Perseo

 Mvz David Silva Olvera


A Mara Angélica, por su corazón y voluntad inquebrantables



“Te habla el gato que sólo has visto su sombra,

Aquel que fue sanado por el que trae consigo la virtud.

El que vio por primera vez la luz de sus ojos, a través de su misericordia,

Ese ser que pide al altísimo y antepone al creador como su señor y salvador

El gato de mil batallas que renace su fe cada día al amanecer.

Ese pequeño felino que no se avergüenza de donde viene y sabe a dónde va, aunque el camino sea tortuoso”



I El encuentro

Una tarde un hombre pensativo estacionó su auto frente a una casa de una colonia popular, cargó su portafolio, se acomodó el saco, observó que no estuviera mal estacionado, guardó las llaves en el bolsillo de su pantalón y caminó por la banqueta de la misma acera.

A decir  verdad, ese hombre tenía corazón de niño y esperanza de un anciano,  pasaba por algunos problemas familiares y se enfrentaba a la presión de su trabajo, y situaciones de la vida cotidiana, a pesar de ello era un hombre de vastos deseos y que lo cubrían vestidos finos y delicados. Iba a ver a un cliente que vivía en esa cuadra, al menos esas fueron las referencias que le dieron antes de salir de la oficina.

Durante su marcha vio a lo lejos un gato acostado, al principio no le tomó importancia, pero al observar de cerca el hombre quedó maravillado por la presencia de aquel gato, a lo que se inclinó a querer acariciarlo y le dijo:

-Hola güero, ¿cómo estás?

El gato lo miró con indiferencia e inmediatamente se incorporó para correr debajo de un carro, pero al ver la insistencia del señor, lo observó y los dos quedaron conectados.

Fue una sensación de confianza y de tranquilidad que sintió el que portaba traje que sonrió y se dirigió a la casa de su cliente.

Ya estando dentro del domicilio, le ofrecieron de beber, detalle que él aceptó con gratitud.

-Tengo un problema licenciado, dijo el cliente.

-Sí, lo entiendo don Mauricio, pero si no tiene el contrato de compra venta de la propiedad no podemos hacer mucho. Contestó el licenciado.

La conversación duró aproximadamente una hora, el licenciado salió de la casa del cliente temeroso al ver que era complicado su caso por falta de elementos.

Al dirigirse de nuevo a su auto el licenciado Rogelio García se percató que el gato seguía en el mismo lugar donde lo había encontrado y ahí fue donde comenzó una historia ese día.


II El origen

Afuera de un terreno en una colonia olvidada por las autoridades de la ciudad, fue hallado un gatito de colores claros y ojos grandes y profundos, maullaba porque tenía hambre, una señora de edad avanzada lo recogió y como pudo lo alimentó.

-Ya tengo muchas preocupaciones y ahora dejan a este pobre animal abandonado. ¿Quién puede tener esos malos sentimientos? Si es un pequeñito que no tiene mamá. Exclamó doña Mary.

Pasaban los días y cada día el gatito crecía muy rápido, y en su casa lo llamaron Robin.

Así pasó algunos meses al cargo de la anciana que vivía con su hija y su nieta.

Cada que llegaba su nieta de la escuela daba un salto donde se encontrara e iba a saludarla y más tarde cuando llegaba la hija de doña Mary maullaba expresando una alegría como diciendo: ya estás aquí, te estaba esperando.

Un miércoles alrededor de las dos de la tarde, hablaron al trabajo de Fabiola, una chica que trabajaba de recepcionista en una tienda de mayoreo, avisándole que su madre se encontraba muy grave en un hospital del  Seguro Social, al tener esa prestación en su empleo, no dudó en asegurar a su madre e hija, pero la salud de doña Mary empeoró y complicó la situación de sus vecinos que la llevaron con dificultad al hospital.

Duró internada dos semanas hasta que la diabetes mellitus e hipertensión se complicaron con una enfermedad renal, provocándole un coma, del que no pudo despertar.

Ahora sólo vivían en casa Fabiola, Fátima y su gato.

Fueron días difíciles, en la casa se respiraba un ambiente de dolor y desolación, doña Mary ya no estaba con ellos y el gato maullaba triste por las mañanas... esa fue su primera pérdida.

