Por Jorge Herrera Velasco
Un perro y un gato cotorreaban y no dejaban de criticar a cada uno de los miembros de la familia con la que vivían, el perro con extraños gruñidos y el gato maullando con pereza.
— ¿Te has fijado cómo se pavonea el ama? — gruñó el perro —presume hasta de lo que no tiene, se cree la divina garza y está tan gorda que parece que tiene elefantiasis —
—Pues sí— ronroneó el gato —se la pasa loreando con esas viejas guacamayas que son sus amigas, y por andar de babosa no se da cuenta de que su marido anda mariposeando con la vecina patoja, la que le gusta zorrear con quien se le ponga enfrente. —
—Es cierto, el amo es muy avispado y se la pasa lobeando por el vecindario; cuando no caza alguna palomita, se emperra en conseguir aunque sea una hiena.
—Y qué me dices del hijo, a ese muchacho le gusta ratear. Lo he linceado cuando entra al cuarto de sus papás para sacar dinero de la cartera o de donde sea.
—Sí, y yo lo he visto regresar en la madrugada, pero aburrado de tanto beber, y a tal grado, que entra gateando y buitreando. Y si el padre se da cuenta, vaya cabreada que se da, a lo que su hijo responde engallándosele y deseándole que pronto se agusane.
—Con la discusión se despierta la mamá y se arman unas trifulcas tremendas pues ella parece leona defendiendo a su cachorro que sabe bien cómo engatusarla. Ninguno de los tres se chivea y siempre terminan arañados.
—Más tarde llega la hija y trata de torearlos, pero de inmediato le dicen que no esté enchinchando. Desde luego que el papá no pierde la oportunidad de criticar a su novio, dice que tiene los modales de un gorila y que sólo dice gansadas; que sería bueno desasnarlo.
—Realmente son muy especiales en esta madriguera —maulló el gato.
—Ya me voy porque ando muy empulgado y necesito revolcarme en un charco para liberarme de estos bichos —ladró el perro.
—Peores bichos son los de esta casa.
—Pues sí, pero debemos alegrarnos que nosotros somos animales y actuamos como tales: un perro y un gato.
—De acuerdo, en cambio ellos no son capaces de comportarse como seres humanos; actúan como zorros, ratas, chinches o cualquier otro sujeto del reino animal, excepto como hombres…
—Ni hablar, pero mientras nos den de comer más vale que digamos: ¡qué bonita familia!
¡Anímate a jugar con nosotros! Todos los lunes a partir de las 7:00 pm en el Centro Cultural El Juglar, ubicado en Manuel M. Ponce No. 233, Guadalupe Inn, D.F. C.P. 01020.
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