Telégrafos. Envejeciendo bien.



Carlos Ángeles
caedanto



Fue una vuelta a la infancia de golpe, llevaba varios días pensando cómo abordar el tema y sin haber decidido del todo el enfoque me di a la tarea de recopilar información. Así que un domingo por la tarde, acompañado de mi esposa e hija, me vi frente a una vitrina que tenía una pequeña ventana a mi infancia.

Supongo que a lo largo de la historia de la humanidad muchos llegamos a pensar en lo "mágico" que tenía cualquier avance científico, desde el Tornillo de Arquímedes hasta la telefonía celular; la ciencia y la tecnología no han hecho sino hacernos más fácil la existencia. La historia del telégrafo es, sin duda, uno de los ejemplos más claros de esto.

Pasó casi un siglo desde que el principio electromagnético, con el que funcionaba el telégrafo de Morse, fue descubierto hasta que se envió el primer mensaje telegráfico, mucho tiempo de desarrollo sin duda, pero valió la pena; baste decir que el telégrafo fue parte importante del movimiento revolucionario mexicano, al grado de que Pancho Villa contaba con uno propio.

Juan de la Granja, empresario y diplomático de origen español que fundó la primer publicación en Nueva York de idioma español, fue quien introdujo el primer telégrafo electromagnético a México en 1850, logrando la primer comunicación entre el Palacio Nacional y el Colegio de Minería. Al año siguiente, el Presidente de la República, el General Mariano Arista inauguraría la primer línea, que corría de la Ciudad de México al pueblo de Nopalucan en el estado de Puebla; para finalmente establecer una conexión hasta el puerto de Veracruz en 1852, cuyo recorrido de 408 kilómetros pasaba por cinco poblaciones importantes.

Poco más de una década después el servicio telegráfico tenía participación particular y estatal regulada por el reglamento de telégrafos, que incluía aspectos técnicos y administrativos; siendo la base sobre la que se desarrollaron todos los reglamentos telegráficos posteriores.

En los años posteriores el telégrafo en México continuó creciendo, sin embargo el mayor impulso se lo dio Porfirio Díaz, quien durante su mandato creó la Dirección General de Telégrafos Nacionales (1872), impulsó la telegrafía inalámbrica, e incrementó la cantidad y distancia de las líneas, que al final de su gobierno, se extendían por 35 mil kilómetros con 472 oficinas en todo el país.

Con el surgimiento de las telecomunicaciones el servicio telegráfico cambio, y si bien en nuestro país tardó en adaptarse, eventualmente Telégrafos de México se convirtió en Telecomunicaciones de México (Telecomm).

Actualmente el telégrafo sigue vigente, por increíble que parezca aún hay gente que no tiene forma de comunicarse fácilmente y el servicio telegráfico es una opción. De igual forma, es un medio de notificación legal amparado por la Constitución que se sigue utilizando, dado que permite comprobar la entrega. Adicionalmente, la red telegráfica se mantiene como un sistema de comunicaciones de respaldo por si llegara a faltar el servicio satelital.

Entre los servicios que ofrecen hoy en día las oficinas de Telégrafos se encuentran: el pago de servicios a aerolíneas, a algunas tiendas mayoristas o a empresas de telefonía; transacciones bancarias como depósitos, pagos y retiros, entrega de apoyos sociales, y servicios telegráficos. Entre estos últimos es posible hacer transferencias nacionales e internacionales de dinero y por supuesto enviar telegramas, con un límite de 30 palabras a un costo de 20 pesos (cada palabra extra tiene un costo de 50 centavos).

En el fondo, independientemente de la tecnología usada, el sistema es el mismo que hace 166 años, uno va a la oficina telegráfica, envía un mensaje y en la oficina de destino, esté se plasma en un papel que es entregado en el domicilio del destinatario. Eso tenía en la mente de pie frente a la vitrina, el papel. Mi recuerdo es muy vago, pero en cuanto vi la hoja la reconocí, se que cuando era niño vi mensajes en casa en hojas iguales y no pude dejar de pensar cuanto un simple papel y su historia me influyó. De niño era como magia el que alguien en una población a días de camino pudiera enviar unas escuetas palabras a través de un cable, una parte de mi gusto de la ciencia proviene justo de allí, de tratar de entender cómo funcionaba el telégrafo, de aprender que es el electromagnetismo, de jugar con el código morse... Un invento maravilloso que fue mayormente sustituido por textos transmitidos por señales satelitales y que sin embargo es tan útil que aún se usa.


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