Una tarde como en varias ocasiones el felino de pelaje claro observaba a una gatita que seguido pasaba por donde él se asomaba por la ventana. 

Desde la primera vez que la vio quería lanzarse para seguirla, nunca había visto una gatita tan bella como ella, tenía un color grisáceo con blanco; Nala, ese era su nombre, los vecinos de la cuadra y los alrededores la saludaban y algunas veces la alimentaban, a lo que ella les correspondía a las personas que le mostraban cierto afecto.

Una tarde al querer colocarse en una posición de esfinge para estar cómodo, Robin como lo llamaban, se levantó y resbaló de la barda, en el momento que la gatita pasó cerca de la casa donde habitaba el joven gato.

Nala al oír el golpe salió corriendo, y el gato por mayor esfuerzo que hizo después de incorporarse la perdió de vista y no supo dónde buscarla.

Nadie había en casa el gato se quedó afuera, cuando regresó Fátima de la secundaria y Fabiola del trabajo no lo vieron por más que lo buscaron, el animalito  se había ido y desde ese día no lo volvieron a ver.

Al siguiente día, de manera fortuita, el que se extravió encontró a Nala, el gato quiso jugar y guturalizar para comunicarse con ella, pero esa gatita le gruñó y se fue corriendo.

Pasados los días él trató de llevarle alimento, al principio ella lo rechazó, sin embargo, poco a poco aceptó su amistad hasta poder jugar y comer juntos.

Una noche Nala viendo a su nuevo compañero le dijo ¿por qué me sigues?, ¿Te gusta estar conmigo?

El gato le dijo: Si, me gusta estar contigo, me has enseñado mucho y me gusta compartir el tiempo contigo. ¿Por qué lo preguntas?

Nala lo miró fijamente y le contestó: Eres buen chico, hemos librado batallas juntos, cazado ratas y ratones, y una que otra ave, también... hizo una breve pausa.

-Me recuerdas a un personaje de la mitología griega; mi dueña le gustaba mucho leer, me acercaba a ella ronroneando y me leía cuentos en la noche. Dijo Nala.

-Sí, sí, ¡¡claaaro!! Exclamó emocionada, su nombre es Perseo, ese el que derrotó a Medusa, monstruo que convertía en piedra a aquellos que la miraban fijamente a los ojos, tenía serpientes por cabellos, ¡¡imagínate qué horror!!

El joven felino la observaba fijamente aunque no entendiera lo que le comunicaba su compañera.

 -De hecho Perseo fue el valiente que le cortó la cabeza, siguió narrando Nala. 

Su compañerito hizo una expresión de asombro.

-Tú no tienes linaje guapo, ni traes puesta una corona en tu cabeza, y no la necesitas, porque peleas como un guerrero y caminas como príncipe, dijo Nala mirándolo con ternura.

Dios te ha bendecido Perseo, emanas luz celestial, no cualquiera y pocos la traen consigo, peor aún, otros lejos de acercarse a ella, traen consigo la oscuridad y maldad.

Perseo ahora la miraba con más admiración y cariño.

Siguieron conversando hasta que poco a poco fueron cerrando sus ojos y quedar completamente dormidos, mientras apenas se alcanzaba a distinguir una lánguida luz de un nuevo amanecer.


III La revelación

Soy el gato que sale asomarse por la ventana a buscar su rostro entre la gente.

Ese que nunca ha perdido nada porque nada obtuvo, solo el bello paisaje del atardecer y la sensación del viento sobre su rostro.

El que corre para no ser golpeado, mordido o atropellado; y cuando cae el sol a plomo o la lluvia, busca saciar su sed y hambre, y al no encontrar sustento alguno, se refugia en el recoveco más lejano donde platica en paz con Dios y su alma.

En una ocasión el gato se encontraba oliendo una bolsa que habían arrojado en la calle, aún no tenía alimento en su estómago, y por curiosidad buscó que había dentro de ella, de repente una jauría de perros empezó a ladrar, motivo que lo hizo voltear de inmediato, y se percató que venía tras de él. Corrió lo más rápido que pudo, librar obstáculos, calles, para poder salvarse, no pudo trepar por las ramas de un árbol que estaba afuera de una tienda de abarrotes, se lastimó el brazo izquierdo, le faltaba el aire, por un instante sintió que la vida se le iba como agua entre los dedos, ya sin fe ni esperanzas se escondió debajo de las llantas de un auto,  se sintió acorralado y devorado por los dientes de dos perros callejeros; sus pupilas dilatadas y el corazón palpitando al máximo, gruñó y tiró zarpazos como pudo. De pronto una luz radiante interrumpió la persecución, esa luz era intensa, tanto que lo deslumbró. De un sobresalto despertó, con taquicardia, quedó con la mirada perdida, luego intentó mirar al cielo, todo había sido un sueño.

