatir la infección que causa el microorganismo Moraxella bovis, que produce en el ganado bovino la queratoconjuntivitis, siendo esta enfermedad una epizootia.

Además de dedicarse a la docencia y la salud pública, fue miembro durante varios lustros del Consejo Superior de Salubridad, asimismo fungió como jefe de la Inspección Sanitaria de los rastros de la Ciudad de México hasta 1914, al analizar sus informes en este puesto, se concluye que contribuyo al conocimiento de las enfermedades prevalentes de los ganados de abasto los cuales son una fuente valiosa de información epidemiológica que siempre estuvo al tanto.

José E. Mota, participó activamente en la redacción de los primeros Códigos Sanitarios Federales y las leyes de políticas de salud pública e higiene, que se empezaron a realizar en México; así mismo fue fundador de la “Sociedad de Veterinarios Mexicanos”, foro que utilizó para defender a la profesión con la palabra y la pluma.

Siempre tuvo como objetivo el posicionar a la veterinaria en las diferentes actividades del Estado y la sociedad, inició colaboraciones con médicos humanos y de este modo presentar a la veterinaria como una ciencia médica, ya que estos últimos gozaban de alta reputación en la comunidad científica; debido a su experiencia y renombre el Profesor Mota, presentó aportaciones de los veterinarios en la medicina y salud pública.

En 1901 a 1905, se le nombró como jefe de la Sección de Patología Experimental del Instituto Patológico Nacional, tuvo a su cuidado a los animales de laboratorio y realizó investigaciones sobre el efecto de las bebidas alcohólicas en los animales; procurando en todas las ocasiones evitar la crueldad hacia estos, tanto en la escuela, rastro, laboratorios y los servicios públicos (imagen 12).

Imagen 12. Escudo de la Sociedad Protectora de los

Animales, promovida por José E. Mota

En 1906, José E. Mota, encabezó una disputa entre el Instituto Bacteriológico que se negaba proporcionar una serie de instrumentos para que en el Instituto Patológico Nacional llevara a cabo el desarrollo de una vacuna animal. 

En su vida personal, se vio notablemente afectada cuando en abril de 1914, le avisaron de la muerte de su único hijo que estaba combatiendo la invasión norteamericana en el puesto de Veracruz.

El profesor Mota ejerció la docencia hasta 1915, con 43 años de experiencia, así mismo le toco ver el establecimiento de la Escuela Nacional de Veterinaria en 1916; y al poco tiempo donó a este establecimiento su biblioteca personal consistente en 114 libros. Como decano de la profesión en los últimos años de su vida participaba en los actos académicos y sociales de la Escuela; el 1 de febrero de 1922, fue invitado por el director de ese entonces, el Dr. Eutimio López Vallejo, a la ceremonia de apertura del año escolar, disculpándose por padecer algunos problemas de salud (imagen 13).

  

Imagen 13. Una de las últimas fotografías y su firma

El domingo 26 de marzo de 1922, a las 17 horas muere el Maestro Mota, el último de los sobrevivientes de la primera generación de Profesores Veterinarios de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, discípulos y amigos lo acompañaron hasta su última morada, su casa fue insuficiente para contener a todas las personas que admiraban al hombre de ciencia y patriota.

Fue sepultado en el Panteón de Dolores, asistiendo la mayoría de los médicos veterinarios, profesores y alumnos de la escuela, además de alumnos de Agricultura, que junto con los Mariscales le llevaron coronas a su última morada.

En el momento de la inhumación hicieron uso de la palabra los médicos veterinarios Emilio Fernández y Daniel Ortiz Berumen, el alumno Francisco Herrera, el Prof. Jesús González Moreno y por último el director, Eutimio López Vallejo; este último, solicito autorización para proporcionar a sus familiares dos pagos de sueldo para los gastos funerarios. 

En 1941, con el fin de darle el debido reconocimiento al más querido de los  formadores veterinarios fue colocado un busto en cantera del Profesor Veterinario Mota, en un pedestal en el centro del patio central del Edifico Histórico de San Jacinto, en la entonces Escuela Nacional de Medicina Veterinaria y Zootecnia; al cambio de sede de la institución a Ciudad Universitaria, dicha escultura también fue trasladada, así mismo lo hizo cuando años después se volvió a cambiar a la sede actual dentro de la misma ciudad universitaria, ubicándolo en el patio central del primer edificio. Cuando la actual Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia recuperó la custodia del edificio de San Jacinto, el busto regreso a su lugar de origen, dándole el reconocimiento respectivo y mostrando a todos los veterinarios del país quien fue uno de los primeros maestros, líderes y formadores gremiales (imagen 14).

Imagen 14. Busto en cantera de José E. Mota.

José E. Mota, fue un hombre comprometido en su tiempo y circunstancias, y con su trabajo dejó en claro que los veterinarios participaron activamente en el proyecto modernizador del país, maestro perseverante de muchas generaciones que impactaron en el joven México y retomando las palabras del historiador Rafael Guevara Fefer, que señala: “los científicos mexicanos del siglo XIX hicieron poco por su siglo y mucho por el XX”, nuestros hombres de ciencia decimonónicos fueron los artífices de la tradición científica veterinaria que repercute hasta nuestros días.


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