El que todo ve

MVZ David Silva Olvera



Entre acuerdos y desacuerdos en la familia y la zozobra por quien se iba a ser responsable del nuevo integrante, mi hermano te trajo a casa. Llegaste desde Texas de un criadero y te incorporaste rápidamente a nuestro ritmo de vida. Muy pequeñito olfateando como un buen rastreador y señalador traías el instinto, pasando los días no dejé que salieras de casa porque todavía no estabas vacunado, al fin pasaron más de dos meses para que salieras a conocer lo que te encantaba, pasear a la calle.
Nunca tuve mejor compañía cuando salimos a caminar en las diferentes mañanas y noches aunque estuviéramos al amparo de la oscuridad, tu olfateando, jugando y corriendo, marcando territorio y yo a distancia viéndote, cuidando que no comieras algo que te fuera enfermar.
Recuerdas un domingo por la mañana en el parque Justicia Social nos encontrábamos haciendo ejercicio mi papá en el pasto y yo tirado en el piso de la cancha de voleibol realizaba cuando dos policías me abordaron y me dijeron: ¿Es tuyo ese perito? A lo que respondí afirmativamente.
La expresión de los policías me sorprendió pues yo pensé que había cometido algún delito, sin embargo su comentario se limitó en decirme:
Está muy bonito… ¿qué raza es?  Con una sonrisa.
Los guardianes del parque se acercaron para preguntarme de mi perro, realmente lo tomé como halago.
Posteriormente te llame, mi papá interrumpió su rutina de ejercicio para acercarse donde me encontraba junto con los oficiales, viniste corriendo quisieron tocarte pero les dio temor a que los fueras a morder, y no fue eso si no que te movías mucho porque no te dejabas agarrar tan fácilmente.
Siempre fuiste inquieto, interrumpiste un partido de futbol por meterte a la cancha, jugabas al principio con todo, emocionado, corrías pasando junto a nosotros, una vez por poco y me tiras. Llegaste ir al campo donde te desenvolvías muy bien.
Mucha gente preguntaba por ti, no era típico ver a un perro de tu raza. ¿Recuerdas a América? Alguna vez vino a visitarte, te cuidaba de los demás perros, y ella decía con ternura que le dabas besitos.
Un domingo que no me trae recuerdos halagüeños te sacaron a caminar y regresaste cortado de los pliegues de la piel de tu mano, pensé que con una curación era suficiente, pero no fue así, tuve que suturarte y no paraba la sangre hasta que termine con ayuda de Juan y dos ayudantes del consultorio donde trabajé.
Todo salió bien, con medicamento y con analgésico tu mano sanó rápidamente.
En dos ocasiones me diste un susto porque no sabía que eras alérgico a algunos medicamentos antes no te dio un shock anafiláctico.
Soportaste varias lesiones en la piel, músculos, articulaciones, ojos, mas la que te afectó fue la insuficiencia renal, el tratamiento fue largo pero efectivo contra los cálculos, pero lo que uno a veces no entiende es que al paso del tiempo, la gravedad de un padecimiento pasa la factura, aun recuerdo tu último suspiro.
Yo quiero decirte de nuevo y de todo corazón muchas GRACIAS, por mi familia, por cuidarnos, por ahuyentar peligros, por soportar regaños, por estar alerta en todo momento y algunas veces indiferencias. Tú a pesar distintas adversidades, dificultades y demás nunca nos reprochaste nada, nos aceptaste tal como somos y nos adoptaste. 
No quiero imaginar el dolor intenso que sentías, te llevamos con mi amiga Andrea a realizarte unos estudios, ultrasonido, química sanguínea y examen general de orina. Los resultados arrojaron que la urea y creatinina estaban por las nubes, desde ahí los pronósticos no eran buenos, aun con tratamiento, malditos analitos por lo visto nunca bajaron, la  Homeopatía te ayudó mucho pero el padecimiento fue irreversible, si tan solo hubiera conocido antes a Oscar Guadarrama, las células madre, PRP, reparación de tejido…
Ahora el que terminó tu tratamiento fui yo, hasta hace unos días tomé los glóbulos, mas creo que su efecto aumentó mi dolor, porque aun te recuerdo y te extraño. 
Siempre serás miembro de la familia, 11 años estuviste con nosotros y partiste con el número 9 de la numerología tántrica, como bien me explicaba mi amiga Enedina, ermitaño sabiondo, lleno de espiritualidad, trajiste paz y tranquilidad a la casa en momentos difíciles,  nada puedo reprocharte…
Ahora entiendo el dolor que puede sentir alguna persona por algún animal, independientemente la especie, fueron años que vi llorar a mucha gente por sus pérdidas, ahora el que siente tristeza soy yo.
Sabes que vives presente en mi pensamiento y que siempre fuiste parte de la familia, te reitero mis disculpas si alguna vez te hice sentir mal o fui severo contigo.
Dejas un vacío que nadie ocupará, tal vez uno de tus hijos pudo haberlo hecho pero nunca supe de ellos ni corroboré si vivían.
Solo queda desearte un buen viaje, a donde?  No sé tú estás allá, tal vez jugando, tal vez dormido, tal vez señalando y olfateando, pero lo que si se es que siempre seguirás explorando otros horizontes al igual que muchos animalitos que dejaron de existir físicamente en este planeta.
Eres de buen corazón, noble y paciente, transmitiste todos tus instintos y no fue necesario que hablaras, sabíamos que te gustaba y que no te gustaba, expresabas todo con tus ojos.
Me gustaba recargar mi frente en tu rostro como símbolo de afecto y cariño aunque algunas veces te sintieras incomodo.
Aun recuerdo que dabas vueltas antes de salir desesperado a la calle y en época de lluvia te gustaba pasar corriendo sobre charcos de agua sintiendo la brisa que levantabas con tu movimiento sobre tu cuerpo. Llegaba la noche y no era de tu agrado colocarte una playera o suéter, incluso colocarte una cama porque llegaste a romper varias.
Era estresante escuchar cohetes en la calle o escuchar gritar al perico gritar que hasta te hacía aullar.
Dicen que todo animal se parece a su dueño, comías muy rápido en eso te parecías a mí, creo que con la comida dábamos nuestro brazo a torcer. 
Que historias amigo, hasta la fecha no hay día que no te recuerde.
Cuando se acerque el día de mi final en este mundo, ojalá me encuentre más vivo que nunca y tú me estés esperando cruzando el puente como siempre lo hiciste y me abraces como cuando llegaba a casa, demostrando amor sincero y sin condiciones amigo mío.
Te quiero y siempre te recordaré, nunca me cansaré de narrar que caminé y corrí a lado de un extraordinario braco alemán, que viví con un fiel y cariñoso Deutsche Kurzhaar, gran protector, que defendió la vida hasta la muerte. Cumpliste tu misión, te fuiste pero tengo parte de ti, bendecidos tus restos fueron y resguardados aquí, donde siempre viviste, porque esta siempre será tu casa.


Solo quiero pedirte un favor, donde quiera que te encuentres: cuides de mí, tú que todo ves, como bien te describe el significado de tu nombre. Mientras yo te bendeciré por siempre y oraré por ti.

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