Después de tranquilizarse se incorporó y observó a su alrededor, luego se estiró y afiló sus uñas en la pared de una casa que hacía tiempo estaba abandonada.

Posteriormente se dirigió al sitio donde fue rescatado, de ahí caminó algunas cuadras hasta llegar a ese lugar donde la miró por primera vez, eran las mismas calles que ella recorrió una y otra vez con singularidad elegancia.


IV El recuerdo

Ese gato que cruzó por lugares inhabitables, devastados por la humanidad o lo que queda de ella, la podredumbre se apoderó y dejó en ruinas a su paso. Sin conocer a sus enemigos peleó en la oscuridad con ferocidad,  atravesó el infierno y pidió permiso para ascender al cielo para estar, con ella.

Ya de regreso de ver a su cliente, el licenciado encontró de nuevo al gato, el cual lo siguió y trepó el toldo de un auto.

- ¿Todavía sigues aquí, vives en esta casa? Le preguntó García.

-El gato maullando contestó que sí. Y así empezó una larga charla entre el gato y ese hombre. 

“.... ahora que lo mencionas, dijo el felino mirando fijamente a Rogelio, recuerdo a una niña que feliz patinaba por la calle, caminaba de prisa y a veces la vi cargando en su espalda un estuche o maletín largo en forma de guitarra, muy linda por cierto.

Le contó que una tarde esa niña del violín lo rescató de la maldad y lo acarició como nadie lo hubiera hecho antes.

-En una ocasión puso su mano sobre mi cabeza y me preguntó cómo estaba. A lo que traté de corresponder su caricia con un maullido. Continuó narrando el gato.

-Ella me entendía, no sé cómo, pero me entendía, sabía cuando estaba cansado, aburrido, con hambre o triste, con tan solo verme, inexplicablemente pero así era. Una vez me alimentó, trajo croquetas y cuando la tuve cerca comprendí que no todos los humanos son iguales, en sus ojos contemplé la humildad y bondad.

-Si tú supieras lo que me pasa entenderías muchas cosas amiguito. Cada día se me hace corto y no me alcanza el tiempo, ni el dinero, vivo de prisa. Mi esposa no me cree porque llegó tarde a casa, ha perdido la confianza mí, piensa que le miento, por más que le dé una explicación. Expresó Rogelio.

-¿Cuánto tiempo llevas casado con ella? Preguntó el gato.

-Llevo 20 años desde que la conocí. Recuerdo la noche que la vi, relató Rogelio. Fue una reunión con amigos, era la chica más hermosa que había visto en mi vida. Nadie me presentó, la abordé y conversamos de una manera tan amena. Ella estudiaba, yo hacía mis prácticas, estaba por terminar mi servicio social. Me dijo que le gustaban los gatos, la música y leer, salir y por cierto sonreía mucho.

Poco nos frecuentamos hasta que un día una amiga me dio razón de su paradero, la busqué. Una tarde la besé, fue un momento maravilloso, porque en ese beso le entregué mi alma. Meses después fuimos a un viaje al sureste de la República y fue cuando le pedí matrimonio. El hombre siguió narrando, hasta que su voz se quebraba y su semblante entristeció.

-Me enamoré de aquella chica tierna y noble que lloraba en silencio, sufrió mucho y traía cargando la muerte en el alma...

-No menciones a la muerte, inmediatamente intervino el gato; si alguna vez la encuentras saludala y deja que pase de frente, no sabes qué día tengas un viaje largo y ella sea el vehículo.

El joven licenciado, sorprendido de la manera asertiva en la que el gato respondía, continuó narrando:

-Hablas de la muerte con tanta naturalidad amigo. Señaló Roberto

- La he visto, por eso te lo digo, algunas veces me consultan vivos y otras veces muertos que no saben que están muertos y muertos en vida que es lo peor. Hombres de poca fe, desolados y sin esperanza alguna. Explicó el pequeño felino.

