Irene Joyce Blank
Hamer
Un día mi padre dijo que el grupo
estaba muy inquieto, ya era el último año y tenían que hacer su tesis; eso les
tomaría por lo menos un año y la mayoría no contaban con recursos económicos
suficientes.
“Que vayan a una universidad a los Estados Unidos… yo
daría una buena cantidad de dinero y puedo pedir apoyo a unos amigos”
Papá sugirió que ellos acudieran a
entrevistarse con los posibles patrocinadores. Llegaron de traje, muy formales.
Ya había dinero.
Acudí con el Dr. Daniel Mercado,
entonces director de la Escuela, me quería mucho, sabía muchísimo de
farmacología resolvió mis dudas siempre que lo necesité para aplicar algún
tratamiento. Fue mi profesor de farmacología y, a pesar de no ser muy buena con
la bioquímica, obtuve un 10. Yo platiqué con él lo del proyecto del viaje y
dijo: “Su papá merece una medalla, es lo que se
necesita. Yo pongo el autobús y el chofer”.
El Dr. Mercado escribió a Texas A &
M, Una carta que yo le ayudé a redactar, aunque el Dr. Si sabía inglés, me
pidió ayuda para que quedara perfecta. La Universidad contestó que sí,
otorgaron hospedaje, alimentos, clases y visitas.
El autobús tuvo muchos problemas pero
dos días después llegamos. Era una carcacha, pero logró llegar y volver. Por la
frontera pasamos sin ningún contratiempo, no nos revisaron a la ida pero si al
regreso.
Nos hospedaron en una casa con 11
habitaciones dobles con teléfono. Yo era la representante porque era la jefa
del grupo y porque hablaba inglés, yo les traducía todo. Nos dieron muy buena
alimentación.
Eloy era muy moreno, le decían “El
negro”. Le acomplejaba un poco y con lo que sabía del Ku Kux Klan, iba
verdaderamente asustado. Los compañeros le llamaban por teléfono amenazándolo
en broma. El pobre Eloy estaba aterrado. Yo los descubrí, lo regañé y exigí que
se disculparan. Así lo hicieron.
Me preguntaron que nos interesaba, uno
por uno.
A Bravo le interesaban las aves, fuimos
a ver cómo las criaban y a tres plantas de producción. Bravo hizo una maestría
en Arizona en aves y trabajó en una importante empresa en el Norte de México.
Los Ibarra comentaron que les gustaba
el rancho, la zootecnia y la medicina para bovinos. Visitamos plantas
productoras de leche y carne. La mayoría quería bovinos, aves y a algunos
cabras y borregos.
La estancia duró una semana. Hubo un
juego de football americano, a mi no me gustaba, a los demás sí. Nos invitaron
a presenciar el ritual, por la noche hubo una fogata y porras. Al vernos tan
entusiasmados, nos invitaron a presenciar el partido. Un viaje de una hora en
tren, fue domingo. ¡Ganamos!
Yo le escribía diario al Dr. Mercado.
El correo normalmente tardaba tres días en llegar, pero yo le informaba todo lo
que ocurría. Sierra también le escribió algo. El Dr. Mercado se comunicaba con
Texas a & M, estaba muy complacido con nuestro comportamiento. Al chofer
también lo hospedaron y le dieron de comer.
Fuimos todo el grupo, 20, los nombres
que recuerdo son:
Jesús Tavizón Araiza, primer director
de la Escuela de Medicina Veterinaria y Zootecnia de Veracruz (1957-1969).
Zacarías Ibarra Montiel
Blas Ibarra Montiel, los hermanos
Ibarra fueron profesores fundadores de la Escuela de Ganadería, hoy facultad de Zootecnia en Chihuahua (1957).
Gabriel Galván Acuña
Ignacio Antonio Figueroa Gutiérrez
Antonio Durán Espinosa
Luis Covarrubias González de Cosío
Ramón Ledesma Sánchez
Eloy Tovar Cruz
Pedro Ortíz Trejo
Héctor Bravo Borquez
Alfonso Sierra
José Cobian, se dedicó a zootecnia y
medicina. Después estuvo en unos laboratorios que utilizaron por primera vez el
virus vivo, a la Dra. Graciela Gallegos y a mí nos daba miedo utilizarlo, él
iba a nuestro consultorio y platicábamos horas por las tardes.
Tarde o temprano, todos se graduaron.
Al
regreso, el Dr. Mercado pidió a varios sus impresiones. Era un hombre muy
introvertido, casi a nadie le agradaba, siempre estaba trabajando, en ocasiones
a altas horas de la noche. Yo lo recuerdo con cariño. En 1949 tomé anatomía con
alguien que inyectaba formol ¡estando vivos los perros! Yo me indigné y fui a
ver al director; él bajó a ponerlo en su lugar. Ese profesor me odió, mandaba a
su ayudante, quién odiaba a las mujeres y a los americanos, a examinarme.
Aprobé con muchos trabajos. A raíz de ese incidente yo quería abandonar la
carrera, pero entre el Dr. Mercado y el Dr. Fraustro, me convencieron de que no
lo hiciera, que la actitud de ese profesor era un caso aislado.
Recuerdo ese viaje de estudios con
mucho cariño, nos trataron como reyes
1 comentario:
y el hipócrita de Payro seguro haciéndole algún homenaje. Como si no supieramos todos lo que siempre ha dicho de ella al igual que el lamebotas de Juan Luis que trabaja en la canofila. Par de jotos hipócritas.
Publicar un comentario