Silvia Estela Rivera Melo. Dragoncito



MVZ María de Jesús Tron Fierros

 Conocí a Silvia en la Facultad de Medicina Veterinaria, porque su maestra de Metodología de la Investigación, la llevo conmigo, ya que necesitaba una quimioterapia para atacar el carcinoma que la afectaba, requería $9,000.00 que no tenía, ya que ella vendía dulces entre sus compañeros para sufragar sus gastos.
Nos pusimos en obra su maestra y yo, solicitamos el permiso al director de la Facultad y armamos unas alcancías que repartimos por la Facultad, una en las firmas de los profesores, una en la biblioteca, una que Rocío portaba con ella, ya que daba clases en ese momento en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia y en la Facultad de Economía, una que yo tenía en mi cubículo.
Como siempre la comunidad se solidarizó, con algunas excepciones, y logramos juntar un poco más de los siete mil pesos, y un mensaje muy ofensivo a su persona; nos faltaban casi dos mil. Un profesor de la FMVZ, que quiso quedar anónimo, pero que mostró el gran corazón que tiene, nos dio el dinero que faltaba y Silvia tuvo su quimio, que la recuperó lo suficiente para continuar estudiando y casi terminar la carrera, con muchos esfuerzos pues los siete años y medio que tenía con derecho a inscripción, se estaban terminando.
Las últimas asignaturas las acreditó con exámenes extraordinarios, cumplió su servicio social y la titulación. 
Desde ese tiempo nos hicimos amigas, me permitía quitarle el cigarro de la boca, cuando la encontraba en el pasillo y le preguntaba ¿Ese cigarro, qué?, inmediatamente lo apagaba, yo le insistía, no tientes a la suerte, mantén la salud que ya conseguiste.
Fui su paño de lágrimas, cuando perdió la custodia de sus hijos, por no tener con qué mantenerlos, ella los amaba, sobre todo.
Por fin se pudo titular en 2010, con la tesis: Orden de ordeño en vacas primíparas agrupadas con primíparas y multíparas. y su relación con el comportamiento y la producción, asesorada por la Dra. Marcela del Rosario González de la Vara, así mismo fue ayudante de profesor en el Departamento de Medicina y Zootecnia de Rumiantes, apoyó a varios profesores y se apoyó en ellos para aprender y practicar con las vacas, que después de sus hijos y Francisco fueron su amor.
Una vez titulada, el dragón desplegó sus alas, primero se trasladó a Puebla, donde con la experiencia adquirida en la UNAM, la contrataron como profesora en una Universidad Privada. Cuestionadora e inquisitiva como era (me es difícil escribir en pasado, estuve a punto de escribir es); trató de dar lo mejor de sí, como siempre, metió en problemas a la escuela y no le renovaron el contrato. Intentó migrar a Estados Unidos de América, haciendo uso de su derecho a la nacionalidad, fue una experiencia terrible.

Decidió desarrollarse en su país y eso la llevó a Campeche, donde vivió dedicada a los bovinos, enseñando lo que sabía y haciendo por los campesinos su mejor esfuerzo para hacerlos producir bovinos sanos, de buena calidad.
Su actividad en Campeche la llevó a un ejido, donde como siempre hizo su mejor esfuerzo, los convenció de participar en la feria ganadera y se ganaron un premio, siguió trabajando por mejorar el ganado, participó activamente en el Colegio de Médicos Veterinarios del Estado, En la Asociación Ganadera Regional, dando conferencias, haciendo trabajo de campo, etc. 
Un día le dieron la sorpresa, era parte del ejido, le dieron título de propiedad y un terreno donde construir su casa. Tener pertenencia a un lugar y poder generar raíces la hizo inmensamente feliz.
Siempre preocupada por los demás, en su camino su gran amigo Francisco, un día se volvió su pareja, él la siguió hasta Campeche, apoyando, conviviendo, aguantando el clima que le ponía verdaderamente mal en ciertas épocas de año. Ella animándole a seguir con las materias, si yo pude terminar la carrera, tu puedes, le decía. 


La dedicatoria y los agradecimientos en su tesis hablan de su gran corazón.



Varias crisis siguieron y siempre con el ánimo arriba, siempre enfrentando la enfermedad y la adversidad con la sonrisa y la alegría de vivir, sus amores sus hijos, Francisco y las vacas.

Por fin un día de diciembre, la enfermedad ganó la batalla y el dragón elevó el vuelo en otros cielos es libre y seguramente muy feliz.
Al escribir esto no puedo evitar que las lágrimas surjan de mis ojos, pero el gran ejemplo que Silvia nos dio a quienes la conocimos me impulsa a enfrentar los cambios que la vida me trae, los retos que se presentan con el paso de los años y la adversidad que pueda surgir.
¡Querida Silvia, siempre en mis pensamientos!
Febrero 2020

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