-Y ella sabe de esto? Preguntó el de pelaje claro.

- ¿Cómo? Dijo el hombre desconcertado.

-Sí, ¿Aún la amas? Preguntó el gato lamiéndose las patas, como mostrando poco interés.

- Si, ya se lo he dicho, o bueno eso creo, siempre trato de demostrarlo; aunque ya no tiene caso hablar de eso.

-De plano?, ¿Por qué? Cuestionó el gato.

-Porque siento que para ella no valgo nada, algunas veces me trata con indiferencia, quiero platicar y me evade, me reprocha cosas del pasado o me pregunta cuando voy a estar más tiempo en casa con ella y mi hija?


V Lo inolvidable

En ese instante Perseo dejó de lamerse y observó al hombre e inmediatamente le vino el recuerdo de su única compañera, la cual había amado como a ningún otro ser de su especie y que por mucho tiempo sintió su vida perdida sin ella.

El licenciado García notó raro al felino, a lo que le preguntó: ¿Qué tienes? ¿Estás bien?

El gato contestó: A mí me pasó algo similar.

El hombre preguntó: ¿Por qué? ¿Qué pasó?

El gato relató: Una tarde buscando comida y refugio, estábamos en un parque lejos del ruido de las máquinas que perforaban el pavimento de las calles, de repente unos perros que correteaban motos, bicicletas, y personas que pasaban por una cuadra, nos siguieron hasta una avenida.

-A quién? Dijo el de buen vestir.

-A la otra parte de mi corazón contestó triste el gato. Y continuó: Alcancé a esquivar mordidas y las llantas de los carros que circulaban rápido sin embargo...

-Sin embargo? Preguntó Rogelio.

- Un carro la atropelló, y en ese instante sentí que mi corazón se había quebrado en mil pedazos como un vaso de cristal roto, y desde ese día la soledad me acompaña. Expresó el gato con tono de nostalgia.

-Qué triste historia amigo. Y aun la recuerdas con mucho amor, es lo extraordinario. Dijo el licenciado García.

-Muy triste, no hay día que deje de pensar en ella, la quiero con toda mi alma; sin embargo tú tienes quien te espere en casa, en cambio yo desde su partida, no tengo nadie quien me espere, o me cuide, solo el creador. Problemas todos tenemos, ustedes los aquejan cuestiones banales algunas veces, en cambio nosotros nos jugamos la vida a diario. A ustedes los enloquecen las cosas materiales, el poder y el dinero. A eso le llaman éxito, sin considerar los valores, la razón espiritual y el amor al prójimo. A decir verdad nadie nos dirige, nosotros elegimos. Dijo el que tiene vidas.

-Vaya!! exclamó García perplejo, ante la conversación con el gato.

-Tal parece que vivimos en este mundo pero no pertenecemos a él. Vivir en plena consciencia es despertar. Agregó el gato de

-No había pensado antes eso amigo, que lección me has dado. García reflexionó.

-Así es dijo el felino. Agradece a la vida lo que tienes, sigue tu camino, se libre amigo y por cierto, descansa porque no te ves muy que digamos.

El gato se levantó, se estiró, luego saltó del toldo a la banqueta.

Aquel hombre cabizbajo en un instante su mirada cambió, irguió la espalda y con distinta actitud miró a la calle, las personas y caminó al lado contrario para abordar su carro y dirigirse de nuevo a la oficina.

-Gracias amigo, cuídate mucho campeón, pronto nos volveremos a ver. Traeré alimento para ti.

El gato sabía que tal vez no volverían a verse en ese lugar, a lo que dijo:

-Campeón, qué curioso, ese no es mi nombre, mi verdadero nombre sólo lo supo Nala, mi hermosa compañera. Maulló Perseo. 

Luego caminó por la orilla de la banqueta hasta perderse entre las calles.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hermoso Perseo.

Diana Laura Godinez Carrillo dijo...

Excelente historia 💖

Unknown dijo...

Me encantó!! Hermosa historia y muy sabias palabras de Perseo que nos dejan para reflexionar. Felicidades!!

Anónimo dijo...

Bella histotia
me hizo llorar

Erika dijo...

Gracias por compartir. Historia llena de sentimiento y mensajes para reflexionar.

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