Palabras
clave: educación, datos, recordar, maestro, alumno
Hablar sobre la educación pública hoy en día, es
sin duda aludir a un campo complicado, lleno de contradicciones epistemológicas
y metodológicas, que se pregunta constantemente cómo educar y para qué hacerlo.
La revolución tecnológica del siglo XXI, no mejoró la situación, al contrario,
la empeoro dejando inutilizables categorías de análisis que se habían dado por
válidas y se tenían por ciertas en la educación tradicional ¿Cómo enseña un
maestro que parece verse rebasado por tecnologías como la inteligencia
artificial, el celular y asistentes virtuales que cuentan con más datos que un
simple profesor o profesora? La respuesta a esta pregunta está en el interior
de su estructura semántica, específicamente en la palabra “dato” que utilice de
forma intencional. Esta palabra me recuerda el increíble relato de Funes, el memorioso, breve cuento de
Jorge Luis Borges (2011), en el que se relata la historia de un hombre y su
capacidad de recordar todo tipo de datos, permitiéndole aprender de forma
sencilla idiomas como el inglés, francés y portugués, hasta lenguas en desuso
como el latín. Sin embargo, Funes tenía un problema grave, era incapaz de
pensar. En tanto pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. Funes
sólo repetía al pie de la letra todo aquello que observaba y escuchaba, era
incapaz de pensar en cosas tan necesarias como el amor, el alimento, la
diversión o el juego (Weinberg, 2020).
He traído a colación este cuento de Jorge Luis
Borges, no por pura necedad, sino por necesidad de repensar la función del
maestro en la educación. El profesor es obsoleto si sólo se significa como un
ser poseedor de conocimiento, que repite a lo largo de todo su curso datos al
por mayor. Esta situación empeora si el docente no está capacitado para enseñar
y dar los cursos de forma adecuada. El profesor de hoy en día debe tener amor
por la enseñanza, encontrar en ella una forma de transformación social, política
y económica capaz de romper con un sistema económico y político centrado en la
globalización y que desestima el conocimiento humanístico. El pensamiento
crítico y reflexivo es aquel que resignifica la labor del maestro, en tanto
enseñar no es una labor mecánica, sino pensada y mediada, que debe elegir qué
enseñar y cómo hacerlo. El profesor de hoy en día no debe verse como Funes, esa
no es su labor, esta es más complicada y se centra en dotar a su alumnado de
herramientas mentales que le permitan ejercer su pensamiento crítico, capaz de
cuestionar todo aquello que escuchan y observan (Weinberg, 2020).
Los alumnos deberán aprender del profesorado
conceptos como la colaboración, cooperación y coordinación. El primer término
porque todo conocimiento reflexivo está basado en la colaboración, es quien
permite la creación del mismo y lo nutre con las aportaciones de cientos de
personas. La cooperación por otra parte, permite la integración de grupos de
investigación transdisciplinarios que ofrezcan reflexiones capaces de dar
cuenta del mundo en su totalidad. El alumno debe aprehender a cooperar con
otros, ser consciente que el otro lo nutre y mejora sus opiniones, es a través
de la cooperación que el alumno y el profesor aprehenderán uno del otro. El
último término, la coordinación, debe ser aprendido por el alumno, el profesor
debe brindar orden y estructura al proceso educativo del estudiante, para que
éste dote a su vida y todo lo relacionado con ella de dichas características,
sistematizando así proyectos a largo y corto plazo. En conclusión, el docente
debe abocarse a orientar al educando y proporcionarle las herramientas
necesarias para su desarrollo personal y académico.
Bibliografía
Borges, J. L. (2011). Ficciones
. Ciudad de México : Debolsillo.
Weinberg, G. (2020). El
tiempo de la educación. Ciudad de México : Universidad Nacional Autonóma de
México.
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